Gustavo Petro subió a la tarima del estadio Movistar Arena con una hoja de apuntes. El candidato que llenó más de 100 plazas públicas durante la campaña, con discursos extensos guiados solo por su entusiasmo por la oratoria, trató de dar sus primeras palabras como presidente electo apoyado en un libreto.

El papel lo incomodaba. Petro lo doblaba y lo desdoblaba. Se lo pasaba de una mano a otra y le echaba vistazos tímidos. Cuando comenzó a hablar, lo hizo con pausas pronunciadas: “En este momento estamos escribiendo la historia”.

La hoja con los apuntes se paseó por las manos de Petro durante los primeros diez minutos de discurso. Y solo la abandonó cuando comenzó a hablar de rebeldía, de los muertos y de los jóvenes detenidos en el paro. Entonces, por primera vez, dejó de sonar como el candidato y dijo con voz de presidente: “Yo le solicito al Fiscal General que libere a nuestra juventud. Libere a los jóvenes”.

Detrás de Petro estallaron unos cañones de confeti que coincidieron con esas palabras, su primer acto de poder. El público quedó bajo la lluvia de serpentinas blancas y láminas de colores suspendidas en el aire.

El estallido de papel seguía sin dispersarse cuando Petro volvió a hablar con voz de mando: “Yo le solicito a la procuradora general de la nación que restituya en sus puestos a los alcaldes de elección popular”. Entre ellos están varios de sus aliados, como el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, que fue suspendido por participar en política.

La voz del presidente electo, que se fue afianzando durante los cincuenta minutos que duró el discurso, fue un reflejo del ambiente general de sus seguidores en el Movistar Arena: primero el desconcierto y luego la consciencia de que, por primera vez, la izquierda alcanzó el poder en Colombia.

Entre la celebración y los cálculos

Petro preparó la logística para una victoria. El 29 de mayo había recibido los resultados de la primera vuelta en el hotel Tequendama, el mismo en el que los presidentes anunciaron procesos de paz y conmemoraron fechas trágicas, en un evento con cerca de 800 invitados. Este domingo, para la segunda vuelta, dobló la apuesta: alquiló el estadio Movistar Arena, con capacidad para 14.000 personas.

El evento tenía la estética de un concierto desde el ingreso. Todos los asistentes, periodistas y seguidores de la campaña, tenían una boleta y una silla asignada, y en las entradas había puestos para comprar crispetas.

Pero el orden de las sillas duró poco. A las 4:25 de la tarde, en el cuarto boletín de resultados de la Registraduría, Petro pasó a Rodolfo Hernández en votación. Los asistentes saltaron de sus sillas, levantaron los puños y comenzaron a celebrar cada actualización como un gol.

A las cinco de la tarde la mayoría había dejado de seguir los resultados en la pantalla y buscaban a los que tenían al lado para abrazarse y llorar. “No creí que viviera para ver esto”, dijo el concejal Carlos Carrillo, del Polo.

En las tribunas ondeaban algunas banderas del M19, la guerrilla a la que perteneció Petro y con la que se desmovilizó hace 30 años para entrar a hacer política. Y entre los asistentes estaba María José Pizarro, senadora electa e hija de Carlos Pizarro, el primer desmovilizado del M19 que fue candidato presidencial, y al que asesinaron en 1990.

Cuando la victoria fue un hecho, una chirimía subió a la tarima y comenzó a tocar cumbias y vallenatos. La presidenta del partido Mais, Marta Peralta, estaba bailando ‘Pa’ Mayté’, de Carlos Vives, y se le unió el senador Roy Barreras, que llegó dando saltos y agitando las manos.

Barreras fue uno de los centros de atención en la celebración. No podía dar dos pasos sin cruzarse con alguien que lo detenía para abrazarlo. Gabriel Becerra, representante electo por Bogotá, se le acercó y le dijo: “Este lo que es es el monstruo más monstruo. Sin usted no logramos esto”.

Roy aprovechó para hablarle del futuro: “Mañana a las 2 tenemos que hacer la primera reunión de bancada. Tenemos que actuar rápido para que no pase como en Perú y el congreso se atrinchere contra el presidente. Hay que definir cómo va a ser la presidencia del Senado el primer año, el segundo, el tercero”.

Entonces Becerra dudó: “¿Y si no nos dejan?”, dijo. Roy se rió y dijo: “Nos tienen que dejar. Yo soy como el pastorcito, que va en contravía por la autopista y le dicen ‘usted no puede hacer eso’. Y él responde: ‘¿Entonces cómo lo estoy haciendo en este momento?’”.

En la conversación terció el senador de La U, Roosvelt Rodríguez, con una inquietud menos profunda: “¿Y dónde está el whisky?”.

La espera de Petro duró varias horas y fue una oportunidad para que el triunfo multicolor de las tribunas del estadio (banderas del Partido Verde, amarillas del Polo, rojas del Partido Liberal) comenzara a definir sus contornos en las conversaciones privadas cerca de la tarima.

El senador Iván Cepeda, del Polo Democrático, le dijo a Alirio Uribe, representante de ese partido: “Ahora hay que discriminar lo que es nuestro. Enfocarnos en el movimiento social, que las bases sociales sean del Polo”.

A la izquierda del escenario estaban varios aliados de Petro en segunda vuelta que llegaron de la coalición del centro: Guillermo Rivera, Juan Fernando Cristo, el concejal Julián Sastoque. Por ahí llegó también Alejandro Gaviria, el ex precandidato presidencial. Varios lo saludaron con afecto, entre ellos el senador de Cambio Radical Temístocles Ortega, que se acercó para abrazarlo.

Mientras avanzaba, algunos anónimos aprovecharon para asignarle a Gaviria un título en el gobierno de Petro: “Hola, ministro”, le gritaron.

Las palabras elegidas

Los primeros símbolos en la tarima del Movistar Arena estuvieron vinculados con Dios, la familia y el liderazgo social.

Petro no subió de inmediato a dar su discurso. Primero habló Francia Márquez, su fórmula vicepresidencial, acompañada en el escenario por sus aliados del Proceso de Comunidades Negras, por sus hijos, y por las hijas menores de Petro, Antonella y Sofía.

La nueva vicepresidenta comenzó diciendo: “Quiero darle las gracias a Dios por este momento. Gracias a la virgen María. Gracias a los ancestros y ancestras”.

Márquez habló entre los aplausos del público, que seguía sus palabras con devoción y a veces las completaban. “Este es un cambio por el pueblo”, dijo ella en un punto, y un hombre abajo agregó en voz alta: “Y para el pueblo”.

Cuando llevaba ocho minutos, una de las presentadoras interrumpió a la vicepresidenta electa: “Le damos la bienvenida al presidente de la república”, dijo, mientras Petro ocupaba su lugar en el centro de la tarima.

Pero Francia Márquez no se detuvo. “Soy la primera mujer…”, comenzó a decir, pero su voz se cruzó de nuevo con la de la presentadora. Lo intentó una segunda vez, de nuevo sin éxito. A la tercera lo logró: “Soy la primera mujer afrodescendiente de Colombia. Soy su vicepresidenta, y quiero presentarles a su presidente Gustavo Petro”. Solo entonces Márquez le entregó el micrófono a Petro.

En su discurso, el presidente electo continuó con las referencias a la familia. A su derecha estaban su padre, Gustavo Petro Sierra, sosteniendo una bandera de Colombia. Y a su izquierda estaba su esposa, Verónica Alcocer, con la que se dio un beso a petición del público.

Petro mencionó a cada uno de sus seis hijos: los que estaban presentes y los que viven en el extranjero. Cuando llegó a Sofía, su hija de 20 años que fue protagonista en la campaña, el presidente electo se detuvo y le besó la mano. La respuesta de la multitud fue vitorear el nombre de ella.

El discurso del nuevo presidente fue una selección cuidadosa de símbolos: se abrazó con Antanas Mockus, el excandidato presidencial de la Ola Verde en 2010; le cedió el micrófono a la mamá de Dylan Cruz, el joven asesinado en el paro de 2019; y guardó un momento para hablar del peso de la campaña en su cuerpo: “Disculpen la voz con siete meses de desgaste”.

Petro se despidió luego de una hora con el remate clásico de sus discursos en plaza pública: exclamó vivas por la libertad y por la vida, y luego procedió como siempre a presentarse. Pero esta vez no dijo: “Me llamo Gustavo Petro y quiero ser su presidente”. Por primera vez pronunció la frase por la que entró a la política hace 30 años, cuando se desmovilizó del M19: “Me llamo Gustavo Petro y soy su presidente”.

Periodista en La Silla Vacía hasta 2023. Estudié periodismo en la Universidad de Antioquia y allí hice un diplomado en periodismo literario. Trabajé en El Colombiano y fui subeditor del impreso de El Tiempo. En 2022 participé en el libro 'Los presidenciables' de La Silla Vacía y en 2020 hice parte...