Ayer, con la asamblea extraordinaria de Nutresa, finalizó un nuevo capítulo del conflicto corporativo más importante del país.

El Grupo Gilinski no logró sumar nuevas sillas en las juntas directivas de Sura y Nutresa, los dos conglomerados del llamado Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) donde tienen asiento. Por ahora, los empresarios vallunos siguen sin controlar sus compañías, el objetivo que se trazaron cuando en noviembre del 2021 lanzaron una toma hostil por ellas.

Entre tanto, los Gilinski y los cacaos paisas concentran sus fuerzas en el sistema judicial y en los entes reguladores, abonando el terreno para una serie de pequeñas e intensas batallas como la de las últimas tres semanas.

Luego de asambleas, manifestaciones, discursos altisonantes y afilados artículos de prensa estas son las cinco grandes conclusiones que deja este nuevo pulso.

1. El asedio corporativo de los Gilinski no logró su objetivo

Como en 2021, cuando los Gilinski lanzaron la primera Oferta Pública de Adquisiciones (OPA), el nuevo conflicto empezó en Nutresa.

El 21 de marzo de este año Christian Murrle, uno de los dos representantes de los banqueros en la multilatina de alimentos, renunció a la junta directiva luego de que la asamblea de accionistas aprobara una prórroga de su mandato.

Esta decisión golpeó los intereses de los Gilinski y sus socios árabes, la International Holding Co. (IHC), quienes a través de Nugil SAS son dueños del 31 por ciento de las acciones de Nutresa. Esto porque de los siete puestos de la junta sólo tienen dos.

Y ante el inconformismo por esta distribución desfavorable, Jaime Gilinski, cabeza del grupo empresarial, solicitó una nueva asamblea extraordinaria.

En paralelo activó las palancas legales y obtuvo, a través de la Superintendencia de Sociedades, unas medidas cautelares para bloquear los votos de los representantes del Grupo Argos y el Grupo Sura en Nutresa.

La jugada era audaz: de facto bloqueaba la participación de los altos ejecutivos del GEA, le permitía elegir una junta en Nutresa favorable a sus intereses y debido al esquema de propiedad cruzada de los conglomerados, el “enroque”, los Gilinski podían tomarse Sura y Bancolombia, la joya de la corona.

Pero los antioqueños respondieron al guantazo con rapidez. Convocaron asambleas extraordinarias en Argos y Sura, obteniendo el respaldo de sus accionistas para votar en Nutresa. Esta era justamente la condición impuesta por la Supersociedades para esquivar las medidas cautelares.

Con este se aseguraron de que la correlación de fuerzas al interior de los grupos siga, por ahora, favorable al GEA. Y de hecho, Murrle volvió a presentarse en las elecciones a junta de Nutresa para ocupar uno de los dos asientos de los Gilinski.

Es decir, el conflicto empezó con un portazo y el que lo impulsó volvió a entrar por su voluntad a la habitación.

Pero este nuevo pulso ha sido, sobre todo, la confirmación de que agotada la vía de las OPA, de comprar acciones a un precio más alto apalancadas en un poderoso capital extranjero, es en el terreno judicial donde seguirá librándose la guerra por el control del GEA.

“Los Gilinski envían un batallón y si no funciona preparan el siguiente. Y cuando alguien se está tomando una fortaleza sabe que hay una parte de la muralla que va a descuidarse, y basta ese resquicio para derribarla”, dice el economista Javier Mejía, estudioso de las élites empresariales antioqueñas.

2. Las superintendencias son el camino para dirimir el conflicto

Uno de los principales objetivos de los Gilinski es que la Superintendencia de Sociedades y la Superintendencia Financiera declaren que Argos, Sura y Nutresa funcionan, en efecto, como un grupo económico; algo que niegan los ejecutivos del GEA, quienes argumentan que se trata de un esquema de propiedad reconocido desde hace tres décadas por el Estado.

“Si declaran que son un grupo económico van a bloquear los votos de los administradores, o los van a obligar a intercambiar las acciones que tienen cruzadas”, le dijo a La Silla un exmiembro de la junta de Sura que conoció de primera mano el conflicto y pidió la reserva de su nombre.

Los dos escenarios son un golpe fulminante para el GEA, pues romperían el enroque.

El primero, el del bloqueo de los votos, porque son los antioqueños quienes controlan las administraciones.

Y el segundo, el del intercambio de acciones, porque acaba para siempre con el enroque. Lo que haría es obligar a que los conglomerados devuelvan las acciones que tienen de los otros grupos a sus respectivas administraciones. Es decir, Sura le devuelve el porcentaje de las acciones que tiene en Nutresa a su administración, y viceversa.

El efecto más probable es que estas acciones dejen de venderse en la bolsa de valores y entren a la tesorería de cada grupo. En consecuencia, habrían menos acciones en circulación con derecho al voto.

“Esto automáticamente le da un mayor peso al porcentaje de los Gilinski, quienes tendrían el camino libre para lograr mayorías en juntas y administraciones”, explica el exmiembro de la junta de Sura.

Sin embargo, y pese a las denuncias del GEA contra funcionarios judiciales supuestamente parcializados a favor de los banqueros , la ventaja de los Gilinski en el terreno legal no es clara. 

3. En los estrados todo puede encallar por igualdad de fuerzas

“En las instancias judiciales y mediáticas es donde veo la lucha más balanceada”, dice el economista Javier Mejía.

En el retrovisor está la larga pelea judicial que protagonizaron los mismos grupos, el GEA y los Gilinski, por el Grupo Grancolombiano en los noventa.

El miedo de reeditar este conflicto incluso provocó que Carlos Raúl Yepes, expresidente de Bancolombia, pidiera una tregua y una negociación entre los grupos en la última asamblea extraordinaria de Sura.

Y si bien los ejecutivos del GEA han impulsado denuncias penales contra funcionarios de la Supersociedades, señalando sus conexiones con los alfiles de Gilinski —como la que tiene el superintendente Billy Escobar con la exministra María Ximena Lombana, ficha de los banqueros en Sura—, otras decisiones judiciales han favorecido sus intereses desde las primeras etapas del conflicto.

Sucedió en noviembre del 2022, durante la última OPA de los árabes de IHC por Nutresa, cuando una serie de medidas cautelares, otorgadas por un juez de Medellín, impidió que los representantes de Gilinski en la junta de Sura aprobaran la venta de sus acciones en el conglomerado de alimentos.

Esto supuso que en el mercado sólo se ofrecieran el 7% de las acciones de Nutresa, provocando que los árabes desistieran de la compra y que la OPA se declarara desierta.

La habilidad de los dos grupos en la arena judicial, y sus legiones de abogados y firmas de élite, lo que pueden incentivar es una tortuosa guerra de desgaste.

Lo planteó el abogado Nestor Camilo Martínez, apoderado de los Gilinski e hijo del exfiscal Nestor Humberto Martínez, en la última asamblea extraordinaria de Sura.

Martínez junior aseguró que, ante los conflictos de intereses que genera el enroque del GEA, lo ideal era que los representantes de Sura estuvieran obligados a convocar asambleas de accionistas para cada decisión relevante que fueran a tomar.

“¿Cómo sabemos si lo que va a votar el representante legal del Grupo Sura no es perjudicial para la compañía?”, dijo Martínez ante el abucheo generalizado de los accionistas minoritarios, alineados con los antioqueños.

4. Los paisas explotaron con habilidad su prestigio

Ayer, en el Country Club de Medellín, un grupo de decenas de trabajadores de Nutresa organizaron una manifestación para apoyar a los accionistas alineados con el GEA.

Fue una réplica de las manifestaciones organizadas por empleados de Argos y Sura en sus respectivas asambleas extraordinarias.

Este baño de masas de los empresarios paisas ha servido para fundamentar la idea de que lo está en juego no es simplemente el control de compañías exitosas, ni sus jugosos rendimientos, sino una forma particular de capitalismo que hace parte de la identidad antioqueña.

“El GEA en realidad no existe. Es intangible: es un conjunto de valores”, dijo Yepes en su famoso discurso ante la asamblea de Sura.

Este discurso conecta con la historia —y los mitos— de la industrialización antioqueña a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, impulsada por una red extensa y robusta de conexiones familiares.

Con esta suerte de poder blanco, el GEA cuenta con impacto en la opinión que los Gilinski equilibran con su apuesta en medios como Semana y El País de Cali.

Pero los antioqueños cuentan, por ejemplo, con el apoyo irrestricto de El Colombiano, el medio de comunicación más prestigioso de la región y que cuenta con una proyección nacional relevante.

“El GEA tiene el apoyo de los trabajadores y en buena medida de la opinión pública. Su influencia en los medios convencionales, en Antioquia y en el resto del país, es alta”, dice Mejía.

5. El pleito sigue vivo y los Gilinski seguirán buscando grietas

En todo caso, y al menos en el futuro inmediato, no parecen haber incentivos para que el conflicto corporativo cese.

Los Gilinski, apunta Mejía, tienen una proporción lo suficientemente grande en las compañías como para seguir intentando controlar sus órganos directivos, además de contar con la billetera de un capital extranjero interesado en el sector alimentos, como el árabe.

Y el GEA y los accionistas minoritarios que lo respaldan, claves para que sigan teniendo el control, han demostrado que no piensan ni negociar sus acciones ni ceder el control.

Entre tanto, siguen pendientes las resoluciones de las superintendencias, una de las principales cartas que pueden obtener los banqueros para destrabar el pleito a su favor.

También cursan denuncias penales de lado y lado.

La Fiscalía tiene abierta una investigación para determinar si hubo o no corrupción judicial en la decisión que favoreció al GEA en noviembre del 2022, impidiendo a la junta de Sura detener la venta de sus acciones en Nutresa.

Y recientemente, los administradores de Nutresa, vinculados al GEA, también interpusieron denuncias por el reparto de los procesos ante la Supersociedades.

Esto después de la celeridad con la que fueron dictadas las medidas cautelares que, de facto, bloquearon los votos de los representantes de Argos y Sura en la elección de la junta de Nutresa, y que finalmente lograron esquivar con la cascada de asambleas extraordinarias.

Todo esto indica que, por lo pronto, nadie va a bajar la guardia. 

Nota: Bancolombia, del GEA, actualmente financia un especial de La Silla sobre el envejecimiento del campo y otro sobre transición energética. El año pasado, Sura pautó una temporada de nuestro podcast ‘Huevos Revueltos’.

Cubro al gobierno del presidente Gustavo Petro en La Silla Vacía. Estudié Periodismo en la Universidad de Antioquia.