Gutiérrez-Rubí retomó la misma estrategia con Petro. Esta vez a través de los “Petro Escucha”, eventos en varias ciudades entre el 13 de marzo y la primera vuelta el 29 de mayo, en los que los que Petro fungía más como un gobernante electo que como un candidato: antes de cada intervención, los asistentes le decían “presidente” y le pedían mejoras para sus regiones.
Tanto en el caso de Fernández como en el de Petro el fondo era mostrar un líder que “reflexiona después de haber escuchado”.
La moderación ha sido importante para Petro en una campaña en la que ha tratado de aplacar los miedos del establecimiento y algunos empresarios frente a los cambios que promete. Y aunque mantiene esa línea para segunda vuelta, frente a Rodolfo Hernández, un rival menos ideológico e impulsado por su cercanía en redes, Petro depende en parte del otro fuerte de Gutiérrez-Rubí: hacer cercanos a candidatos parcos.
Atacar a Rodolfo, humanizar a Petro
El 29 de mayo Gustavo Petro fue el último candidato en dar su discurso tras los resultados de la primera vuelta. Mientras abajo, en el salón rojo del Hotel Tequendama esperaban cientos de seguidores preocupados por la segunda vuelta con Rodolfo Hernández, Petro estaba varios pisos más arriba reunido con Antoni Gutiérrez-Rubí, tratando de resolver qué camino seguir frente a Rodolfo Hernández.
Casi a las 8 de la noche, Petro bajó y dio un discurso de 40 minutos en el que dijo, a la vez, que el uribismo había sido derrotado y que Rodolfo Hernández es la continuidad del uribismo. Siguieron otros días de confusión hasta que la nueva estrategia de comunicaciones comenzó a asentarse.
Es una combinación de exaltar la figura personal de Petro y cuestionar la de Rodolfo Hernández. Esto último no es difícil: en la primera semana luego de las elecciones Hernández ha sido visible por comentarios machistas y que estigmatizan a la prensa.
El jefe de debate de Petro, Alfonso Prada, resumió la estrategia el mismo 29 de mayo: “Rodolfo ganó agazapado. Ahora quedó en evidencia que está imputado por corrupción, que ha dicho que admira a Adolfo Hitler. Va a tener Gutiérrez-Rubí ahí para pedirle esas explicaciones”.
Gutiérrez-Rubí tiene experiencia en campañas enfocadas en criticar a una persona, aunque no siempre con éxito. En 2017, cuando comenzó a asesorar el peronismo en Argentina, se filtró en la prensa un instructivo sobre la campaña en redes contra el entonces presidente Mauricio Macri que incluía un cronograma con la hora a la que debían publicar los militantes, los dirigentes, qué tipo de contenido cada uno, y los mensajes que debían ser publicitados con pago.
Pero la táctica de comunicaciones tuvo una mancha. A los mensajes de “#ElFracasoDeMacri” se unieron varias cuentas falsas. La prensa argentina registró casos como el de Geraldine Agüero, una mujer cuya foto fue tomada para crear un perfil falso con el nombre de Araceli Arezzo, y cuyos mensajes, con testimonios supuestamente personales, fueron reproducidos por decenas de cuentas.
El otro frente de la estrategia de Petro para la segunda vuelta, acercar al candidato tiene una dificultad: la parquedad de Petro. Tiene un perfil similar al de otro de los asesorados por Gutiérrez-Rubí, José Montilla, con quien trabajó cuando era presidente del gobierno catalán, en 2010.
“Montilla es un hombre con muy poco carisma, adusto. Lo que necesitaba en ese momento era rejuvenecer, que se viera más cercano. Antoni está muy posicionado en ese tema del liderazgo personal: cómo tiene que hablar el candidato, cómo tiene qué vestir, cuáles deben ser sus mensajes”, comenta el estratega español Luis Arroyo, colega de Gutiérrez.
En el caso de Montilla, sin embargo, la asesoría de Gutiérrez no lo salvó. En las elecciones al Parlamento de Cataluña de 2010 el Partido Socialista de Cataluña, que Montilla dirigía, perdió rotundamente y el presidente catalán dejó el cargo un par de meses después.
Roberto Chiti, estratega argentino, dice que un asesor en comunicación política no carga con la responsabilidad de ganar unas elecciones: “Los estrategas están sobredimensionados. En realidad suman uno o dos puntos, lo que puede ser clave en una elección, pero no en todas”.
Hay otros más críticos con el historial de Gutiérrez-Rubí. Patricio Navia, politólogo chileno y profesor de la Universidad de Nueva York, considera que, al menos en Chile, Gutiérrez-Rubí ha tenido “más fracasos que éxitos”. Allí fue asesor de Joaquín Lavín, un político de derecha tradicional enfocado en un estilo cercano como el que ahora busca aplicar Petro, pero que perdió las primarias de la derecha en 2021 con un candidato desconocido.
Por ahora, las cifras de Gutiérrez en Colombia han sido positivas. Petro sacó la mayor votación de su historia, 8,5 millones de votos, en la primera vuelta, un resultado al que la estrategia de comunicación pudo aportar pero que está lejos de definir.
Para la segunda vuelta, Gutiérrez-Rubí se enfrenta a Ángel Becassino, el estratega de Rodolfo Hernández que viene de trabajar con Petro en 2018. Y mientras Becassino es una voz oficial de la campaña, Gutiérrez-Rubí sigue fiel su silencio y a su estilo calculador.
“Antes de aceptar un trabajo él y su equipo hacen una radiografía absoluta del votante de ese país. No repiten una estrategia, no copian fórmulas y no improvisan”, dice Nury Astrid Gómez, estratega colombiana quien ha seguido el trabajo del español.
Ese ha sido su sello: la calculadora dentro de la campaña y las emociones de cara al público. El propio Gutiérrez-Rubí dio la clave de su visión hace unos años, en una de sus pocas entrevistas: “¿Votaría a alguien a quien usted no pudiera abrazar? Porque a mí me costaría. Detrás de cada voto se esconde un afecto”.