Joselito Guerra de la Espriella, recordado por el escándalo del 8.000, es el mejor amigo de Uribe.

Ni siquiera en el partido de Álvaro Uribe todos tienen claro la importancia y el papel clave del exsenador sucreño José Elías Guerra de la Espriella en la vida del expresidente y en las movidas que últimamente lo hacen ver más cerca del proceso de paz.

Ni siquiera en el partido de Álvaro Uribe todos tienen claro la importancia y el papel clave del exsenador sucreño José Elías Guerra de la Espriella en la vida del expresidente y en las movidas que últimamente lo hacen ver más cerca del proceso de paz.

La última noticia que tenía el país político de Joselito Guerra, como le dice todo el mundo, era la de su cruzada para tumbar la condena que por enriquecimiento ilícito, estafa y falsedad en documento privado le dictó un juez sin rostro en el 98, dentro del escándalo del proceso 8.000.

En 2007 Guerra había llevado su caso ante el Comité de Derechos Humanos de la ONU argumentando, básicamente, que el Estado no le dio las debidas garantías, y tres años después ese organismo se pronunció a su favor y recomendó repararlo. El año pasado, no obstante, la Corte Constitucional se negó a reabrir el proceso y por lo tanto dejó en firme su castigo.

Uribista de los primeros, de los tiempos en los que Uribe tenía 2 por ciento de intención de voto a la Presidencia y hasta antes, Joselito Guerra no tuvo ninguna presencia mediática cuando se fundó el Centro Democrático. No hizo ni hace parte de su dirección nacional. Tampoco estuvo en el comité político en el cual la guardia pretoriana del expresidente armó las listas a Congreso.

Su apellido en el uribismo sonaba y suena fuerte únicamente a través de su hermana, la exministra y hoy senadora María del Rosario Guerra, quien con vuelo propio hace años se ganó la confianza de Uribe, se echó al hombro la organización de sus talleres por todo el país para ambientar la creación del partido y al final se quedó con el apetecido segundo puesto de su lista al Senado.

Aparentemente retirado de la política, el exsenador liberal parecía en el ostracismo.

Pero resulta que en realidad hoy es uno de los puentes que ha ayudado a acelerar las conversaciones sobre el proceso de paz entre Uribe y Álvaro Leyva, el exministro conservador e histórico mediador entre el Establecimiento cachaco y las Farc que hoy asesora jurídicamente a la guerrilla. Además, es el hombre fuerte que al oído del expresidente tira línea sobre la idea de la constituyente que defiende el uribismo.

Conversaciones con historia

En diciembre, el Centro Democrático hizo un foro sobre la paz e invitó al Procurador y a Álvaro Leyva, quien habló por más de una hora e invitó a Uribe a sumarse al proceso.

Fue Joselito Guerra quien en 2006 llevó a Álvaro Leyva a la Casa de Nariño para hablar de intercambio humanitario con el entonces presidente Álvaro Uribe. Estaba más vivo que nunca el drama del secuestro en Colombia y, según una persona que lo escuchó, Uribe autorizó a Leyva a explorar la posibilidad de un canje, pero tiempo después vino el asesinato de los diputados del Valle y la iniciativa se entorpeció.

Guerra y Leyva se hicieron cercanos a instancias de su amistad común con el abogado y excandidato a la Alcaldía de Bogotá Álex Vernot.

Vernot, de hecho, estuvo en dos de las reuniones entre Leyva y Uribe en Palacio, particularmente interesado en el tema del intercambio porque había sido compañero de Íngrid Betancourt en el Liceo Francés.

Aunque hoy Álvaro Leyva goza de la confianza y el respeto de Uribe y podría decirse que no necesita intermediarios para hablar con él, ese primer episodio contextualiza parte de lo que ha sucedido más recientemente, en el marco de los diálogos entre el Gobierno Santos y las Farc.

Convencido de que Uribe tiene que montarse al bus de la paz para que el país pueda pensar en una real reconciliación, y compartiendo con él la idea de una constituyente, Leyva comenzó diálogos con el expresidente hace unos dos años y medio cuando guerrilla y Gobierno ya estaban sentados en La Habana. Fue en una reunión a la que asistieron el periodista William Calderón (el de la columna ‘La barca de Calderón’), el entonces senador uribista Juan Carlos Vélez y el hoy senador Ernesto Macías.

Desde entonces, el mediador y el exprimer mandatario se han encontrado entre 10 y 15 veces más (son las dos cifras entre las que están tres fuentes que han asistido a varios de esos encuentros) para hablar de los acuerdos y de la refrendación de éstos, siempre a la sombra de la reiterada petición que Leyva ha hecho a Uribe tanto en privado como en público: que se vincule al proceso de paz.

A esas reuniones han ido uribistas de primera línea que han hablado con Álvaro Leyva como Fabio Valencia Cossio, José Obdulio Gaviria y Óscar Iván Zuluaga, pero como nos contó el propio Leyva al ser consultado en concreto por ese nombre: “El amigo de todas las horas ha sido Joselito (Guerra)”.

Por fuera de las vicisitudes de las dos corrientes en las que está dividido el Centro Democrático (el ala de los políticos de carrera como Fabio Valencia y el de los uribistas más ‘purasangre’ como José Obdulio), Guerra ha sido el gran promotor del diálogo de Uribe con el exministro godo, y también de la idea de la Asamblea Constituyente frente al expresidente.

Lo ha hecho tranquilamente sentado en la confianza de su amistad de 40 años con Uribe. Ambos hijos de ganaderos, los dos políticos se conocieron desde muy jóvenes y después militaron al tiempo en el movimiento Poder Popular de Ernesto Samper. Guerra es uribista desde que el exprimer mandatario se lanzó a la Gobernación de Antioquia y él estaba en el Senado.

El exsenador, hijo del fallecido cacique de la política tradicional sucreña José Guerra Tulena, cree que los acuerdos de La Habana no subsanan las fallas del sistema electoral o el de la justicia y que esos cambios se deben hacer vía constituyente. Y está convencido además que Uribe tiene que quitarse de encima la imagen de que es enemigo de la paz.

Y aunque el expresidente está lejos de hacer lo que le diga su amigo, sí lo escucha todo el tiempo. “Ellos son amigos al nivel en que Joselito le puede decir a Uribe lo que le da la gana, lo que pocos se atreven a decirle”, nos contó un alfil del uribismo que pidió no ser citado.

“Me consta que cuando era Presidente, a Uribe no se le podía decir nada malo de ese señor porque se ponía histérico. Su hija, Paula Guerra, fue diplomática, y entonces como lo son hoy eran los mejores amigos”, agregó por aparte otro uribista importante en el movimiento.

Eso sí: esa amistad no le alcanza a Guerra para ser un súper poderoso en el Centro Democrático. Aunque en la convención en la que Óscar Iván Zuluaga ganó la nominación como candidato a la Presidencia estuvo compartiendo con la crema y nata del uribismo en una cuarto exclusivo tras bambalinas, después de eso no se le ha vuelto a ver en ninguna reunión clave del partido.

Joselito tampoco tuvo mayor incidencia dentro de la colectividad en las pasadas regionales y de hecho en ocasiones se ha distanciado de su hermana María del Rosario por diferencia de criterios en el manejo político de la colectividad.

Su relación, todo indica, es con Uribe y de hecho hay varios senadores del CD que ni siquiera lo conocen personalmente, aunque las 11 fuentes consultadas para esta historia coinciden en que sí se ha movido alrededor de los encuentros con Leyva convocando, asistiendo y tirando línea a favor de la constituyente.

Varios de esos conocedores consultados, creen que Joselito podría tener alguna incidencia también en las movidas rumbo a las presidenciales de 2018, debido a que tiene un hermano senador en el partido de Germán Vargas Lleras: Antonio Guerra, de Cambio Radical.

En parte del uribismo, como en buena parte del país político y de la opinión, hay la expectativa de que por coincidencias ideológicas e intereses comunes Vargas y Uribe puedan terminar juntos en esas elecciones. Joselito es un vaso comunicante entre los dos y además cree que Vargas podría ser la opción del Centro Democrático en una eventual segunda vuelta.

De aquí a dos años veremos si se mueve o no en ese sentido. Por ahora, habrá que esperar qué resulta de las reuniones con Leyva y del punto común entre Uribe  y las Farc: la Asamblea Constituyente.

Fue periodista de historias de Bogotá, editora de La Silla Caribe, editora general, editora de investigaciones y editora de crónicas. Es cartagenera y una apasionada del oficio, especialmente de la crónica y las historias sobre el poder regional. He pasado por medios como El Universal, El Tiempo,...