El buen manejo de las regalías se traduce en un pueblo organizado, próspero, seguro y tranquilo. Aunque le llegada de foráneos gracias a la cantidad de plazas laborales que genera el petróleo tiene en riesgo la tranquilidad y la estabilidad de Castilla. Fotos: Juan Pablo Pino

Quizás esta sea la época dorada de Castilla La Nueva. Este municipio a menos de una hora de Villavicencio en el Meta es uno de los poquísimos municipios petroleros que no tiene conflicto armado, que es un ejemplo nacional por la forma como ha invertido las regalías, y que además, logró diseñar de forma participativa un Plan de Desarrollo que busca que para 2030 el pueblo no dependa del petróleo.  Pero para construir ese futuro, el municipio tendrá que enfrentar antes el recorte de las regalías, la expansión vertiginosa del proyecto petrolero y los impactos ambientales y sociales que está dejando y que habrá dejado la explotación.
 

Castilla hoy

Desde que se pisa Castilla La Nueva es difícil recordar que es un municipio colombiano. En vez del ajetreo y el colorido caos, este municipio de apenas 9 mil habitantes funciona como un relojito. Las cebras de las calles están pintadas nítidamente, hay poco comercio informal y mucho silencio. La cobertura de los servicios básicos es casi del 100 por ciento, hay Internet gratis y abierto en cualquier esquina de la cabecera municipal, el colegio  es muy amplio y tiene excelentes instalaciones deportivas, la estación de bomberos con sus carros es impecable,  y en pleno centro, se ve en obra un enorme hotel cinco estrellas.

Edgar Amézquita, Alcalde de Castilla La Nueva.
Hugo Muñoz, Secretario de Planeación de Castilla.

Lo único que no hay en Castilla La Nueva es jugo de frutas en los restaurantes. Y la razón es que en Castilla La Nueva la actividad agrícola ha disminuido drásticamente en los últimos años.  La tierra es para el petróleo, que se ha explorado desde los años sesenta y para la palma africana, que ya se expande en nueve mil hectáreas.

Tanto hace el petróleo parte de la identidad de Castilla, que el barrio central se llama Shell, como la primera empresa que llegó allí.  Y dicen que debajo de la plaza misma hay yacimientos de crudo. 

En el 2000 llegó Ecopetrol, y Castilla se convirtió en un campo productor. Con dos estaciones en el municipio, la enorme infraestructura petrolera se ve por todo lado: vías, tubos, plantas de energía y parqueaderos de decenas de tractomulas que traen el nafta para diluir el crudo. 

El petróleo ha traído al municipio regalías muy jugosas, alrededor de 45 mil millones de pesos al año.  Aunque históricamente ha habido serios problemas de corrupción, según le contó a la Silla Eduardo González, defensor del Pueblo del Meta, en las administraciones recientes ha habido grandes avances en el buen manejo de las regalías.

Castilla es el municipio con mayor conectividad en Colombia.  Según el Plan de Desarrollo, tres cuartas partes de los niños están inscritos en programas de recreación de deporte y nueve de cada diez ha recibido orientación sobre salud sexual y reproductiva. No hay ninguno que se quede por fuera del colegio.

El 95 por ciento de los niños tienen las vacunas todas al día.  Del 2007 al 2010, la tasa de mortalidad  de menores de un año por 1000 nacidos vivos bajó de 15,4 a 6,7. La cobertura del agua es total, aunque aun no es potable.

Los funcionarios de la Alcaldía explicaron a La Silla que la clave de este buen uso de las regalías está en que la administración incluye a la ciudadanía en la toma de decisiones importantes y en su ejecución. Esto se ve reflejado en la forma como fue construido el Plan de Desarrollo 2012-2015.

Para Paulo Javier Lara, del Fondo de Poblaciones de Naciones Unidas, quien conoce de cerca el proceso, es un Plan muy meritorio, porque en vez de contratar a un consultor, como suelen hacerlo los municipios con plata, lo escribió la Alcaldía misma.  Además, porque fue un ejercicio muy participativo que contó con más de veinte mesas de la comunidad.

“Como alcalde, el petróleo tiene de provechoso que con las regalías se puede invertir en salud y en educación,” le dijo Edgar Amézquita, Alcalde de Castilla.  “Pero como residente de Castilla creo que no es provechoso vivir en un municipio petrolero. Deja pasivos sociales y ambientales irrecuperables“.

Necesita flash player

El costo

Uno de esos ‘pasivos’ es la contaminación. El pueblo está rodeado por mucha agua. Tiene cerca tres ríos y casi 30 afluentes, allí llamados caños. Los cercanos al pueblo tienen agua diáfana, donde la gente se baña cuando va de paseo.  Luego de atravesar las estaciones de Ecopetrol, el agua de varios de los caños se ve aceitosa y oscura y toma un leve olor a nafta.

Pero el problema que más preocupa a los castellanos es el de la población flotante que viene a trabajar en los proyectos petroleros. Para un pueblo que en la cabecera municipal solo tiene 5 mil personas, que se conocen entre sí, la llegada de 2 mil foráneos tiene impactos grandes. La mayoría de los que llegan son hombres y con ellos, vienen con frecuencia los embarazos de adolescentes, y el consumo de alcohol y de drogas.

Además, la gente percibe que Ecopetrol y sus contratistas prefieren emplear gente de afuera y no del municipio, tanto como mano de obra calificada y no calificada.

Por eso, el viernes de la semana pasada hubo un paro de gente no solo de Castilla, sino de Guamal y Acacías –los dos pueblos vecinos-, que bloqueó las estaciones de bombeo e impidió el transporte de las mulas. Como resultado, el defensor del Meta convocó a la primera Mesa de Concertación Laboral el viernes pasado.

En la casa de la cultura de Castilla, estaban presentes los alcaldes de estos tres municipios, el gobernador delegado del Meta, el defensor y el vicepresidente de Ecopetrol. La audiencia eran inconformes representantes de las juntas de acción comunal, personeros y algunos concejales.

Las demás personas interesadas estaban en el Coliseo, donde se trasmitía en vivo toda la charla y desde donde podían hacer preguntas a los panelistas. Las quejas de las comunidades eran varias: incumplimiento de Ecopetrol de acuerdos anteriores sobre medidas de empleo y de medio ambiente, represión violenta de protestas legítimas y pacíficas de la ciudadanía, y, sobre todo, los obstáculos en la práctica que imponen  Ecopetrol y sus contratistas para  emplear a la gente de allá, especialmente a los jóvenes, con el argumento de que no tienen experiencia. 

Finalmente, se conformó una comisión entre Ecopetrol y representantes de los municipios con la veeduría de las alcaldías para encontrar soluciones.

El futuro de Castilla

El Plan de Desarrollo de Castilla La Nueva tiene un propósito claro: “en el año 2032 habrá superado la dependencia económica de la industria del petróleo gracias a la diversificación de su economía y a la conciencia ambiental y social de cada uno de los habitantes”.

Para ello prevé planear mejor el uso del territorio, convertirse en líder de agroindustria alimentaria y generar cambios culturales profundos a través de la educación.

El Plan compara a Castilla con el guerrero Aquiles, que fue bañado en aguas que le dieron fuerza,  pero cuyo talón quedó desprotegido. Así, el petróleo le ha dado fortalezas enormes al municipio, pero también debilidades.

Por ahora el municipio atraviesa una buena época. Ha logrado inversiones sociales importantes y una institucionalidad capaz de ejecutarlas y pensar a largo plazo. Va a necesitar mantener esta fortaleza para enfrentarse a cambios y obstáculos que se avecinan.

La primera barrera es el recorte de las regalías. Con la nueva Ley de Regalías que busca “repartir la mermelada“ o distribuir las regalías de manera más equitativa entre todos los municipios y no solo los productores, el municipio dejará de recibir las altas sumas a las que estaba acostumbrado.  

En 2012, Castilla apenas recibió 19 mil millones de pesos, menos de la la mitad de las regalías  del año anterior. En el 2015, solo tendrá el 10 por ciento de lo que recibía antes, o sea un poco menos de 5 mil millones de pesos.

La  Alcaldía ya ha tenido que ajustarse el cinturón. Con el superávit del año pasado, financió los restaurantes y comedores escolares pero prevé que tendrá que bajarle el ritmo a las vías, a la conectividad y a la construcción de nuevos espacios públicos. Como tiene ya una infraestructura avanzada, tiene que mantenerla, y para eso, habrá dificultades económicas. 

Con Ecopetrol está negociando que aumente la inversión social y que esta se encamine a responder a las necesidades encontradas en el Plan de Desarrollo y no en proyectos sin aislados. La empresa está de acuerdo con eso. Pero el riesgo de que se conjuguen las inversiones de la Alcaldía con las de la empresa, es que la primera pierda autonomía.

A mediano plazo, el municipio tendrá que convivir con el crecimiento del proyecto petrolero, en concreto, con la construcción de dos estaciones nuevas y una termoeléctrica. Sobre todo porque las licencias ambientales que dan vía libre para la explotación petrolera se entregan en Bogotá, en la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales y a duras penas, el municipio se entera del proyecto que se acerca y de sus impactos.

“Dar licencias sin consultarle al municipio va en contra de su autonomía. Por ejemplo, se piensa hacer explotación en una zona donde el municipio tenía pensado el desarrollo agropecuario”, cuenta Hugo Muñoz, Secretario de Planeación. “En este momento no sabemos el alcance y la magnitud de estos proyectos“, agregó.

Por ejemplo, las autoridades municipales no saben cuál va a ser la nueva población flotante. Calculan que podrían ser dos mil o más personas. Esto representa, entre otros, impactos en los servicios públicos y en la oferta de vivienda. “Todo esto puede desbordar a las competencias municipales”, dijo el Alcalde. Ni él ni su gabinete entienden entienden cómo una decisión relacionada con la industria extractiva tomada en Bogotá pueda anular las decisiones de las autoridades municipales, protegidas por una Constitución que le apuesta a la descentralización.

A largo plazo, la empresa abandonará el campo de explotación y esta situación no será sencilla. La gente ha cambiado su forma de vida y se ha ido urbanizando, según cuenta el secretario de Planeación.  Es mucho más rentable trabajar en la petrolera que en el campo, además, porque los precios han subido y los jornales agrícolas ya no alcanzan.  El uso del suelo también habrá cambiado mucho más por el petróleo y por la palma y el medio ambiente se deteriora sin que se sepa exactamente en qué medida.

“Los pasivos no los hemos podido a calcular a largo plazo“, concluye el Alcalde. Castilla tendrá que convivir con cambios importantes en los próximos años, y aun así, no perder el ritmo del progreso que le ha traído el petróleo y del esfuerzo en alcanzar sus metas.