El domingo pasado Gustavo Petro dio una entrevista El Tiempo que, como suele suceder, puso a todo el país político a hablar. Esta vez, porque repitió que lo primero que haría el 8 de agosto si gana la Presidencia es cesar la contratación de exploración de petróleo.
“Es un mensaje claro: vamos hacia una economía productiva, no extractivista”, dijo, desatando toda una polémica.
Es una afirmación que ya ha hecho varias veces y que vale la pena tomarse en serio porque si sale elegido, el cese de la exploración de petróleo y el fin del carbón serán tan centrales en su Gobierno como lo fue el también polémico cambio de modelo de las basuras en Bogotá.
El fin del petróleo encarna como ninguna otra de sus propuestas el cambio radical que ofrece Gustavo Petro y que justifica en la mente de los que quieren votar por él cualquier alianza política cuestionable que esté haciendo o cualquier otra falla que pueda tener.
Al mismo tiempo, su propuesta sobre el petróleo profundiza los temores de quienes ven en su ascenso en las encuestas una amenaza para el futuro del país, porque en la mente de quienes le temen es un ejemplo de que en pos de una visión antimercado llevará a Colombia al despeñadero económico.
Tanto las ilusiones como los temores que despierta su propuesta sobre el petróleo sirven para entender el fenómeno político que encarna Gustavo Petro.
El cambio climático
En 1994, Petro salió por primera vez de Colombia. Acababa de fracasar su aspiración al Senado y había recibido su primera amenaza de muerte. Varios compañeros suyos del M-19 habían sido asesinados, y el entonces presidente César Gaviria le ofreció un puesto diplomático de segundo nivel en Bélgica.
Lo aceptó resignado. Y allá llegó a Bruselas, una ciudad fría donde se sentía terriblemente solo. Pero, según cuenta en su libro “Una vida, muchas vidas”, un diplomado que hizo en la Universidad de Lovaina en Medio Ambiente y Desarrollo Poblacional lo salvó de la depresión.
“En la universidad me sentí inmerso en un mundo cosmopolita”, escribe en su autobiografía. “Ahora podía acercarme a la teoría, a los conceptos que criticaban lo que observaba: ese capitalismo voraz y neoliberal que se había devorado al planeta en unos pocos años. Y lo entendí, por primera vez, desde la relación entre el desarrollo económico y la naturaleza. Desde entonces, la lucha por el medio ambiente y por el reequilibrio con la naturaleza ha sido una de mis cruzadas políticas.”
No es en el marxismo sino en su discurso ambiental donde está la raíz de la transformación radical que Petro le ofrece a Colombia. Y es una transformación que apunta directamente al modelo económico que rige el país.
“El cambio climático se trataba y se trata de supervivencia humana, y de una crítica al capitalismo y a la acumulación de capital en todas sus formas”, escribe en su libro cuando habla de su gestión en la Alcaldía de Bogotá en 2013.
“Ese tema para mí era central como un programa político dentro de la campaña a la Alcaldía. [..] Estábamos construyendo una nueva narrativa de la ciudad, alejada de la visión clásica tradicional de izquierda, que mantenía el Polo, y tremendamente diferente de la propuesta de neoliberalismo salvaje de Enrique Peñalosa”.