Hoy en una cadena nacional, Nicolás Maduro, el vicepresidente y sucesor ungido de Hugo Chávez, hizo una alocución en la que dijo que los enemigos de la revolución chavista le habían “inoculado” el cáncer a Chávez y reconoció que éste estaba en grave estado de salud. Fue un discurso preparativo para el anuncio sobre la muerte de Chávez (que fue confirmada poco antes de las 5 de la tarde), que sería un golpe para el proceso de paz con las Farc.
Como lo contó La Silla en otra historia Nicolás Maduro, el ungido por Chávez, asumirá las riendas de Venezuela cuando el presidente se muera.
Si es elegido presidente en las próximas elecciones con suficiente fuerza para garantizar su poder dentro del chavismo y no se percibe un riesgo de cambios internos, Venezuela seguirá apoyando el proceso y éste podría seguir su curso actual. Un analista venezolano que conoce el chavismo por dentro describió a Maduro como un hombre hecho a la imagen y semejanza de la revolución bolivariana: un sindicalista que creció a la sombra del chavismo y que le debe toda la lealtad a Chávez y su obra. Y que está muy comprometido con el proceso de paz.
León Valencia, que estuvo hace unos meses con Maduro, ratificó ese compromiso. Además porque un acuerdo de paz con las Farc contribuiría a solucionar un problema grande en la frontera venezolana, ecuatoriana y brasileña; acabaría con un temor –real o imaginado- de una eventual intervención armada de Estados Unidos en la región; reforzaría la imagen que existe entre los países de la Unasur de que los problemas de la región se pueden resolver internamente y de que la izquierda puede lograr los cambios sociales que promueve por la vía democrática.