Alfázar González les contó que cuando era alcalde de Frontino, un pueblo cafetero y ganadero al Occidente de Antioquia, un campesino se negaba a que el municipio le construyera un acueducto porque el agua era de Dios y con Dios nadie se metía. Lo convenció de las bondades del agua potable diciéndole que a Dios había que ayudarlo. El hombre puso el trabajo, Alfázar consiguió el dinero, la vereda logró bienestar.

Foto: Miguel Torres, La Silla Vacía  (Ver todas la imágenes 10 en total)

Alfázar González les contó que cuando era alcalde de Frontino, un pueblo cafetero y ganadero al Occidente de Antioquia, un campesino se negaba a que el municipio le construyera un acueducto porque el agua era de Dios y con Dios nadie se metía. Lo convenció de las bondades del agua potable diciéndole que a Dios había que ayudarlo. El hombre puso el trabajo, Alfázar consiguió el dinero, la vereda logró bienestar.

Con esta historia Alfázar González, hoy asesor presidencial para municipios y regiones, inició una reunión con cinco alcaldes de la Orinoquia colombiana que en febrero pasado pisaron por primera vez en sus vidas la Casa de Nariño. “Aquí hay que volverse cansón. El líder que más visita es el que más lleva o, como dicen en mi tierra, el que más saliva tiene, más hojaldra saca. Gerencien, no administren”, les decía entre consejos de cómo, cuándo y dónde conseguir recursos para llevar a sus regiones.

Los alcaldes, que en el Estado poco o nada creen de tan lejos que viven, de tan poco que reciben, de lo ajenos que son al poder central, respondieron con reverencias y aplausos. Al fin alguien los recibía, los oía, pero sobre todo les resolvía los temas dándoles teléfonos, citas, nombres.

“En el primer año de gobierno del presidente Álvaro Uribe entraron a Palacio más alcaldes que todos los que pasaron en gobiernos anteriores”, explicaría Gilberto Toro, director de la Federación Colombiana de Municipios, el gremio que aglutina a los gobiernos locales. “La relación del presidente con los alcaldes es directa y Alfázar es lo que esperan los alcaldes del gobierno. Alfázar es la médula ósea de Uribe”.

A Alfázar, ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Medellín de 52 años, lo conocí en 2008 cuando escribí un perfil periodístico sobre José Obdulio Gaviria, ex asesor de Uribe. Entró de repente a la oficina de Gaviria sin golpear siquiera. Más que asesor presidencial, me pareció entonces un hombre bonachón, de pantalones sin planchar y zapatos sucios de barro, con esa risa fácil y contagiosa propia de los mercaderes de pueblo que convencen de lo que quiera a cualquiera.

Pero al igual que José Obdulio, quien se presentó como un simple consejero que en la práctica incidía en contrataciones y licitaciones públicas, Alfázar habla de si mismo como si lo suyo fuera poco. “Soy el que mercadea el gobierno nacional” y sin embargo administra lo que podría llamarse la tienda trasera de Palacio, la que no se ve, la de las pequeñas cosas que todas juntas no lo son tanto.

Alfázar, quien trabaja con Uribe desde 1982, contesta, llama, resuelve, ejecuta las peticiones de más de mil gobernantes locales que lo llaman a pedirle desde ambulancias, hospitales, colegios y escuelas, hasta que los ayude con pensiones atrasadas. En Alfázar el uribismo está más que sembrado y posicionado en Colombia. “La gente quiere seguir siendo escuchada. Uribe dejó una manera de relacionarse con los gobiernos locales y esa forma van a tener que continuarla sea Uribe o el que sea. Los alcaldes no van a retroceder ese contacto”, justificaría Toro con cifras de por medio. Hace seis años asesinaban un alcalde por mes y casi el 40% de los municipios no tenían alcalde. Hace cuatro años no secuestran un solo alcalde. Y ese estilo de vida la gente quiere continuarla.

 

Por eso en Palacio la andanada en torno a las regiones lo es todo. Allí funciona la Alta Consejería para la Competitividad y las Regiones, encargada de hacerle seguimiento a los planes regionales de largo plazo y también está la oficina que maneja los Consejos Comunales de Gobierno, el gran escenario de Uribe para administrar las regiones. No contento con eso, en 2002 Uribe decidió inventarse el cargo de Alfázar. “El presidente quería abrirle las puertas a la provincia porque tanto Planeación Nacional como Ministerio de Hacienda eran muy complicados”, explicaría este hombre que como pocos entiende las necesidades micro pues en dos ocasiones fue alcalde de Frontino (1992 y 1998). Y en la provincia, acostumbrados a relacionarse con el Estado a través de los congresistas y una que otras veces la Federación, el papel de Alfázar y su línea directa con el presidente, ha sido más que un bálsamo.

Aquella mañana de alcaldes y problemas del Orinoco fue evidente el alivio de sentirse no sólo escuchados sino resueltos. “No lo conocía a usted pero con la charla y la luz de esta reunión me acaba de dar la motivación para seguir adelante”, le diría Fair Díaz, el alcalde de Doncello, Caquetá, quien ese día pidió Internet y consejos para ejecutar 150 millones de pesos para vías terciarias. “Métale adoquines. Rinde la plata, se genera empleo y dura más”, le dijo.

“Alfázar enlaza todas las esferas del gobierno, entidades centralizadas y descentralizadas. Antes de Alfázar era muy difícil todo porque se llegaba a Bogotá y no había contactos, enlaces, rutas trazadas. Uno perdía el viaje a Bogotá en burocracias, como un loco para arriba y para abajo. Uno se quedaba en mandos medios que sólo entorpecían la gestión”, contaría Juan Pablo Bernal, ex alcalde de Begachi, Antioquia, quien en 2005 logró a través de Alfázar y sus contactos que la DIAN le donara una máquina multi-niveladora, una retroescavadora y un jeep. “Mejoramos vías. Tenemos 320 kilómetros de vías rurales en perfecto estado gracias a esa donación de mil millones de pesos”.

Pero a Alfázar nadie lo conoce. Ni siquiera en el departamento de prensa de la presidencia sabían de este hombre y de su cargo. Tampoco sabían que tenía oficina, anodina, llena de papeles que todo lo tapan. La despedida se hace entre llamadas y viajes pendientes. La última que recibió aquella mañana de febrero venía de Granada, Meta, donde una señora estaba desesperada tras dos días sin luz. Alfázar hizo puente inmediato con la empresa de energía y en menos de dos horas el problema estaba resuelto. Pero nadie lo supo.