Hace pocos días, cuando en el debate de Caracol Gustavo Petro dijo que no votaría por Gina Parody porque no ha vivido entre pobres, Parody le respondió diciendo que ella estaba orgullosa de haber nacido con oportunidades, haber podido aprovecharlas a fondo y que su sueño es que todos los bogotanos tuvieran las mismas oportunidades que ella. Ésa es, quizás, la mejor definición de su carrera política y de su personalidad: Parody es una persona que nació con muchos privilegios y que ha sabido aprovechar las oportunidades que se le presentan. Y lo ha sabido hacer porque es una política metódica, disciplinada y ambiciosa.

La pasión por la política
La alianza de Parody con Mockus fue una movida audaz de Gina que la sacó del pelotón de atrás y la puso en el juego.
En su campaña a la Alcaldía, Parody ha mostrado su disciplinada preparación.
Parody siempre estuvo en la bancada uribista. Defendió el  referendo de Uribe, el Estatuto Antiterrorista y la primera reelección, entre otros proyectos clave del uribismo.
 
Uno de los congresistas con los que trabajó más de cerca fue Armando Benedetti. Coincidieron no solo en su uribismo sino en su defensa de las libertades individuales en proyectos como el de penalización de la dosis mínima.

Gina Parody creció en un hogar de clase media que cada vez se convertía más en uno de clase alta. La menor entre cuatro hermanos, Parody siempre ha sido la mimada. Cuando Gina nació, su papá, Luis Alfredo Parody, un barranquillero que había comenzado su carrera como vendedor en una empresa extranjera de logística en transporte, había escalado posiciones dentro de la compañía hasta llegar a ser el gerente. Y cuando Gina tenía apenas dos o tres años, los extranjeros decidieron irse y Parody les ofreció comprarles el negocio. Así la familia dio el paso a otro estatus social.

Sus hermanos vivieron más la transición. Luis Carlos, Alfredo y Manuel ya eran adolescentes. En cambio, Gina, que es diez años menor que Manuel, el tercero y la persona que más influencia tiene en su vida, creció en esa nueva situación.

Su estudio en el colegio de monjas El Sagrado Corazón, su pasión por el ballet, su ingreso a la Facultad de Derecho de la Universidad Javeriana, todo eso lo vivió en Bogotá y no en la Costa, en una familia que se podía permitir cada vez más gustos.

Gina no sólo vivió llena de posibilidades, con unos padres que se desvivían por ella, sino que también vio el ejemplo de su padre, un hombre conocido en el mundo de los agentes de aduana y los empresarios portuarios y de transporte marítimo como un trabajador incansable.

Además, vio que ese trabajo daba frutos: de gerente de una empresa extranjera, Parody pasó a ser el dueño de esa empresa y de ahí a construir un conglomerado económico, todo durante la vida de su hija menor.

Siguiendo el ejemplo de su papá, Parody se convirtió en una mujer trabajadora y decidida. Aunque la candidata ha dicho que ella ha trabajado desde archivadora hasta miembro de junta directiva de empresas de su grupo familiar, no pareciera por su hoja de vida que haya ejercido ninguno de esos cargos tiempo completo. La administración de empresas no era su pasión.

Su pasión, la política, la descubrió en medio de las olas de indignación por el proceso 8.000 contra el ex presidente Ernesto Samper. Indignada ella también, se ofreció como voluntaria en la campaña presidencial del precandidato liberal Alfonso Valdivieso, héroe del proceso desde su papel como fiscal. Aunque Valdivieso terminó apabullado, Parody tuvo su primera experiencia política. Y le gustó.

Lo comprobó luego, al año siguiente, cuando la periodista María Isabel Rueda llegó a la Cámara de Representantes y, por consejo de Rafael Pardo, contrató a Parody como miembro de su UTL. Parody tenía en ese momento 24 años. “Gina era la única miembro de mi UTL y era la más chiquita y la más eficiente de todos los asistentes de las UTL. Era de una disciplina impresionante”, dijo Rueda a La Silla Vacía.

Durante los dos años que estuvo Rueda en el Congreso, con el apoyo de Parody, trabajaron duramente en prorrogar la Justicia sin Rostro, bajo la tesis de que, dado que el narcotráfico no había terminado, tampoco debería terminar este mecanismo de justicia excepcional. Ese proyecto no salió, pero sí sacaron adelante una reforma al Código de Procedimiento Penal y una ley que tipificó el delito de desaparición forzada en el país.

Ese tiempo le permitió a Parody conocer el Congreso. También le abrió las puertas a los medios de comunicación y le dio acceso a los periodistas más poderosos como Julio Sánchez Cristo, Yamid Amat y Felipe López.

Parody también aprovechó la oportunidad para darse a conocer, establecer contactos políticos y definir su camino. Su jefe le presentó a quien sería su mentor en los años siguientes, Álvaro Uribe. Y Gina, dando muestras de su olfato político, reconoció en Uribe una figura en ascenso.

En una reunión en Cartagena organizada por la Andi, en la que estaban presentes todos los candidatos que aspiraban a la Presidencia en 2001, Parody escuchó a Uribe y quedó encantada. Le pidió a María Isabel que se lo presentara. Rueda llamó, entonces, al candidato y le dijo que su asistente lo quería conocer. Uribe la entrevistó pero le pidieron tantos papeles para contratarla, que Parody abandonó la idea. Hasta que la periodista nuevamente llamó a Uribe y lo convenció de contratarla de una. Y así comenzó la historia de Gina con Uribe.

Su carrera en el uribismo

 

Ya en el Senado, Parody se fue desmarcando del uribismo purasangre que la había caracterizado en la Cámara.

Gina Parody apareció en la vida pública de repente, como caída de la nada, pero apareció en grande.

En 2001, cuando Uribe tenía el 2 por ciento en las encuestas, Parody se unió a su campaña presidencial. Le ayudaba a hacer sus discursos y formaba parte del equipo programático del candidato. En enero de 2002, se decidió que ella se lanzara como candidata a la Cámara por Bogotá.

Con 28 años, una campaña independiente de la mano de Uribe, quien la acompañó a inscribirse en la Registraduría y sus características gafas, fue una de las sorpresas electorales: obtuvo 73 mil votos, la segunda votación después de la de Gustavo Petro.

Su campaña cabalgó sobre los hombros del auge de Uribe, pero también sobre las cuantiosas inversiones de Parody en publicidad, que lograron posicionar su imagen de mujer joven, renovadora, independiente de los partidos y uribista. En su campaña a la Cámara andaba con su equipo en un Transmilenio de cartón para invitar a las personas a “subirse en el bus” de Álvaro Uribe.

En los años siguientes, Gina fue un soldado de Uribe en la Cámara. Apoyó proyectos clave y muy polémicos del ex presidente como el estatuto antiterrorista y, sobre todo, la reforma constitucional que permitió la primera reelección. Parody se identificaba con el proyecto uribista hasta el punto de hacer el curso de oficial de la reserva. Es teniente de la reserva.

Parody fue ponente del Estatuto Antiterrorista en 2004, que durante los primeros dos años del gobierno de Uribe se convirtió en el caballito de batalla entre los partidarios del Presidente y sus más enconados opositores. Ex constituyentes, columnistas como Antonio Caballero, ONG de derechos humanos y la ONU cuestionaron desde el empadronamiento en zonas críticas de violencia hasta las capturas sin orden judicial y facultades de policía judicial a las Fuerzas Militares incluidas en la ley.

Parody defendió públicamente propuestas duras, como detenciones preventivas por 72 horas sin derecho al hábeas corpus. El Congreso lo aprobó y luego la Corte Constitucional la declaró inexequible. Este proyecto fue la primera gran vitrina de Parody, en esa época la figura joven más prominente de la derecha, ante los medios.

Frente a la primera reelección de Uribe, Parody defendió la propuesta inicial de Noemí Sanín, fue una de las escuderas de su paso por la Cámara y era asistente asidua de las reuniones en la Casa de Nariño para asegurar el paso del proyecto. Parody estaba tan convencida que propuso un referendo ciudadano como plan alterno para asegurar la reelección. Con Óscar Iván Zuluaga, Manuel Enríquez Rosero, Nancy Patricia Gutiérrez y Adriana Gutiérrez, fue una de las redactoras del proyecto de reforma constitucional para cambiar el ‘articulito’.

También, con uribistas como Mario Uribe, Sandra Ceballos, Adriana Gutiérrez y Carlos Ignacio Cuervo, había fundado el Nuevo Partido en 2003.

Era una uribista purasange, pero que ya marcaba sus diferencias frente a lo que eufemísticamente se comenzó a llamar el ‘uribismo rural’, que eran los uribistas ligados a los paramilitares.

Aunque en muchos aspectos Parody actuaba como un alfil obediente de Uribe, frente a los paramilitares siempre mostró su independencia: en 2004 cuando los jefes paramilitares de las AUC Salvatore Mancuso, Ramón Isaza y Ernesto Báez visitaron el Congreso y fueron recibidos con aplausos y discursos elogiosos por muchos congresistas, Parody y Rafael Pardo se quedaron sentados mientras muchos de sus colegas aplaudían de pie. Ya para ese día, según contaron personas que la conocían en esa época, Parody había llegado a la conclusión de que la vida política de Uribe había llegado a su tope, mientras que la de ella estaba empezando y que en el futuro tendría que defender cada paso importante en su carrera. Con esa convicción dio un discurso impresionante contra la presencia de los paras en el Congreso.

Valientemente, salió en los medios a criticar el episodio. “Fue un espectáculo vergonzoso y lamentable. Lo que tenemos que esperar es que todos los delincuentes terminen aquí explicando por qué cometieron sus delitos” le dijo a El Tiempo.

También se enfrentó con el Alto Comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo en la discusión del primer proyecto presentado por el Gobierno que prácticamente amnistiaba a los paramilitares.”El proyecto de Justicia y Paz del Gobierno no tiene verdad y no trae justicia” dijo entonces, marcando su distancia con el Gobierno en ese tema en concreto. 

La posición de Parody frente a este proyecto no se quedó en discursos. Con Rafael Pardo y Andrés González, en el Senado, y con Luis Fernando Velasco, Gustavo Petro, Venus Albeiro Silva y Wilson Borja en la Cámara, trabajó en un proyecto alternativo de Justicia y Paz que incorporaba los estándares internacionales de derechos humanos, pero que finalmente fracasó, ante la aprobación del proyecto del Gobierno. Sin embargo, ante la presión internacional, el Gobierno acogió algunos puntos de los presentados por Pardo, Parody y sus compañeros.

El debate se centró, en gran medida, en hasta dónde se acogían esos puntos, como el de la confesión como requisito para acceder a los beneficios de la ley. El proceso terminó con la aprobación del proyecto del Gobierno, en una tumultosa sesión en el Congreso en la que Parody salió chiflada y abucheada por sus propios compañeros.

El trámite de este proyecto de Justicia y Paz puso en evidencia para muchos que la agenda que estaba tratando de sacar el gobierno de Uribe era la de los parapolíticos y que los políticos decentes de centro derecha como Parody eran más bien la cara bonita del uribismo que se ponía en Bogotá mientras que detrás se tejían alianzas más complicadas.

Comienza a marcar distancia

A partir de ese momento, Rafael Pardo se retiró del uribismo. Parody, en cambio, siguió siendo una uribista purasangre, pero ya marcaba públicamente sus diferencias con otros uribistas.

“Me queda de pa’rriba hacer algunas alianzas con ciertos sectores del uribismo. Yo no me puedo quedar ni con los viejos ni con aquellos que no objetaron el proceso de paz con los paras” le dijo a El Tiempo en agosto de ese año cuando estaba dudando si seguir dentro del uribismo.

Decidió lanzarse como independiente al Senado e incluso alcanzó a recoger 65 mil firmas para ello, pero finalmente volvió al redil del recién fundado Partido de La U, aunque allí seguía la gente que no había objetado el proceso de paz con los paras y donde había varios candidatos que ya habían sido cuestionados por parapolítica.

En esta situación, Parody mostró una vez más sus habilidades políticas. Con sus dudas se valorizó: llegó a La U a encabezar la lista al Senado.

Además, exigió que se expulsara a cualquier político señalado de vínculos con los paramilitares –justo cuando se estaba desatando el escándalo de la parapolítica. El Tiempo afirmó que ella había solicitado que sacaran a Luis Eduardo Vives, Habib Merheg, Dieb Maloof, y éste último dijo que demandaría a Parody. Pero luego la misma Parody negó haber dado nombres específicos y Armando Benedetti escribió que quien habían logrado ese veto era César Gaviria.

En cualquier caso, con sus exigencias -que fueron ampliamente reproducidas por La W y los demás medios que hasta ese momento llevaban seis meses ignorando las denuncias de la parapolítica realizadas por Claudia López en Semana.com- Parody desencadenó una fuerte purga en La U y Cambio Radical, que llevó a que buena parte de los parapolíticos terminaran en partidos como Colombia Viva. Así, Parody no sólo se valorizó, sino que logró una victoria en la limpieza de su partido.

En esa época decía “una cosa es Uribe y otra el uribismo” y luego afirmó que no se sentiría representada por José Obdulio Gaviria como presidente de La U, una idea que sonó en ese momento y alcanzó a ser dada por cierta por El Tiempo.

Cuando Juan Manuel Santos, entonces director de La U, expulsó a Dieb Maloof, Habib Merheg y Luis Eduardo Vives, tres de los congresistas más cuestionados, Parody aceptó encabezar la lista de La U. Sin embargo, en ese momento no dijo nada frente al hecho que en la lista de La U había otros personajes que ya en ese entonces habían sido cuestionados por sus vínculos con los paramilitares como Mauricio Pimiento o Zulema Jattin en las columnas de Claudia López y en artículos de Semana.com. Tampoco dijo nada cuando en esa misma rueda de prensa, Juan Manuel Santos ‘reveló’ maliciosamente que Rafael Pardo estaba buscando aliarse con las Farc para evitar la reelección de Uribe, a pesar de la cercanía de Parody y Pardo en los primeros años en el Congreso.

A finales de 2006 su malestar con el uribismo creció. Con Armando Benedetti, Marta Lucía Ramírez, Mauricio Lizcano y Nicolás Uribe armó una disidencia de uribistas que no estaban contentos en La U, una situación que los llevó a quedar al borde de la expulsión de ese partido. Se enredaron en una fuerte disputa con Carlos García Orjuela, presidente de ese partido. Y lo acusaron de avalar a candidatos cuestionados o con poca sintonía ideológica con el partido, en las elecciones locales de 2007. De no haber mediado el presidente Uribe, seguramente habrían terminado expulsados, pero la ruptura entre los uribistas ‘urbanos’ y los ‘rurales’ quedó viva.

Esa ruptura tuvo efectos en las decisiones de Parody. En 2007 decidió no apoyar a nadie a la alcaldía de Bogotá, a pesar de que La U apoyaba a Peñalosa. En 2008 pidió a la Fiscalía que avanzara en sus investigaciones contra los parapolíticos del Magdalena, que habían hecho parte del uribismo

Y durante todo este tiempo mantuvo sus críticas al proceso de reinserción de los paramilitares, al que llamaba una pantomima.

Pero la decisión que finalmente llevó a Gina a romper con Uribe fue la segunda reelección. Desde 2008, ella se opuso públicamente a esa posibilidad y se declaró una uribista no reeleccionista más. Según dijo en una entrevista con El Tiempo, a mediados de ese año ya tenía en mente la intención de irse del país a estudiar y así le explicó su salida a Clara Elvira Ospina, en RCN Televisión.

Aceptar que el uribismo y Uribe no eran lo que ella había pensado fue duro para Parody personal y políticamente. Gina nunca apuesta para perder. En todo en su vida ha sido una ganadora y aceptar la derrota de una apuesta personal y política que había hecho con todo el corazón y el convencimiento era muy duro.

Y también era miedoso. Sabía que el castigo de retirarse iba a ser enorme: el descrédito y el ostracismo. El ejemplo de lo que le habían hecho a Rafael Pardo y luego a Germán Vargas Lleras (y eso que no era claro el origen del atentado desde el DAS) era indicador suficientemente fuerte de cómo trataba Uribe a los que consideraba traidores.

Irse del país era la mejor forma de protegerse de la misma receta. Y a diferencia de los demás políticos, su curul no era su vida, no se iba a aferrar a ella como si nunca más fuera a conseguirla. Parody está convencida de que puede lograr, con disciplina y trabajo, lo que se proponga en la vida. Reingresar a la política no iba a ser la excepción. Y de hecho, no lo fue.

En todo caso, Parody decidió dejar su curul sin desafiar demasiado a Uribe, es decir, sin quedarse a obstruir su segunda reelección. Fue un paso calculado, pero no por ello menos lleno de convicción.

Su curul la heredó Marco Alirio Cortés, un uribista reeleccionista. Con lo apretada que estaba la votación del referendo que permitiría esa segunda reelección en el Congreso, ése era un voto clave para el Gobierno y al hacerse Parody de lado, Uribe lo obtuvo. Por eso Parody no se llevó los aplausos de las personas que estaban contra la reelección al abandonar el Congreso. En lugar de votar en contra, como podría haberlo hecho y como esperaban muchos, Parody le dejó el espacio a alguien que estaba claramente a favor de la reelección.

Los uribistas, obviamente, también resintieron la decisión de Parody. No sólo se quedaban sin la cara de mostrar sino que el que la más consentida del ex presidente se le volteara era un golpe grande para la credibilidad del Gobierno. En Casa de Nariño no se quedaron quietos e inmediatamente entre los periodistas pusieron a correr el rumor de que Parody se había ido a un centro de rehabilitación para superar una depresión.

Sin embargo, comparado a cómo le fue a otros que se le voltearon al Presidente, a Parody le fue bien. Su regreso a esta campaña y la distancia con Uribe, que se tradujo en desdén mutuo y no en odio y persecución, demuestran que su cálculo sobre cómo alejarse de Uribe, minimizando el daño, fue acertada.

La obsesión por el trabajo

 

En el Congreso, Parody se caracterizó por la seriedad de sus debates. Esa habilidad para hablar en público también le ha servido mucho en esta parte final de la contienda.
 
Gina es muy mala para perder. Cuando está compitiendo se emplea a fondo para ganar y sabe quién le ayuda a hacerlo.

 
 
 

Ella calculó alejarse de Uribe tanto como calculó acercarse a Antanas Mockus, cuando las encuestas mostraban que se disputaría entre el cuarto y el quinto lugar. Y en ambas cosas acertó. Muy pocas veces es impulsiva. Y cuando lo es le sale mal. Gina no es una quijote soñadora, es una política metódica y disciplinada.

Uno de los rasgos más sobresalientes de Gina es su capacidad de trabajo. Pero lo que más la caracteriza, según sus allegados, es que esta capacidad no la usa de forma volátil, sino que es una persona que se define objetivos y le pone toda la energía para lograrlos. Organizada, metódica, una vez Parody define lo que quiere, su segundo paso es definir qué o quién necesita para lograrlo. Y luego se pone manos a la obra, sin titubear ni descansar.

Parody ha hecho una carrera de manual. Desde que estuvo en el Congreso, tenía claro que su meta era llegar a la Alcaldía de Bogotá. Empezó con políticos tradicionales de alto perfil, buena imagen y alto reconocimiento en Bogotá.

Luego, en el Congreso, se aplicó a trabajar en función de Bogotá, a diferencia de muchos congresistas que se eligen por la capital pero luego olvidan defender sus intereses.

En los debates sobre el referendo que propuso Álvaro Uribe cuando empezó su primer gobierno, por ejemplo, defendió a Bogotá: rechazó la reducción de curules para la capital, lo que le valió roces con colegas uribistas de otras regiones; apoyó en el Congreso la propuesta del entonces alcalde Antanas Mockus de tramitar una ley para aumentar vía impuestos los recursos para la ciudad; en 2003, fue una de las representantes que amenazó con no votar el Plan de Desarrollo de Uribe si no le daba más recursos a la ciudad; estuvo pendiente e hizo debates de control político por la seguridad en Bogotá.

Todo eso le permitió conocer de primera mano la situación de la ciudad, como ella lo resalta en la campaña. Y en 2008 ya se decía en el Congreso que ella iba a ser el siguiente alcalde de Bogotá, según contó Margarita Posada en El Tiempo.

Sus estudios también los enfocó en Bogotá. Ya sabiendo que quería trabajar en política, después de terminar Derecho se especializó en resolución de conflictos. Y antes de lanzarse a la Cámara estaba haciendo una maestría en teoría política en Nueva York, que finalmente no terminó, pero que seguía marcando su derrotero.

Pero después siguió estudiando, cada vez más orientada no hacia la política en general, sino hacia la administración y las ciudades. En 2008, mientras era senadora, hizo un máster virtual de la Universidad Abierta de Cataluña en Gestión de Ciudades Urbanas del Siglo XXI y tomó cursos especializados en plusvalía y asentamientos informales. Y luego, al retirarse del Congreso, hizo una maestría en administración pública en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard.

Parody construye sus ideas desde el conocimiento académico y la asesoría técnica de expertos, a diferencia de otros candidatos que lo hacen desde el conocimiento empírico. Por eso ella está llena de cartones de grado y gasta horas enteras escuchando a asesores.

Tuvo asesores para definir sus proyectos de ley y ahora tiene varios para asesorarla en sus programas de gobierno. Pero también los tiene a nivel personal. Ha tenido entrenadores para hablar en público, por ejemplo. Cuando estaba en el Congreso y tenía que hacer una presentación especialmente importante, como una ponencia de un proyecto de ley, lo preparaba con su entrenador. Hace ejercicio o yoga a diario, para mantenerse despierta, energética, y poder trabajar. Siempre ha tenido una maquilladora, que le ayuda a estar siemrpe impecablemente presentada. Se cambia de gafas varias veces al día y siempre las usa, como marca personal.

Con todo eso, Parody ha creado una imagen que ya es inconfundible y que le sirve para marcar su presencia -siempre controlada- en la escena política. En la campaña a la alcaldía, esa marca es reconocible: desde el morado que usa como color de campaña y en buena parte de sus vestidos hasta la forma en que mueve sus manos cuando presenta sus propuestas, Parody es una candidata que ha seguido el manual de construcción de marca política al pie de la letra.

La relación con su equipo

Esa capacidad para enfocarse en un objetivo y trabajar sin descanso es reconocida con todas las personas con las que habló La Silla Vacía. Pero no trabaja sola: lo hace siempre rodeada de un equipo que la apoya en todo.

Parody siempre está rodeada de asesores. Por lo general es gente joven, menor que ella, que la acompaña a todas partes. En entrevistas, ruedas de prensa, salidas para encontrarse con la gente o sencillamente para ir a almorzar el fin de semana, Parody nunca está sola.

Ser asesor de Parody es una experiencia interesante. Un antiguo asesor le contó a la Silla Vacía que llegó al Congreso casi recién graduado de la universidad, pero pudo participar de decisiones importantes, ir en representación de la congresista a reuniones con funcionarios de alto nivel, estar presente en momentos en los que se definían proyectos de ley. Para alguien de 24 años, según dice, estaba muy empoderado. Y eso es muy motivante.

Además, varios asesores de Parody, antiguos o actuales, le dijeron a La Silla Vacía que ella escucha. Se asesora por expertos técnicos en temas puntuales y así construyó su programa de gobierno. Su estilo de liderazgo tiene mucho de escuchar, de delegar, de permitir que los demás se sientan importantes. Le pregunta a sus asesores por sus puntos de vista, escucha sus propuestas, les abre espacios para que las desarrollen. Y eso también ayuda a tener un equipo motivado.

Además, Parody paga bien. “Cuando estaba en el Congreso, le daba un bono mensual extra a sus escoltas, y les tenía una caja menor especial. Todo eso lo sacaba de su bolsillo” recuerda un ex asesor. A las personas en su UTL les pagaba mejor que los demás congresistas a los suyos. Les pagaba los taxis para volver a su casa cuando salían tarde de trabajar, lo que era muy frecuente. Los computadores eran nuevos, pagados por ella.

El equipo de Parody trabaja sin cesar. Y el trabajo incesante ha ‘quemado’ a muchos de sus asesores. “Yo me adelgacé mucho cuando trabajé con Gina. Comía mal y trabajaba sin parar. Terminé con gastritis” le dijo a La Silla un antiguo asesor.

Además, Parody es muy exigente. No sólo con los resultados, sino que también pide un compromiso tan grande como el de ella misma. Cita a reuniones a las cinco de la mañana, exige a los asesores que estén siempre disponibles, les pide que conozcan las noticias, los problemas de la ciudad, los debates políticos y además, termina incluyéndolos en la vida privada. Tienen que ir a montar en bicicleta con ella a la madrugada y cuando quieren renunciar tienen que hacerlo varias veces antes de que los deje ir. Y eso no siempre cae bien: algunos asesores se sienten encerrados, controlados por Parody. Ella le gusta siempre estar al mando y en control y cuando no lo logra estalla.

“Era demasiado. El día podía empezar con una llamada a las cinco o seis de la mañana y trabajaba hasta las 12 de la noche o más. Y nosotros también, claro” dijo un ex asesor de Parody que no quiso que se revelara su nombre.

Y, aunque es generosa en muchos aspectos, en ocasiones Parody es muy dura en sus comentarios cuando siente que no dan la talla: “yo no trabajo con mediocres”, es uno de sus regaños. Es famosa por gritarle a la gente con la que trabaja. Y también se le conoce su relación difícil, de renuncias fallidas, con varios de sus asesores. Por bien pagos y motivados que estén, después de un tiempo en el que la admiran profundamente por su capacidad de trabajo, su independencia y su valor, prefieren irse del lado de Parody.

El respaldo de su familia

No hay nadie “detrás” de Parody. Escucha y medita, pero sus decisiones las toma sola y puede darse el lujo de arriesgar su propio pellejo y capital sin depender de nadie. El apoyo irrestricto de su familia le han permitido esa libertad.

La familia de Parody D’Echeona ha venido conformando en los últimos 25 años, más o menos, todo un grupo económico. El conglomerado de los Parody incluye empresas como Frontier Liner Services (empresa de transporte marítimo con sede en Miami); Ultracargo (empresa de servicios de transporte con sedes en Bogotá y Miami); Nautiport (empresa de servicios portuarios en Santa Marta); Intertug (empresa de remolcadores y barcazas en puertos colombianos y del Caribe) y Compañía Transportadora S. A. (un agente marítimo con presencia en varias ciudades del país). Son accionistas de las sociedades portuarias de Buenaventura y Cartagena. Ninguna de estas empresas tiene relación con Bogotá.

Es un pequeño emporio que es el tanque de combustible financiero para el trabajo de Parody. Gasolina propia que le da independencia, pero que también le ha creado una imagen de ‘gomela’.

Esa imagen la ha perseguido a lo largo de toda su carrera política. Ya desde su paso por la Cámara, la imagen de ‘niña rica’ se fue consolidando. En 2002, el liberal Guillermo Rivera decía que su posición sobre la representación de las regiones en el Congreso reflejaba “el conocimiento que ella tiene de la realidad del país, que me parece a mí que es desde el Capitolio hasta el Parque de la 93”.

Era claro que el estilo de Parody no le gustaba a todos sus compañeros de Congreso. En una ocasión, Armando Benedetti y Rafael Amador, con quienes estaba aliada para evitar que pasara un proyecto que cambiaba los avalúos en Bogotá, le pidieron que no hablara para ganar la discusión. Pero ella, siempre independiente, habló. Y el proyecto pasó.

Parody no oculta que tiene plata. Cuando fue maltratada y abucheada por oponerse a la Ley de Justicia y Paz en el Congreso, lo que hizo fue irse al aeropuerto a coger un avión para Europa, un lujo que no muchos se pueden dar, y menos de manera tan intempestiva. En su sede suele haber rosas Don Eloy (las más costosas) y chocolates Lindt. Mientras preparaba la campaña, Parody viajaba de Boston a Bogotá cada quince días y no es extraño que se vaya de recreo un fin de semana a Miami.

Con su alianza con Mockus, Parody avanzó en las encuestas hasta colarse como una tercería viable entre Petro y Peñalosa. También obtuvo el apoyo de la lista a Concejo y a las JAL de la ASI.
 

Pero más allá de su ostentación, el dinero de sus padres es, para Parody, garantía de su independencia. En sus campañas ha recibido pocas donaciones que no sean de ellos: en 2002, Nautiservicios fue su principal donante, con 100 millones de pesos. Le siguieron H. G. Trading, el Grupo Bavaria y Tecnoquímicas con 10 millones cada una. Y en esta candidatura su familia ha contribuido con casi la mitad de su financiación.

Gina tiene tal tranquilidad económica que en el Congreso se le olvidaba cobrar su sueldo, por lo menos en una ocasión durante diez meses.

Esto hace que Gina sólo se deba a sí misma y a su familia, lo que para algunos es prenda de independencia pero para otros es prueba de una política plutocrática.

¿Y Bogotá?

La pregunta es: ¿si Parody gana la Alcaldía qué hará con esa independencia? ¿Cuál es su proyecto político de largo plazo? ¿Para qué quiere ganar? Petro tiene el norte de la desigualdad social y la lucha anticorrupción, Peñalosa el de la ciudad de sus sueños. Mockus tenía su proyecto de cultura ciudadana, Uribe, la derrota de la guerrilla, César Gaviria, la de modernización. De Parody, no es claro cuál es la convicción que la mueve. En ese aspecto es parecida a Juan Manuel Santos.

Ella construyó un programa de gobierno detallado y técnico. Lo trabajó con expertos de diferentes áreas, lo discutió con los jóvenes miembros de su equipo, aprovechó sus estudios en Harvard para construirlo. El programa es el mejor, según un panel de expertos convocado por la revista Dinero. Pero no ha quedado claro cuál es su visión de ciudad.

Y la alianza con Mockus no ayuda a dar claridad puesto que desde que se alió con Antanas adoptó íntegramente el lenguaje mockusiano: habla del “no todo vale”, al que antes no había hecho referencia y que la gente identifica con el ex alcalde. Mockus proponía, como siempre ha hecho, una ciudad en la que la convivencia mejorara gracias a los cambios en la forma de actuar de los ciudadanos. Ése no era el énfasis de Gina, que traía un mensaje más pragmático, inspirado en la teoría de ‘la ventana rota’ del ex alcalde de Nueva York Rudolph Guiliani. Pero aún en otros detalles, la alianza cambió el mensaje: Parody se echó para atrás en su propuesta de hacer un metro por el occidente de la ciudad, que los expertos decían que era absurda en todo caso y tomó el argumento de Mockus de dejar que los técnicos sean quienes definan el trazado de la primera línea del metro.

Esto, de ninguna manera, quiere decir que Mockus sea el que mande en esta alianza. Es claro para los que los han visto trabajar juntos que Parody en esta campaña, como en toda su trayectoria anterior, está al mando. Pero conquistar a los ex verdes que siguen indecisos sigue siendo el mayor desafío para los días que quedan antes de elecciones.

Si Peñalosa sigue cayendo y las próximas encuestas demuestran que Parody podría ser una verdadera contrincante para Petro, ella podría ser la sorpresa de estas elecciones.

Fui usuario y luego periodista de La Silla Vacía. Tras más de una década haciendo de todo en esta escuela de periodismo, de la que fui director editorial, me fui a ser lector y SuperAmigo. Ahora me desempeño como redactor jefe de El País América Colombia.