De la izquierda activista a la paz de Santos
“Alirio, vengo a hablar contigo porque mi papá me dijo que si le pasaba algo, tú sabías quiénes me iban a matar”, fueron las palabras que Alirio Uribe recuerda que le dijo Iván Cepeda cuando se conocieron en 1994.
Eran los años del exterminio de la UP, que ya había cobrado la vida de dos candidatos presidenciales de este partido, y el hoy congresista Uribe era un joven abogado de derechos humanos que había sido cercano a Manuel Cepeda.
“Dos semanas antes de que mataran a Manuel, yo le dije: 'Lo van a matar hermano. Si usted no se mueve, si no se va del país, lo van a matar'”, recuerda Uribe.
Uribe sabía que altos mandos del Ejército habían orquestado un plan para asesinar a las cabezas visibles de la UP como el senador Cepeda y la presidenta del partido, Aida Avella. El plan, por el que el Consejo de Estado condenó a la Nación, se llamó “Golpe de Gracia”.
Manuel Cepeda era senador de la UP y había sido durante años el director del semanario de izquierda Voz, desde donde abogaba por el reconocimiento de un estatus político para las guerrillas. Durante el gobierno del expresidente César Gaviria, participó de las conversaciones de Caracas y Tlaxcala con el ELN y las Farc, que buscaron fallidamente la terminación negociada del conflicto. Era un hombre controversial en su época y su asesinato fue un golpe letal para el partido que había nacido de la fallida negociación con las Farc a mediados de los ochenta.
Cuando fue asesinado su padre, Iván Cepeda tenía 32 años y ya tenía una larga trayectoria como militante de izquierda, pues desde los 13 años pertenecía a las Juventudes Comunistas (Juco). Había estudiado filosofía en Sofía, cuando Bulgaria hacía parte de la cortina de hierro, y desde que había vuelto al país, en 1987, se había acercado a la corriente política del M-19 como profesor universitario.
“Iván venía con esa chispa, porque él había sido de la Juco, había estado también acompañando marchas, protestas, creo que hasta alguna vez había estado en estaciones de policía detenido”, cuenta Alirio Uribe, quien se hizo amigo de Iván desde la muerte de Manuel Cepeda.
Iván dedicó esos años a la fundación Manuel Cepeda y a buscar justicia para su padre. Las primeras condenas llegaron en el 2000. Dos suboficiales del Ejército fueron procesados por el asesinato de Manuel Cepeda. Pero con el veredicto de la justicia también arreciaron las amenazas de muerte y ese mismo año, tuvo que exiliarse en Lyon, Francia, donde estudió una especialización en Derecho Internacional Humanitario.
Tres años después, regresó a Colombia y lideró la creación del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice). Este movimiento lo hizo visible por su fuerte oposición al gobierno del expresidente Álvaro Uribe, quien además de negar la existencia del conflicto, se rehusó a reconocer que la muerte de Manuel Cepeda se tratara de un crimen de Estado. Siempre lo vinculó públicamente con la guerrilla de las Farc porque uno de sus frentes urbanos había sido bautizado con su nombre.
Su militancia en las organizaciones de derechos humanos durante esos años lo acercaron al hoy comisionado de Paz, Danilo Rueda, otra pieza fundamental de la Paz Total. Coincidieron en el proceso de Colombianos y Colombianas por la Paz (CCPP), un movimiento político liderado por la entonces senadora Piedad Córdoba que abogó por el intercambio humanitario entre miembros condenados de las Farc y secuestrados.
En 2009, Rueda y Cepeda acompañaron la Comisión de Derechos Humanos del Senado a visitar exjefes paramilitares recluidos en Estados Unidos. En ese momento, dijeron que las visitas tenían como objetivo que los paramilitares extraditados por Uribe siguieran aportando a la justicia y las declaraciones que consiguieron son las que están en el centro del caso en contra del expresidente por falsos testigos.
“Ahí es cuando él se activa un poco más políticamente”, cuenta su amigo Alirio Uribe. “Esa vocería de las víctimas de los crímenes de Estado, cuando ya habíamos probado que el Ejército y la inteligencia militar tenían que ver con el asesinato de Manuel Cepeda. Esa organización de las víctimas y ese proceso social es lo que le sirve como plataforma política para finalmente tomar la decisión de ir al Congreso”.
Cepeda llegó como representante a la Cámara por el Polo Democrático en 2010, con Gustavo Petro como candidato presidencial. Petro quedó de cuarto. Lo derrotó Juan Manuel Santos, quien venía de ser ministro de Defensa de Uribe y con quién Iván Cepeda tenía profundas diferencias.
Ya después, el proceso de paz los acercó.
El plomero de la paz
Luciano Sanín recuerda las caras de angustia de los defensores de la paz que se reunieron el 4 de octubre de 2016 en el Club de Ejecutivos en Bogotá. Dos días antes, el Sí había sido derrotado en el Plebiscito.
“Todo el mundo estaba angustiado, pero la serenidad de Iván era impresionante. ‘No todo está perdido. Hay mucho por hacer, por recuperar. Colombia quiere la paz’, decía en ese momento —recuerda Sanín, director de la organización Viva la Ciudadanía y amigo de Cepeda desde los noventas— nos dio una lección de que las causas no se pierden en una batalla”.
En esta reunión se planearon las marchas que días después llevaron a miles de personas a salir a la calle para insistir en el proceso con las Farc, que desde 2012 se adelantaba entre el Gobierno Santos y esta guerrilla. Un proceso del que Cepeda también hizo parte como un agente de confianza del entonces presidente para realizar tareas específicas en la mesa de negociación. Una confianza que no siempre existió.
“Cuando ya el proceso de paz se anunció como una realidad, en una reunión pública me acerqué al presidente y le pedí una cita para que habláramos de paz. Él gentilmente me dio esa oportunidad y tuvimos una larga conversación”, cuenta Iván Cepeda.
El comienzo de esta relación en 2013 fue de una profunda desconfianza de parte y parte. Cepeda era un opositor en el Congreso y lo había sido desde las organizaciones de derechos humanos cuando Santos era ministro de Defensa de Uribe.
Aún así, Cepeda cuenta que el entonces presidente decidió darle algunas tareas puntuales en el marco de las conversaciones en La Habana y de manera extraoficial.
“La confianza se empezó a construir hasta que logramos formar una relación, yo diría estrecha e incluso me atrevería decir que una amistad”, dice el senador.
La misión de Cepeda era ser un facilitador a la sombra y ser uno de los múltiples canales alternos que usó Santos en varios momentos para comunicarse directamente con los negociadores de la guerrilla saltándose a los negociadores oficiales.
Una tarea que compartió con el hoy canciller, Álvaro Leyva, quien para entonces acumulaba una larga experiencia en procesos de paz y contaba con la confianza de las Farc. Leyva es otro de los artífices de la Paz Total.
“Yo bromeando decía que nosotros éramos la sección de plomería del proceso de paz. Nos tocaba a veces destrabar la cañería y evitar que se congestionaran los problemas en la mesa”, dice Cepeda sobre su trabajo durante el proceso de paz con las Farc.
Para 2016, cuando Santos tenía urgencia de cerrar la negociación, el entonces ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, recuerda que Cepeda ayudó a facilitar ciertos consensos en la mesa. “Siempre actuaba con ánimo propositivo, con prudencia, con discreción, con una serenidad que es una característica permanente en su trabajo en estos temas de la paz”, dice Cristo.
El presidente Santos les asignó ese mismo rol paralelo a Cepeda y Leyva en la mesa de negociación que abrió simultáneamente con el ELN.
“La posición nuestra era la oficial, que era buscar una negociación con el ELN, pero no a cualquier costo, había unas líneas rojas que no íbamos a sobrepasar. No íbamos a entregar la legalidad del Estado Constitucional de Derecho ante cualquier solicitud del ELN. Cepeda y Leyva buscaban a veces que esas líneas no fueran tan rojas”, cuenta Juan Camilo Restrepo, quien lideró esa negociación durante un tiempo.
Para el académico Juan Esteban Ugarriza, quien fue asesor del equipo negociador del Gobierno con el ELN, las gestiones de Cepeda y Leyva por fuera de la mesa debilitaron mucho la capacidad del equipo negociador: “Aunque este track dos es útil en cualquier negociación, es muy nocivo si no hay coordinación entre quienes hacen estas gestiones y el equipo negociador”.
Durante el Gobierno de Santos, Cepeda también buscó acercamientos con el Clan del Golfo para que se sometieran a la Justicia, algo similar a lo que está intentando ahora el comisionado Rueda como parte de la Paz Total.
“Fue un proceso que fracasó porque se interpuso el exfiscal Néstor Humberto Martínez, quien se empeñó en todo momento en poner en el camino todos los obstáculos para que ese proceso fracasara, como efectivamente fracasó”, afirma Cepeda. El senador dice que las modificaciones que le introdujo Martínez a la Ley de sometimiento la dejaron sin dientes. Algo que busca corregir con la que está construyendo con el senador Roy Barreras y esperan radicar esta semana.
Después de ese fracaso, del fin de las negociaciones con el ELN tras el atentado contra la Escuela de Cadetes de la Policía, de la elección de Iván Duque impulsado por las banderas del NO y de sus objeciones a la JEP, Cristo y Cepeda convocaron en febrero de 2019 a diferentes sectores políticos a defender el Acuerdo en una plataforma política que se conoció como Defendamos la Paz.
“Hicimos una convocatoria en el Centro Cultural García Márquez. En esos días, Duque anunció que iba a objetar artículos de la ley estatutaria (JEP). Entonces el primer objetivo fue evitar que tuviera éxito el propósito de Duque de tirarse a la JEP”, recuerda Cristo.
En ese primer semestre de 2019, en junio, también fue la primera vez que Cristo vio a Cepeda alterado, cuando se dispararon los asesinatos de líderes sociales y firmantes de paz. “Él siempre es tranquilo, prudente y sereno, pero se le voló la piedra”, dice Cristo. Era la impotencia de ver la escalada de un conflicto que había buscado acabar.