Esta mañana, Ingrid Betancourt lanzó su aspiración a la Presidencia. Fue una decisión que sorprendió, principalmente, a sus colegas del Acuerdo Centro Esperanza, y que si bien fortalece la identidad de la coalición y le imprime una emoción que este grupo aún no despierta, los devuelve nuevamente a la discusión de mecánica política en la que estuvieron atrapados durante buena parte del año pasado.
Sobre todo, porque no solo se lanzó Ingrid sino que también lo planea oficializar en los próximos días el exministro de Medio Ambiente santista y exgobernador de Chocó, Luis Gilberto Murillo, con lo cual la foto de la coalición será de ocho candidatos.
Betancourt anunció su candidatura en un salón del piso 17 del Hotel Tequendama, en una tarima austera con una bandera de Verde Oxígeno detrás como única decoración. La acompañaron Juan Fernando Cristo, Sergio Fajardo y Humberto de la Calle, aunque los dos últimos se fueron antes de que terminaran las preguntas.
Su discurso fue muy emocional, y giró alrededor de la metáfora de que somos una sociedad secuestrada por la corrupción. “Quiero hablarles a los 51 millones de colombianos secuestrados desde hace décadas por un engranaje de maquinaria y de violencia —fue como arrancó su discurso— Mi historia es la historia de todos los colombianos, porque mientras mis compañeros de secuestro y yo estábamos encadenados, las familias de colombianos también estaban encadenados a pobreza, inseguridad, violencia e injusticia”.
También habló de “construir un mundo con visión de mujer”. En esa línea agregó: “He vuelto en busca del mayor beneficio político: que todos tengamos una mejor democracia. Vengo a reclamar el derecho de luchar por mi familia extendida que son todos ustedes, la Colombia que yo amo”.
Como su discurso dejó claro, Ingrid entra a reforzar varios rasgos de la coalición: su lucha contra la corrupción y la politiquería; la independencia frente a los partidos tradicionales; el discurso modernizador y alejado de los extremos.
Además, con una elocuencia probada, Ingrid le suma un discurso que apunta no solo a la razón de sus oyentes, como los otros hombres, sino también al corazón. Y eso que es valioso en cualquier político lo es más en una coalición que no ha logrado conectar del todo con su audiencia.
Y está lo más obvio: por fin hay una mujer en la foto, y una que es mundialmente reconocida como símbolo de las víctimas y de la reconciliación.
Pero, al mismo tiempo, la entrada de Ingrid y de Murillo como precandidatos representa nuevos desafíos para la Coalición Centro Esperanza.
Los desafíos
Aunque Ingrid dijo en la rueda de prensa que se lanzaba porque así se lo habían pedido sus compañeros, su anuncio tomó a la mayoría por sorpresa. La Silla confirmó con tres de las campañas de la coalición, y los tres coincidieron en que ella nunca les consultó la decisión.
Aunque solo tenían elogios para ella, había consenso en que les parecía inoportuno el momento para hacerlo, y la forma, sin haberlo debatido y consensuado. Sobre todo porque ahora, y más con la llegada de Murillo —que tiene menos recorrido con ellos en la coalición y además un pasado clientelista—, implica repensar de nuevo desde la financiación hasta los principios que los cohesionan.
“Los candidatos convirtieron las coaliciones en el fin y no en el medio, y llevan concentrados año y medio en armar coalición y no en hacer campaña, en cómo emocionan a la gente, cómo la traen —dice el analista Héctor Riveros— Una coalición no es sumar personas, es sumar grupos, y esta coalición son solo personas, traen simpatizantes que también son simpatizantes de los otros”.
Eso que anota Riveros es el principal temor que expresaron en las campañas: que esto los retrotraiga a discusiones de mera mecánica política. Y, como dijo uno de ellos, “Ingrid se puede llevar los votos y no trae ninguno”. También está el miedo de que los votos se diluyan entre tantos candidatos, y el que gane obtenga tan poquitos votos frente a los que gane Petro que quede la impresión de que no tienen chance.
Además, tanto Riveros como el analista político Andrés Mejía Vergnaud coinciden en que, en este punto, la llegada de nuevos candidatos a la coalición, sin importar quiénes son, puede terminar confundiendo y desmotivando a los electores, en unas elecciones donde la mecánica de coaliciones ya despista a más de uno.
Hay otras consideraciones prácticas que tienen que ver con la financiación. El monto total que se pueden gastar por coalición tiene un máximo de entre 12 y 13 mil millones de pesos entre todos los precandidatos. Entre más candidatos, menos plata puede gastar cada uno. Algo que es especialmente preocupante en una coalición donde la mayoría de sus integrantes siguen siendo poco conocidos, y necesitan invertir en publicidad para darse a conocer.
Con ocho precandidatos, ahora tendrán máximo 1.300 millones por campaña, mientras que la coalición de sus contrincantes en el Equipo Por Colombia ha comenzado a reducirse y la de Petro es en términos electorales una coalición de uno, por la ventaja que le saca a los demás contrincantes y porque Petro es el que manda.
Según supo La Silla por las tres campañas que contactó, ante el anuncio de Ingrid y de Murillo ha comenzado a ganar tracción una idea que propuso hace unas semanas Juan Mesa, quien es amigo de varios de los candidatos y ayuda a la coalición, sobre la posibilidad de hacer una encuesta interna para depurar la coalición y que queden los más opcionados.
Es una idea que no es fácil dado que los que componen la coalición tienen una trayectoria y todos creen que pueden ser presidentes. Pero quizás con ocho candidatos dar ese debate será más fácil. Todos tienen claro dos cosas: que esa discusión la tendrían que dar en los próximos días, para poder comenzar a hablar finalmente de temas programáticos, y que la única que no saldría de la foto es Ingrid.
Nota de la editora: En la nota original pusimos que Juan Mesa era asesor de Fajardo. No es cierto. Disculpas por este error.