En la Cancillería, Álvaro Leyva se percibe ausente. Cuando está, sus funcionarios ven desconocimiento, falta de liderazgo e incluso un trato hostil en contra de sus subalternos. Esto se ha traducido en una parálisis del servicio exterior en las agendas que quiere promover el presidente Gustavo Petro, como la internacionalización de la paz total.
En los siete meses que lleva, su gestión ha generado críticas dentro de la Cancillería que encabeza. Aún más, su manejo ya causó una ruptura en el equipo que conformó el presidente para liderar las relaciones exteriores: fue esta la razón de la salida de Laura Gil, viceministra de Asuntos Multilaterales.
La Silla habló con ocho diplomáticos –entre los cuales hay altos funcionarios en Bogotá y en el exterior –, que piden no publicar su nombre ni la ubicación de su consulado o embajada para poder hablar sobre el papel de su jefe.
“He trabajado en todos los procesos de paz y en todos he tenido, más o menos, éxito”, respondió Leyva para reconocer el particular interés por la paz total que hay en su gestión, pero negó que en la Cancillería haya malos tratos de parte suya.
Los temas que Leyva ha descuidado
Leyva se convirtió en el primer ministro con el que Petro empezó a conformar su gabinete, un mes después de ganar en segunda vuelta. Desde entonces, los ejes de la política exterior del nuevo presidente fueron la paz total, el cambio climático y un nuevo enfoque en la política antidrogas. Y ha esbozado claramente cuando anunció a Leyva, en su discurso en la Asamblea de la ONU, en la reunión con el secretario de Estado de Estados Unidos, y más recientemente en el Foro de Davos.
Pero esos temas clave todavía no han llegado al servicio exterior colombiano. “Mi embajador tenía una intervención sobre drogas y no nos llegaron documentos que dijeran qué es lo que queremos defender y cuáles son nuestras líneas rojas”, apunta un segundo secretario. “En la Cancillería de Carlos Holmes a los cuatro meses ya teníamos insumos concretos, pero ahora no hay nadie que nos dé una instrucción clara”, agrega.
La comunicación con Leyva es una de las quejas constantes de los funcionarios consultados. Todos coincidieron que cuando reciben instrucciones lo hacen por WhatsApp, no por un memorando o a través del correo institucional, como era usual con otros cancilleres.
“No sentimos que haya un canciller que nos tire línea, la Cancillería está acéfala”, dice uno de los funcionarios. “Uno solo se puede comunicar con él a través de su jefe de gabinete o de la abogada que actúa como su secretaria privada, pero él rara vez se manifiesta”, se queja otro de ellos.
En ese teléfono roto coincide María Angélica García, presidenta de Unidiplo, uno de los sindicatos de la Cancillería, quien le dijo a La Silla que desde noviembre han querido tener un espacio con el canciller.
“Queremos construir a través del diálogo y estamos a la espera de comentarle quiénes somos, cómo podemos construir juntos y solucionar temas claves para el servicio consular. No lo hemos logrado”, cuenta García.
Uno de esos temas claves es el relacionado con el sistema operativo de los consulados, según los dos sindicatos más grandes de la Cancillería. Hay reparos sobre el funcionamiento de esa infraestructura –que tiene 20 años y falla constantemente– y la carga laboral de los funcionarios en el servicio exterior.
Otro funcionario le contó a La Silla que, ante los reclamos por el descuido con el servicio exterior, el canciller respondió a la defensiva: “Me dijo, '¿Ustedes cómo esperan que esté en las reuniones si estoy sentado en un avión?'”.
Sobre la comunicación con las embajadas, Leyva responde que la Cancillería está en reorganización. “Cuando llego al ministerio, me encuentro con algo que desconocía: Marta Lucía Ramírez era vicepresidente y canciller. Cuando la nombraron, le quitaron la mitad de las funciones y se van para la jefe de gabinete en Presidencia”, explica el canciller, aunque promete un plan para mejorar el sistema a cinco años.
Por otro lado, la molestia de quienes trabajan en la Cancillería se expresa en que las instrucciones las reciben de tres frentes que, a juicio de quienes hablaron con La Silla, tienen poca experiencia en política exterior.
Ellos son: la directora de talento humano, Silvia Carrizosa; el secretario general, José Antonio Salazar –que es amigo del canciller y remplazó al embajador de carrera Carlos Rodríguez– y Danna Ramírez, que es una abogada que ha trabajado en justicia transicional y funge como secretaria privada de Leyva, aunque no tiene ese cargo.
“El trato es fuerte, tosco y agresivo”, cuenta uno más en relación con la salida de la directora de Asuntos Políticos Multilaterales, cargo que permanece vacante. “La anterior secretaria privada se fue porque la hacía llorar”, reveló uno más. Sin embargo, la exsecretaria, a Laura Ramos, aclaró que esta información no era cierta.
En su conversación con La Silla, Leyva desmintió los malos tratos. “La vez que más fuerte he hablado es para esta grabación”, se defiende. “Decir eso es desconocerme, usted no tiene que ser hincha mía para saber que yo nunca grito a nadie”, agrega desde su despacho.
Las peleas con el canciller, según afirman dos funcionarios, también contribuyeron a la salida de la vice Gil. La Silla le pidió su versión pero respondió que no dará declaraciones.
Sobre su salida, Leyva aseguró que Gil se ausentaba durante largos períodos de su despacho en la Cancillería: “después de tres meses que no venía le pedí al secretario general que la llamara y desde entonces empezó a preguntar si le iban a pedir la renuncia”, apuntó.
Sin embargo, otra es la versión de los funcionarios, por lo menos en lo relacionado con la poca presencia de Leyva en el Palacio de San Carlos, la sede en Bogotá del ministerio de Relaciones Exteriores. Ese es otro síntoma de esa cancillería acéfala. “Va poquísimo a la oficina, casi nada, y rara vez da instrucciones”, revela otra funcionaria.
Ni la paz total ha aterrizado en las embajadas
El primer viaje que tuvo Leyva, cuatro días después de haberse posesionado, fue con la delegación que envió el gobierno Petro a Cuba. Viajó con el alto comisionado de paz, Danilo Rueda, y con el senador Iván Cepeda para reconocer la legitimidad de la delegación del ELN que estaba en la isla y con la que ahora se negocia.
Desde entonces la paz total ha sido el eje central de 31 intervenciones de la agenda pública de Leyva, en eventos de organismos internacionales como la ONU, la OEA y en reuniones bilaterales con representantes de doce países.
“La Cancillería es la comunicadora de la paz total al mundo y el conocimiento que he adquirido a lo largo de 40 años me ayuda a vender la paz para conseguir los recursos que necesita”, dice Leyva sobre la fijación que tiene por el tema que ha trasladado a su nuevo cargo.
Leyva reanudó las relaciones con Cuba y fue clave en el restablecimiento de las relaciones con Venezuela. También ha conseguido montar al bus de la negociación con el ELN, y en general a la paz total, a los países de la Unión Europea y a los que fungen de garantes.
Pero al servicio exterior, más allá de los discursos de Leyva, no ha llegado una instrucción concreta de qué hacer con ese concepto. “A nosotros nos dicen que vendamos la paz total, que vendamos a ‘Colombia potencia mundial de vida’, pero no nos dicen cómo hacerlo”, cuenta un diplomático.
“Por el rol que tiene el canciller en la paz, hemos visto que ha delegado a sus viceministros responsabilidades que normalmente tendría que ocupar él”, explica David Castrillón-Kerrigan, profesor e investigador de la Universidad Externado.
La pasividad de la Cancillería pesa en la política exterior
Esas labores ya crean un desbalance en la política exterior. Según le contó otro diplomático a La Silla: “el canciller no se mete en relaciones exteriores porque está concentrado en temas de paz”.
Por ejemplo, en temas de política de drogas y mujeres era la recién salida vice Gil la que tiraba línea, según contaron tres funcionarios. “Ahora nos tocará interpretar lo que ha dicho el presidente porque no nos envían unas líneas generales”, dice un funcionario.
Las relaciones bilaterales tampoco se salvan de la pasividad de Leyva. “El rol de la Cancillería en la relación con países clave como los latinoamericanos no ha sido constante”, dice Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de la Universidad del Rosario.
Para Jaramillo, hay aciertos grandes como el restablecimiento de relaciones con Venezuela o Cuba, pero el canciller no ha contenido la diplomacia de Twitter del presidente. Petro ha chocado con Perú, El Salvador, Guatemala y Nicaragua a través de trinos.
“El papel de la Cancillería debería ser tramitar estas diferencias por verdaderos canales diplomáticos”, explica Jaramillo. Sin esa diplomacia tradicional, se complica la agenda de unidad latinoamericana de la que ha hablado Petro.
Por ejemplo, Perú tiene la presidencia de la CAN y de la Alianza del Pacífico, dos espacios multilaterales que le sirven a la agenda de política exterior del gobierno. Pero el presidente fue declarado persona non grata por el Congreso peruano, ha criticado a la presidenta, Dina Boluarte, e insiste en defender al golpista encarcelado por corrupción, Pedro Castillo.
En cuanto a la relación con el socio principal de Colombia, Estados Unidos, en medio de la ausencia de Leyva se ha garantizado una fluidez por el papel de Petro y el embajador Luis Gilberto Murillo. “En el gobierno Petro hay una división del trabajo en política exterior. Las atribuciones de la Cancillería no están tan vinculadas a EE.UU. como sí a temas más cercanos a la región”, agrega Jaramillo Jassir.
Para Jaramillo, las figuras de Murillo y de la vicepresidenta Francia Márquez “son perfiles muy respetados en Estados Unidos y su gestión tiene que ver mucho con las metas de Biden”.
Sin los lineamientos del canciller, el riesgo es que las embajadas se conviertan en reinos aparte que no responden a una sola línea de política exterior, sino que promueven intereses propios sin la debida autorización.
“El peligro es que los embajadores se le salgan de las manos”, advierte un funcionario. “Muchos seguirán trabajando según lo que saben, pero otros seguro se tomarán la embajada como unas vacaciones pagas”, concluye.
Leyva le contó a la Silla que está pensando en hacer dos conferencias con embajadores, una con los de América y otra con los de Europa. "¿De qué le sirve a uno un embajador suelto en el exterior?”, pregunta y explica que quiere realizar con ellos un seminarios "para hacerlos parte de la estrategia de la Cancillería".