Hace dos semanas el nuevo ministro de Agricultura Aurelio Iragorri pidió “despachonizar” el campo, refiriéndose a César Pachón, uno de los líderes más visibles de las Dignidades que organizaron el “tal paro que no existe” que tan caro le costó duro al presidente Santos. La respuesta de estos grupos de campesinos en todo el país ha sido justo la contraria: están conformando una súper Dignidad Nacional.

Hace dos semanas el nuevo ministro de Agricultura Aurelio Iragorri pidió “despachonizar” el campo, refiriéndose a César Pachón, uno de los líderes más visibles de las Dignidades que organizaron el “tal paro que no existe” que tan caro le costó duro al presidente Santos. La respuesta de estos grupos de campesinos en todo el país ha sido justo la contraria: están conformando una súper Dignidad Nacional.

Desde los cafeteros hasta los paneleros, desde los de ruana hasta los de clima cálido, todas las Dignidades están ultimando los preparativos para su próximo matrimonio. Su idea es formar una gran Dignidad Nacional Agropecuaria que, unida y organizada, pueda representar a todos los sectores campesinos que luchan por temas productivos y tener una sola voz en los pulsos de negociación con el Gobierno.

“Es una necesidad estar juntos porque si permanecemos aislados y trabajamos en solitario, las políticas del agro de Santos y de los últimos gobiernos harán que desaparezcamos, como ya sucedió con los campesinos que cultivaban trigo, cebada, sorgo y soya”, dice el papero nariñense Jairo Chamorro, que fue uno de los líderes de las dignidades de clima frío en los paros.

El matrimonio de los indignados del campo

En un precongreso que se hizo el martes pasado en el Hotel Suamox, una cincuentena de líderes campesinos de veinte departamentos llegaron a un primer acuerdo sobre tres temas claves: un diagnóstico sobre cuáles son los problemas del campo, un primer programa de 18 puntos que ya está casi terminado y un plan de cómo será su organización interna.

Esos son los pilares para que nazca lo que el líder cafetero caldense Óscar Gutiérrez, otro de sus impulsores, describe como “un gremio organizado de campesinos y no un movimiento de movilizados”. Es decir, no una colcha de retazos de grupos que se encuentran solo de manera coyuntural, sino un grupo de presión con una estrategia a largo plazo.

En las semanas que vienen las Dignidades harán precongresos en todos los departamentos, para explicarle a los campesinos el programa y recoger nuevas ideas. Y finalmente, el 30 de septiembre, se reunirán en Bogotá 600 líderes en el Congreso oficial de fundación del nuevo gremio, que aprobará el programa, definirá quiénes serán los voceros y escogerá al nuevo comité ejecutivo y su director.

La propuesta de ir juntos se comenzó a ventilar hace un año, pero no pasó de ser una idea suelta de cafeteros y los campesinos de clima frío ya que ese paro agarró vuelo propio y creció muy rápidamente. Pero la semilla quedó: con las dificultades que tuvo el paro de este año -en plena época electoral- para reeditar el éxito original, volvió a tomar fuerza.

Al final, las Dignidades se dieron cuenta de que estar dispersos tiene sus ventajas -como la dificultad del Gobierno de reaccionar ante una crisis que estalla en mil lugares al tiempo- pero también tenía desventajas.

Por ejemplo, que el Gobierno casi desinfla el paro de hace un año al negociar por separado con algunos grupos neurálgicos, como cuando bajaron del bus a los cafeteros del Huila liderados por Orlando Beltrán que eran -con sus 80 mil familias productoras- uno de los grupos con mayor capacidad de movilización. O que, según ellos, el Gobierno fomentó organizaciones campesinas de papel y fácilmente manipulables, como la de paperos boyacenses del coronel retirado Jorge Rondón que se enfrentó a César Pachón. Y que, con decenas de mesas y negociaciones de manera simultánea, es difícil mantener un control sobre lo que se discute y lo que se pide.

“A ratos era caótico. Uno llegaba a una reunión y encontraba posiciones totalmente encontradas. Surgían voces pidiendo discutir algo que ya se había hablado, porque ellos no habían estado. Otros decían una cosa y un rato después exactamente lo contrario”, cuenta una persona que siguió el proceso de cerca como mediador y que, por esa razón, pidió no revelar su nombre.

Además, como explica el líder papero Plinio Hernández, “la mayoría no nos sentimos representados por los gremios oficiales como Fedepapa, que están dirigidos por los empresarios”.

En el nuevo gremio, que ya tiene nombre y logo multicolor con un campesino de ruana y sombrero, se sentarán casi todos los que le marcharon al campo el año pasado. Estarán los cafeteros (por fin unidos, ya que antes andaban por su lado las Dignidades más cercanas al Moir y, por otro, los huilenses liderados por el ex congresista liberal Orlando Beltrán), los cacaoteros, los paperos de Pachón, los lecheros, los cebolleros, los paneleros, los arroceros, los frijoleros y algunos productores de frutas como cítricos y aguacate. Se acaban de unir los plataneros del Urabá, organizados desde su paro hace dos semanas, y en los días que vienen lo harán los algodoneros y maiceros de Córdoba.

Esa diversidad, que los podría convertir en el gremio más representativo del campesinado en el país, puede ser al mismo tiempo su talón de Aquiles. Al final del día, no es fácil conciliar las diferencias entre grupos de climas tan diversos como el altiplano boyacense o el Urabá, de varios cientos de miles de familias como los cafeteros o apenas 14 mil como las que siembran cacao en Santander.

“El Gobierno soluciona por partecitas. Si ahí hay un grupito, se va y negocia con ellos. Pero el problema no es de Pedrito y Juanita, o de los cacaoteros, sino de todos los sectores del campo”, dice el líder cacaotero Ómar Acevedo, que sacó 10 mil votos como candidato del Polo a la Cámara en Santander.

“El gobierno nos mama gallo a todos y tenemos una serie de problemas que son transversales”, dice Óscar Gutiérrez, el líder de Dignidad cafetera que viene del Moir y que es muy cercano al senador polista Jorge Robledo.

Esos problemas generales son los que consignaron en lo que se convertirá en su pliego único de peticiones. Una parte se centra en el mercado local, con caballitos de batalla como la necesidad de precios de sustentación que garanticen que los campesinos no pierdan plata, la creación de una red nacional de acopio al estilo del extinto Idema y el control a los oligopolios que venden insumos químicos. Otra en el mercado externo, como frenar las importaciones de alimentos, ayudar a los exportadores -bananeros y cafeteros- afectados por la revaluación del peso y frenar el contrabando.

También trata los problemas netamente de producción, como el arancel cero para insumos, la necesidad de asistencia técnica gratuita y la resurrección de Ferticol, la agonizante empresa pública que produce fertilizantes. Una más los temas financieros, como créditos baratos con tasas preferenciales y la condonación de las deudas.

Y, por supuesto, luchar contra los tratados de libre comercio, uno de los puntos que más une a los campesinos y al que le achacan la mitad de los males que los aquejan. Uno de sus primeros proyectos será precisamente impulsar un acto legislativo de iniciativa popular que busca renegociar los que se han firmado.

“Siempre tendremos diferencias, pero el problema de la falta de vías lo tenemos todos. Lo mismo el de la falta de asistencia técnica. O la falta de salud y educación rural. Los problemas grandes son generales para todos”, dice Acevedo.

Los gremios campesinos y la política

El otro reto mayúsculo que tiene la nueva gran Dignidad, y que sus líderes solo reconocen en voz baja, es lograr que cuaje un grupo que en el pasado -y sobre todo en época electoral- se ha politizado con facilidad.

A muchos de sus líderes los picó el bicho político y fueron candidatos al Congreso en las últimas elecciones, aunque al final el balance fue agridulce. Sólo uno de ellos llegó y de carambola: el joven líder cafetero y estudiantil antioqueño Víctor Correa, que heredó una curul en la Cámara del Polo tras el fallecimiento hace dos meses del director teatral Rodrigo Saldarriaga. Sin embargo, ya está trabajando con ellos y acompañó el paro platanero del Urabá como ‘asesor’.

Una parte importante de ellos son cercanos al Moir, el ala del Polo que lidera el senador Jorge Robledo y al que también pertenecen dos de sus asesores económicos, Aurelio Suárez y Juan Pablo Fernández. Pero también hay, en menor medida, líderes que han estado cerca de los liberales, la Alianza Verde, los progresistas, la Unión Patriótica e incluso los conservadores.

Todos son conscientes de que esa militancia puede herir sus intenciones de crear un gremio que sobreviva las tempestades momentáneas, de manera que una de sus reglas cardinales será que quien quiera hacer política partidista podrá hacerlo siempre y cuando sea a título individual.

“El problema de siempre es que terminamos divididos por cuestiones políticas, como se vio en las últimas elecciones. Si nos concentramos en la agenda de problemas del campo, la cosa tiene futuro”, dice el cafetero huilense Orlando Beltrán, que se quemó por pocos votos en su intento por volver al Congreso en una lista conjunta liberal-verde. “Si tenemos reglas de juego claras, podremos evitar esos choques”, añade César Pachón.

Eso también les ayudaría, como dice el líder lechero nariñense Jairo Chamorro, a “evitar los personalismos” que se vieron en los últimos paros. Aunque él no menciona nombres propios, otros citan los casos de Pachón -que alcanzó a lanzarse como candidato presidencial- y Beltrán.

En todo caso, la súper Dignidad nacional no será el único gremio campesino. Deberá competir por la atención del Gobierno con la Cumbre Agraria, un grupo de organizaciones campesinas que agrupa a los sectores campesinos cercanos a Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos, así como a los grupos étnicos como la Onic y el Proceso de Comunidades Negras.

Sin embargo, su programa -como ha contado La Silla- gira más en torno a temas como el acceso a la tierra y el apoyo al proceso de paz tanto con las Farc como eventualmente con el ELN.

Es decir, habrá un grupo campesino más preocupado por la importancia de una reforma agraria y otro volcado hacia los problemas de producción de alimentos. No descartan encontrar puntos de sintonía en un futuro, pero no los ven por ahora.

“Respetamos los procesos de los otros sectores, pero primero tenemos que organizarnos nosotros y luego veremos si en algún tema podemos trabajar juntos. Pero para nosotros son escenarios muy distintos”, dice Óscar Gutiérrez. “Nosotros insistimos en las tres independencias: frente al Gobierno, frente a los partidos políticos y frente a los resultados de La Habana en el tema agrario”.

Por ahora, su primer ‘acto oficial’ fue la carta de bienvenida que le enviaron a Iragorri, que fue precisamente quien lideró muchas de las negociaciones hace un año, aunque como Alto Consejero político.

En esa carta cuestionaron su llamado a “despachonizar” el campo -que ellos interpretaron como un intento de “desdignificarlo”- y describieron como “una manera de esquivar la solución de la difícil situación por la que atravesamos la mayoría de los sectores productivos del agro nacional, ahora parte de su responsabilidad institucional”.

Por lo pronto ya le pidieron una cita al ministro y, según Gutiérrez, él ya dijo que los recibirá la semana que viene. A Iragorri también le serviría, ya que le permitiría no tener que sentarse a negociar con una veintena de grupos -como hace un año, cuando recorrió desde la Sierra Nevada de Santa Marta hasta Nariño- sino con un solo grupo.

Queda por ver si en este mes se terminan de organizar, superando las diferencias que tradicionalmente los han llevado a luchar de manera separada, para que esa no sea su única cita, juntos, con el ministro.

Fui periodista de La Silla Vacía especializado en temas ligados al Acuerdo de paz (desarrollo rural, política de drogas, justicia transicional y cómo las víctimas reconstruyen sus vidas) y al ambiente. Soy pata de perro y tengo más puestos que una buseta: soy editor del Centro Latinoamericano de...