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Este artista bogotano parte del carbón para darle una nueva vida a la naturaleza desde un polvo apenas visible y reflexionar sobre los paisajes que van muriendo cada día.

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Si el ser humano “es polvo y en polvo se convertirá”, en la obra de Edisson Montero la metáfora se traslada a la naturaleza: nace del polvo y en polvo se convertirá.

Desde su experimentación con el carbón, elemento predominante del planeta —se estima que apareció hace más de 300 millones de años— fue acercándose a su estudio y a su procedencia. Su obsesión por el carbón lo llevó a investigar, de paso, sobre la práctica de la minería y a informarse sobre cómo se lleva a cabo la extracción de este mineral y su impacto en el medio ambiente.

Según la Agencia Nacional de Minería, en Colombia la producción anual de carbón supera los 85 millones de toneladas para convertirse en el producto minero que más genera al PIB. El 90 por ciento del carbón se extrae del César y La Guajira. Precisamente, en su investigación, el artista viajó a ver cómo opera el Cerrejón y el impacto que genera a su alrededor no solo en lo ambiental sino también en el aspecto político y socioeconómico. El carbón, tan importante en la economía nacional, está generando otra serie de secuelas en la naturaleza misma como bien se sabe.

Y así, puliendo las rocas de este mineral fue generando el polvillo para “deconstruir” la naturaleza hasta su más mínima expresión: un polvo diminuto, frágil, que puede fugarse con el más mínimo soplo. Y si el polvo representa la muerte, esa “naturaleza muerta” es la materia prima de la vida, de nuevos paisajes que Montero va concibiendo con un gesto elemental que también alude al nacimiento: una mezcla de agua con polvo le da vida a paisajes de páramos y frailejones que han ido desapareciendo o que se han visto seriamente afectados por el impacto del medio ambiente de todo tipo de prácticas. El agua es parte vital del proceso de sus obras en otro gesto metafórico relacionado con la vida humana. El carbón, como elemento mineral, representa la contradicción permanente que tiene en vilo al mundo ante problemas como el cambio climático: por un lado, la economía; por el otro, el impacto en la naturaleza.

De esos mismos pigmentos nacen sus esculturas que lucen como cubos, algunas con frases y cifras que hablan de esta problemática que ha sido el eje de su trabajo desde que comenzó su maestría en artes plásticas y que terminó en la Universidad Nacional hace apenas dos años. 

Montero ha expandido su investigación a otros elementos como el oro, la plata, el níquel, a mirar cómo algo que es intrínseco a la Tierra, empieza a cobrar un valor mercantil según la lógica humana mientras va afectando, a su vez, el entorno en el que vive.

En sus paisajes están desde el páramo de Choachí hasta el páramo de Santurbán. De esta reflexión han surgido también piezas escultóricas, siempre con la roca de carbón como base, y donde también ha ido incluyendo otros elementos de la naturaleza. 

Para el salón regional de artistas de 2018, participó con la que considera su pieza más pedagógica, a partir de la propuesta curatorial de Nicolás Leyva y Claudia Salamanca donde proponían una caja viajera con diferentes obras y ahí iba incluida la de Montero, que iba moviéndose por diferentes lugares. En ella se ve información puntual sobre índices del costo de extracción de estos elementos.  

Montero tenía claro que el arte era su camino. Hizo parte de la Feria del Millón en 2019, que se llevó a cabo en el Hospital San Juan de Dios, y desde el arte busca generar conciencia sobre el medio ambiente. El arte no va a cambiar el mundo, pero da constancia de su tiempo. Así ocurre con esta obra.

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