La decisión fue sorpresiva y sus efectos no son inmediatos. Hoy en ese puente hay cientos de personas intentando pasar, pero el flujo va lento, lejos de las 50 mil personas que solían pasar diariamente.
En todo caso, la medida sí está precedida por una gestión larga.
En los últimos meses, los gremios de Norte de Santander y del estado fronterizo del Táchira, principales damnificados con el cierre, elevaron la presión sobre sus gobiernos para la reapertura, pues la economía de ambas regiones está cimentada en el intercambio propio de la frontera.
Tal y como nos contó Amilcar Mirep, el presidente del gremio hotelero Cotelco en Norte, una vez inició la reapertura económica por pandemia, hace poco más de un año, los gremios de ambos lados decidieron organizarse. Comenzaron a hacer reuniones y a sacar comunicados conjuntos periódicos, exigiendo a ambos gobiernos soluciones.
Del lado de Norte de Santander le recriminaron a Duque el fracaso de su cerco diplomático. Del lado de Táchira, donde la oposición al chavismo es fuerte, le echaron en cara a Maduro que su impopularidad en la región se disparó como consecuencia del cierre.
Los gremios de Norte se enfocaron en presionar para que el gobernador, Silvano Serrano, y el alcalde de Cúcuta, Jairo Yáñez, asumieran la vocería ante Casa de Nariño para dialogar con Venezuela. Un papel que, dado el talante obediente de ambos gobernantes, era difícil de asumir públicamente.
El único gesto del alcalde de Cúcuta fue en abril de este año. A propósito de una visita de Duque a Norte de Santander, pidió la reapertura vía Twitter. Salvo ese episodio, ha sido más un espectador que parte activa de la solución.
Por su parte, el gobernador Silvano Serrano se mantuvo totalmente al margen de la discusión pública pero sí delegó a su secretario de Fronteras, Victor Bautista, un exfuncionario de Cancillería con cancha en el tema, para abogar por la apertura.
Sin pretensiones diplomáticas y cobijado por el Estatuto Orgánico Territorial que permite a los mandatarios locales hacer diálogos internacionales, Bautista promovió reuniones con los gremios de ambas regiones desde el año pasado.
El desenlace fue una reunión en mayo entre el gobernador Serrano y Freddy Bernal, el protector del Estado de Táchira, delegado directo de Maduro en la frontera. Como reveló La Silla, Cancillería, en su momento acéfala (Claudia Blum ya había renunciado y Marta Lucía Ramírez no se había posesionado), desautorizó el encuentro y la gobernación se echó para atrás.
La nueva canciller oxigenó la discusión
Pero la presión de los gremios continuó, y tal y como nos dijeron dos personas que han sido parte activa de las reuniones, la llegada de Marta Lucía Ramírez a Cancillería le dio otro aire a la interlocución binacional.
El gobierno de Duque sigue sin reconocer al régimen de Maduro y sin tender puente diplomático alguno, pero la canciller asumió una postura más activa, en la medida en que pidió que le reportaran directamente lo que sucedía en las reuniones gremiales.
“Con Marta Lucía, la Cancillería al menos empezó a apropiarse del tema. Sin decidir nada pero al menos oyéndonos a través del gobernador, con quien tiene buenas relaciones”, nos dijo una de esas fuentes.
Aunque el padrino político de Silvano Serrano es el exgobernador William Villamizar, quien milita en La U, Serrano llegó al poder con el aval azul y en él prima la disciplina de partido, el mismo que la vicepresidenta.
De ahí que mantenga buenas relaciones con Ramírez, quien en las elecciones de 2018 contó con el respaldo de todo el directorio conservador en Norte, el partido de mayor tradición allá.
A finales de agosto, Marta Lucía Ramírez, en su rol de vicepresidenta visitó Cúcuta para instalar el Congreso Nacional de Historia, en el marco de la celebración del Bicentenario de la Constitución de Villa del Rosario.
Dos meses antes y tras la presión de los gremios, Duque reabrió unilateralmente la frontera. Sin interlocución con Venezuela, fue una medida inocua. Migración Colombia aumentó su presencia en los puentes basados en rumores de que Venezuela también iba a abrir pero no sucedió. La gente solo podía llegar hasta la mitad de los puentes internacionales. Los pasos ilegales debajo de los pasos formales y a lo largo de 2 mil kilómetros fronterizos siguieron vivos.
El chavista Freddy Bernal seguía enviando mensajes públicos al gobierno de Duque y privados a las autoridades de Norte de Santander para que retomaran la reunión fallida de mayo. Entonces, en privado y desde su rol como canciller, Ramírez habló con Serrano y finalmente le dio luz verde a los diálogos fronterizos.
Así, la reunión se concretó a los ocho días. Bautista y cuatro líderes gremiales de Norte de Santander viajaron a San Antonio de Táchira, se reunieron con Bernal y acordaron tres puntos clave para la reapertura: coordinar la entrada y salida de los niños que viven en Venezuela y estudian en Colombia, regular el paso peatonal y la reactivación del transporte de carga (que en la frontera entre La Guajira y El Zulia sí ha permanecido activo).