La renuncia de Carlos Urrutia a la embajada de Washington, apenas unas horas antes de que el senador Jorge Robledo profundizara en sus críticas al gobierno y a Urrutia, muestran la debilidad política del gobierno de Juan Manuel Santos.

La renuncia de Carlos Urrutia a la embajada de Washington, apenas unas horas antes de que el senador Jorge Robledo profundizara en sus críticas al gobierno y a Urrutia, muestran la debilidad política del gobierno de Juan Manuel Santos.

Aceptar la renuncia de un amigo personal que está en un cargo de tanta confianza como la embajada en Estados Unidos no es una decisión fácil. Más cuando las críticas llevaban mes y medio y, hasta hoy, Santos había respaldado a Urrutia ante los señalamientos de Robledo y de Wilson Arias.

Robledo había anunciado una intervención en la plenaria del Senado para esta tarde. Esa intervención la tenía lista para el sábado, después de la elección de la nueva mesa directiva, pero no tuvo el uso de la palabra. En ella el senador del Polo va a mostrar por qué las acusaciones que le hizo primero Santos y luego el Ministro del Interior Fernando Carrillo el viernes (y que mostraron el nerviosismo del Gobierno) no tendrían fundamento.

?Además, Robledo había anunciado que iba a mostrar que esas acusaciones eran retaliaciones por sus críticas a Urrutia y se venía con más ataques al embajador en Washington.

Ayer, de hecho, envió una carta a todos los medios en la que señala, tomando información de La Silla, que Urrutia había sido activo en recaudar fondos para la campaña de Santos en 2010. Algo que no tiene nada de ilegal, pero que sí subraya la cercanía entre el presidente y su embajador.

La decisión de aceptar hoy la carta de renuncia de Urrutia, fechada ayer, muestra que el gobierno se quedó sin margen de maniobra para enfrentarse a Robledo, quien ya salió a reivindicar la victoria política.

  Pero también recuerda el difícil momento por el que está pasando el gobierno.
La debilidad del gobierno

Las últimas semanas han sido duras para el Gobierno porque no ha podido explicar cuál es su proyecto de largo plazo, más allá de firmar la paz con las Farc, y, más recientemente, porque le están estallando en la cara las molestias sociales.

El primer hilo conductor del gobierno de Santos fue el de las cinco locomotoras, pero de ellas solo arrancó la de vivienda. La minería está frenada por los bajos precios del carbón y los líos ambientales y sociales. La de infraestructura está hasta ahora empezando a arrancar con las grandes concesiones de la Agencia Nacional de Infraestructura (Ani). Las de la agricultura y la innovación siguen olvidadas.

La renuncia de Carlos Urrutia se hizo pública horas antes de una intervención del senador Jorge Robledo en el Congreso en donde se disponía a cuestionar de nuevo la relación de Santos y su embajador en Washington.
La salida de Urrutia, amigo personal del presidente Juan Manuel Santos, es una derrota para el Gobierno en momentos en que no encuentra la manera de conjurar los paros y que llueven críticas contra el proceso de paz.
En el último mes, el senador Jorge Robledo ha venido enfocando las presuntas compras irregulares de antiguos baldíos como un caso de responsabilidad política y venía pidiendo explicaciones a Urrutia por el rol de su antiguo bufete en asesorarlas. Foto: Juan Pablo Pino

La segunda bandera fue la de la atención a las víctimas y la restitución de tierras. Aunque esos procesos han logrado mostrar la importancia del problema de concentración de la tierra y visibilizar a las víctimas del conflicto, se han enfrentado a una fuerte oposición y han ido quedando relegados en la agenda política, en parte porque desde que reveló que el gobierno estaba conversando con las Farc, el gobierno convirtió esa negociación a su principal apuesta política.

Pero en la paz también hay dificultades, por lo menos según lo que se puede ver desde afuera. Las negociaciones tienen cada vez más presión por arrojar resultados, tanto porque se acercan las elecciones como porque hay un desgaste natural al negociar en medio del conflicto. Como dijo Semana el domingo pasado, “el calendario de la paz se ve cada vez más apretado”.

Esa falta de resultados, sumada a la difícil situación por los paros, se ha traducido en desorientación y en nervios, como lo demostró la salida en falso del Gobierno al acusar a Robledo el viernes. Como dijo Juan Gossaín en una entrevista a Claudia Morales ayer, “veo a Santos errático y dando bandazos”.

Esa debilidad se nota en pequeños detalles. Por ejemplo, la senadora del Mira Alexandra Moreno Piraquive estaba hablando hoy de presentar una “Ley Urrutia” para cambiar la forma de elegir a los altos diplomáticos colombianos en el exterior. Aprovechando la debilidad del gobierno, Moreno propuso que la comisión segunda del Senado defina si acepta a los embajadores nominados por el Gobierno. Es decir, le quitaría al presidente la libertad para definir quiénes son sus embajadores.

Ese proyecto de ley tiene pocas posibilidades de pasar cuando el gobierno está fuerte. Pero Moreno lo presentó justo en esta coyuntura, atándolo al caso Urrutia, porque sabe que así tiene más opciones de salir adelante. Y eso muestra que el caso del embajador se convirtió en un talón de Aquiles del gobierno ante la opinión.

Perder es ganar un poco

Aceptar la renuncia es, para el Gobierno, cortar por lo sano – o por lo menos evitar que el escándalo siga creciendo.

La decisión le baja la presión al gobierno, que ya tuvo que enfrentar artículos críticos a Urrutia en influyentes medios gringos como el Wall Street Journal y la revista Time.

Además el gobierno le baja la temperatura al escándalo justo cuando empieza la nueva legislatura en la que hay menos proyectos de ley clave y muchos legisladores buscan debates políticos para tener más exposición en los medios y así ir calentando su reelección.

Hasta ahí la renuncia es una victoria del gobierno. Pero, sin duda, es una gran derrota política.

Primero porque hacerla justo hoy deja la sensación de que el debate que se venía podía afectar al gobierno. Segundo, porque Santos le entrega la victoria precisamente a Jorge Robledo, a quien viene graduando de opositor principal. Y tercero, porque refuerza la idea de que el gobierno es bogotano y elitista.

El caso de Urrutia, más allá del debate por el uso de las tierras de la Altillanura, conjugaba varios elementos que reiteran esa imagen del gobierno: el ex embajador es de la élite bogotana, fue nombrado por ser amigo de Santos y no por tener experiencia como diplomático, fue contribuyente de su campaña presidencial y el problema de las tierras en el Vichada es sintomático de una visión centralista en la que las tierras están ahí para quien las necesite.

Esa, posiblemente, es la derrota más fuerte del gobierno en este caso.