A Antanas Mockus los alfiles del Presidente podrán ridiculizarlo con los mimos, los disfraces de super cívico y los girasoles. Pero, si se atienen a las cifras y a los resultados concretos de sus dos alcaldías, difícilmente podrán volver la seguridad el talón de Aquiles del candidato Verde.

Durante la Alcaldía, Mockus se enfrentó duro contra las amenazas de las Farc, mediante actos simbólicos como su chaleco con el corazón expuesto y amarrarse las manos para evitar la tentación del ojo por ojo hasta medidas convencionales como cuadriplicar la inversión en la Policía y la construcción del primer batallón de Alta Montaña.
Fotomontaje de La Silla Vacía (le pusimos el girasol)

A Antanas Mockus los alfiles del Presidente podrán ridiculizarlo con los mimos, los disfraces de super cívico y los girasoles. Pero, si se atienen a las cifras y a los resultados concretos de sus dos alcaldías, difícilmente podrán volver la seguridad el talón de Aquiles del candidato Verde.

“Las Farc están esperando el 7 de agosto para hacer fiesta en el país y por eso estoy pidiendo una línea de coalición porque el desafío de la guerrilla no se enfrenta con mimos o girasoles”, dijo Andrés Felipe Arias, de la entraña del Presidente Uribe, hoy. Ante lo cual Mockus le recordó que hace unos meses el mismo Arias había dicho que él era una de las personas que comprendía mejor los problemas de seguridad y que el Presidente Uribe lo había condecorado cuando era Alcalde por los temas de seguridad.

Durante los tres años de su última alcaldía, 2.445 personas menos murieron por causas violentas en la ciudad. Cuando Mockus asumió su primera alcaldia redujo la tasa de homicidios de 82,1 por cien mil habitantes, a 64,9. Y cuando acabó la segunda alcaldía en 2003, después de un período intermedio de su compañero Enrique Peñalosa, la tasa bajó a 23,4 homicios por cien mil habitantes.

Mockus logró esta disminución récord, que no ha sido alcanzada por Uribe ni en sus mejores momentos, con una política pública que combinó las acciones simbólicas de las que se burla Arias con otras medidas más convencionales, que de hecho fueron replicadas luego por la administración de Álvaro Uribe.
 

Andrés Felipe Arias dijo hoy que con mimos y girasoles no se le gana a las Farc.
Foto: Laura Rico Piñeres
 
Una de las campañas de Antanas durante su alcaldía fue identificar los lugares protegidos por el Derecho Internacional Humanitario y pintarlas de naranja para que la gente supiera.
Foto: Campaña Antanas Mockus
 
Alias ‘Rojas’ que recibió la recompensa por matar al jefe guerrillero Iván Ríos fue uno de los beneficiarios de la política de recompensas de Uribe. Frente a esa política, Mockus lanzó campaña de ‘Croactividad’. El mismo objetivo pero por diferentes medios.
Foto: Ejército Nacional

Lo simbólico

Como lo escribí en mi libro “No somos machos pero somos muchos”, uno de cuyos capítulos es sobre sus acciones de resistencia contra la guerrilla, la obsesión de Mockus durante su Alcaldía fue enseñarle a los bogotanos a no matar.

Bajar los homicidios no había sido nunca una prioridad del gobierno distrital. La Policía, por ejemplo, en sus evaluaciones de desempeño asignaba 10 puntos al agente que recuperaba un carro robado, sólo dos al que reducía los asesinatos en su localidad. Esto le impresionó mucho a Mockus. También descubrir que como dos de cada 10 muertos eran delincuentes que morían en ajustes de cuentas algunos consideraran que merecían su suerte, que ‘mejor que se acabaran entre sí’.

Pero Antanas, con su fe en que todo ser humano es capaz de cambiar su vida si se le da la posibilidad, comenzó por salvar las vidas que otros consideraban “desechables”, y una de sus primeras decisiones como alcalde fue instalar un CAI de la Policía en el Cartucho, donde aparecían muertos dos y tres indigentes cada noche.

Los estudios también demostraban que los bogotanos morían y se mataban más después de la una de la mañana, y que la mayoría tanto de víctimas como de victimarios habían consumido alcohol y que siete de cada diez asesinatos se cometían con armas de fuego. Entonces, el gabinete de Mockus centró sus esfuerzos iniciales en combatir el consumo de alcohol con la Ley Zanahoria y el porte de armas. Con sus acciones, logró que los bogotanos entregaran voluntariamente 2.500 armas de todo tipo.

La amenaza guerrillera

Andrés Felipe Arias y la gente cuyo pensamiento él expresa, podrán decir que una cosa es lidiar con borrachos y con delincuentes menores y otra muy diferente hacerlo con las Farc.

Es cierto. Pero Mockus tuvo que lidiar con la guerrilla en el momento en que estas le declararon la guerra abierta a Bogotá después de que fracasó la negociación de paz con Pastrana. “Nos vemos en Bogotá”, dijo el Mono Jojoy cuando se acabó el despeje del Caguán. Y hacia Bogotá intensificaron sus acciones.

El 20 de enero de 2002, las Farc atentaron contra el embalse de Chingaza, que surte de agua potable a buena parte de la capital. Las consecuencias del atentado podrían haber sido catastróficas para la ciudad y ese día Mockus entendió el tamaño del enemigo al que se enfrentaba.

Mockus, como Uribe, estaba convencido de la importancia de fortalecer la fuerza pública. Y de hecho, durante su primera administración cuadriplicó la inversión en la Policía. La inversión directa en la Policía pasó de 5 millones de dólares durante la administración de Jaime Castro (él invirtió en forma indirecta en otros rubros) a 24 millones de dólares durante su primera administración. Peñalosa invirtió 48 millones de dólares y luego durante el segundo período de Mockus llegó a 57 millones de dólares en carros, caballos para tener presencia en la zona rural, radios, comunicaciones y capacitación.

También mejoró la coordinación entre las fuerzas que redundó en una mejor inteligencia para ubicar las amenazas antes de que estas se concretaran. Mockus incrementó los consejos de seguridad a tres o cuatro al mes, a las que asistían el comandante de la brigada XIII del Ejército, el comandante de la Policía, el del DAS, la Fiscalía, la Procuraduría y el consejero de seguridad durante el gobierno de Pastrana y luego el viceministro de Defensa Andrés Soto cuando Uribe se posesionó. El Alcalde dirigía estas reuniones en las que se compartía información, se coordinaban nuevas acciones y se refinaba la información de inteligencia con la que contaban las autoridades.

“Esta mayor coordinación permitió realizar muchos allanamientos”, dijo el entonces consejero de seguridad de Bogotá Hugo Acero. “Incautamos unas 100 toneladas de explosivos y realizamos allanamientos incluso fuera de Bogotá, como en Sibaté”.

En uno de estos consejos, Reynaldo Castellanos, quien comandaba la Brigada XIII, propuso crear el batallón de Alta Montaña del Sumapaz, para cortarle el corredor más importante a las Farc desde el Meta hasta Bogotá. Tanto Gonzálo de Francisco, el consejero de Seguridad de Pastrana, como Mockus impulsaron la idea. Antanas destinó para ese batallón cuantiosos recursos. Y fue así como se construyó este batallón que ayudó a replegar a las Farc hacia el Huila. Luego construyó otro en la zona rural de la Calera. Esta presencia ayudó a proteger el perímetro urbano de la ciudad.

El General Castellanos, nombrado luego Comandante del Ejército por Uribe, planeó la exitosa Operación Libertad Uno que desterró a las Farc de Cundinamarca. Y el Presidente decidió replicar el ejemplo exitoso del batallón del Sumapaz creando batallones de alta montaña en todo el país.

Con la justicia

Entre el 2002 y 2003, Bogotá vivió la peor oleada terrorista de su historia. Cinco días después del atentado a Chingaza, las Farc explotaron una bicicleta bomba al lado de un restaurante frecuentado por policías en el barrio Fatima, al sur de la ciudad, matando a cinco personas y dejando 28 heridos. Y después de otros atentados menores, vino el ataque sin precedentes contra la Casa de Nariño durante la posesión del presidente Uribe, que provocó la muerte de 20 personas.

Muchos bogotanos le criticaron al alcalde que reaccionara a las agresiones de la guerrilla con actos simbólicos y experimentos pedagógicos como si los ciudadanos fueran niños en cambio de asumir medidas más fuertes. Uribe tampoco estaba para manifestaciones simbólicas. Y una semana después de su posesión bajo fuego expuso en un consejo de seguridad los detalles de su estrategia. Habló de la red de informantes que pensaba crear en todo el país y de su propuesta de conformar pelotones de soldados campesinos en los municipios.

Antanas salió angustiado de la reunión. Aunque compartía con Uribe su preocupación por recuperar la autoridad del Estado en todo el territorio, de no negociar contra el chantaje de las armas, y de que la participación de los ciudadanos era fundamental para combatir el terrorismo, discrepaba del presidente en la forma de hacerlo.

“Al Estado le queda imposible competir con el dinero de los grupos armados y el narcotráfico. Ellos siempre pueden ofrecer más. El Estado tiene que competir con y por su legitimidad”, me dijo en ese momento, convencido de que los bogotanos debían denunciar los crímenes porque es un deber ciudadano y no porque les paguen.

Uribe inauguró sus Lunes de Recompensa premiando con un fajo de billetes a un informante encapuchado. Unas semanas después, Mockus lanzó su Campaña de Croactividad, para romper la ley de silencio. Rodeado de sapitos verdes de peluche, Mockus inició una campaña para exaltar a los sapos que denunciando a los criminales salvaban vidas. Aunque es difícil decir si fue por esta campaña o simplemente porque aumentaron las amenazas, las llamadas a la línea de emergencia 112 aumentaron durante ese año y la Policía dijo que gracias a ella pudo evitar varios atentados terroristas.

Otras campañas fueron menos exitosas como la de Pacífica Voluntad Ciudadana, que con tubos de PVC, buscaban explicarle a la gente que si se responde ‘ojo por ojo, todos quedamos tuertos’. Era la forma de Mockus de pedirle a los bogotanos que resistieran la tentación del paramilitarismo, que para ese entonces ya había comenzado a penetrar algunos sectores de la ciudad.

Mockus entendía la teoría de que al pez había que quitarle el agua y que mientras los bogotanos tuvieran posiciones ambivalentes frente a la guerrilla, esta tendría la opción de imponerse. Solo que su camino para hacerlo no eran los arrestos masivos, ni las recompensas, ni otros métodos similares. Para eso sí creía que los mimos y los girasoles eran más efectivos.

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...