Leyla Rojas es una intensa. Por eso está entre las cinco funcionarias preferidas del Presidente Uribe. La artífice de la revolución del agua con la que el gobierno avanza para que en el 2011 los cascos urbanos del país tengan agua potable durante todo el día, se acaba de convertir además en uno de los pilares del plan para reactivar la economía.
La Viceministra del Agua con la preocupación de llevar agua potable a todo el país ahora será uno de los pilares para reactivar la economía
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Leyla Rojas es una intensa. Por eso está entre las cinco funcionarias preferidas del Presidente Uribe. La artífice de la revolución del agua con la que el gobierno avanza para que en el 2011 los cascos urbanos del país tengan agua potable durante todo el día, se acaba de convertir además en uno de los pilares del plan para reactivar la economía.
La dama del agua ya no solo piensa en consejos comunitarios, en el Referendo del Agua -sobre el que tiene muchos reparos que este martes 31 de marzo expuso en el Congreso - y en responder las decenas de órdenes que Uribe le envía diariamente a su Blackberry rojo. En la crisis económica, la “vice” de 33 años también será una bolsa de empleo.
El gobierno espera que con los 3,3 billones que su cartera invertirá este año en acueductos -la inversión más elevada que se haya hecho en tan corto tiempo en construcción de acueductos y alcantarillados- generará 119,000 empleos, la mitad de los que se han perdido en los últimos meses por cuenta de la crisis según cifras del DANE.
Espera compensar con esto parte de los recursos que las empresas privadas no están invirtiendo en las regiones por cuenta de la crisis, aumentar la demanda de materias primas y hacer que nuevas empresas pisen las regiones para aumentar el recaudo de impuestos por renta, nómina e IVA.
Su historia
Desde que el Presidente anunció que además de carreteras, minas y aeropuertos, la construcción masiva de acueductos será clave para enfrentar la crisis mediante la generación de empleo no calificado, esta politóloga pasó de dormir seis horas, a cuatro.
Antes de llegar al Ministerio de Ambiente, Rojas era profesora de ciencia política en la Universidad Javeriana de Bogotá. La Ministra de ese entonces, Cecilia Rodríguez, le pidió que le ayudara a manejar las relaciones con el Congreso y ella no lo dudó.
Pasó horas en el Capitolio patinando con éxito la Ley del Agua, que creó el marco jurídico para que los alcaldes del país no puedan gastarse los recursos destinados a construcción de acueductos en ferias y fiestas patronales. Leyla fue ascendida en menos de dos años a Viceministra del Agua, un cargo creado por Uribe para ella.
Asumió funciones a mediados de 2006. Y gracias a las obras de su Viceministerio, San José del Guaviare y Sincelejo ya cuentan con agua las 24 horas del día. Empresas como Carrefour ahora están pensando en invertir en Sucre y cadenas hoteleras tienen en la mira a cinco municipios de la Costa Atlántica porque el suministro de agua ahora permite que lleguen turistas. Quibdó finalmente después de diez años tendrá su acueducto listo en diciembre y los niños de Tumaco tendrán la esperanza de consumir agua potable a partir de junio, cuando comienzan las obras.
¿Cómo lo hizo?
“El problema de agua en Colombia no es de oferta hídrica sino de falta de planeación”, dice Rojas. La plata destinada para la construcción de acueductos se invertía de manera atomizada: el alcalde arreglaba unos tubos; la Nación le daba recursos para la planta de tratamiento y el gobernador construía una planta para mejorar la presión. Pero al final, como los esfuerzos no eran coordinados ni había recursos suficientes para hacer grandes obras, el agua no llegaba a las casas.
“El tema de acueductos no es popular en Bogotá, es un drama que afecta a las regiones. No es un servicio es una cuestión de dignidad humana”, dice. Cuando la entrevisté en el Viceministerio, eran las ocho de la noche, pero los asesores trabajaban como si fueran las tres de la tarde. En su oficina, tiene una foto gigante de Uribe con un poncho en una audiencia en Sincelejo. Su escritorio está cubierto de achiras del Huila, flores y manjares blancos del Valle que le traen los cientos de alcaldes y concejales que pasan por su oficina.
Su seguridad es arrolladora. Se ríe, contesta el teléfono y habla de su trabajo como si los acueductos fueran los hijos que no ha tenido. Dice que dos imágenes inspiran su trabajo: los niños de Quibdó bañándose en la quebrada la Yesca, en el mismo lugar que se vierten las aguas residuales, y las mujeres que tienen que recorrer kilómetros con sus hijos en la espalda para lavar la ropa en los ríos.
Entre 1996 y 2003, el país invirtió 11,7 billones de pesos para la construcción de acueductos y alcantarillados, que si se hubieran invertido bien hoy todos los municipios tendrían agua potable. Sin embargo, según el Censo del 2005, todavía hay ocho millones de personas que no tienen agua y dos niños mueren al día por enfermedades relacionadas con la falta de agua potable. Para dar algunos ejemplos, de los municipios de Guajira ninguno tiene acueducto y alcantarillado. En Bolívar, muchos pueblos están en la misma situación a pesar de que el departamento está irrigado por dos ríos.
El nuevo esquema
La revolución del agua se ha logrado gracias a que Leyla sentó en una misma mesa a los alcaldes, a los gobernadores, a la empresa privada y al gobierno central para que por primera vez pensaran en planes viables para mejorar el cubrimiento de agua en las regiones.
La plata para acueductos que antes entraba a las regiones bajo el rubro de “propósito general” y que se terminaba gastando en emergencias o en fiestas patronales, ahora solo se pueden gastar en agua. Si los políticos no invierten la plata con eficiencia y transparencia, el gobierno central les congela el rubro.
Esto ha obligado a las administraciones locales a ponerse las pilas. Saben que si no se dejan asesorar por el gobierno nacional para ejecutar esta plata con celeridad y transparencia corren el riesgo de perderla. Y este es el incentivo para que participen en los Planes Departamentales de Agua, a través de los cuales, Leyla ha recogido 8,2 billones de pesos, entre transferencias, regalías, créditos y recursos de las Corporaciones Autónomas para construir esos acueductos y alcantarillados que los políticos han prometido en plaza pública durante años.
Ya está la plata, un gerente y un comité único que la administra, pero hay problemas de ejecución.
“Yo he firmado acuerdos con las Asambleas y los concejos municipales de 30 departamentos para que se comprometan a destinar durante 20 años un porcentaje de los recursos de transferencias para financiar estos planes departamentales”, dijo Leyla que no es ingeniera pero ha sabido sacar adelante estas obras a punta de negociación.
“No es un tema de tubos, sino de persuasión”, fue lo que descubrió la politóloga. Gracias al soporte de estas vigencias futuras ha podido gestionar créditos con tasas favorables.
Ya todo está listo para arrancar en grande, pero la mayoría de las nuevas obras todavía deben despegar. Ha sido difícil encontrar empresas idóneas para administrar estos acueductos después de estar terminados. Sin empresas operadoras de calidad, las obras podrían quedar convertidas en elefantes blancos.