Las abuelas y las mamás que marcaron a los candidatos

Las abuelas y mamás que marcaron a los candidatos
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Pocas cosas marcan tanto el futuro de un Presidente como su carácter. Y al carácter de varios de los candidatos pocas personas los marcaron tanto como sus mamás o abuelas.

Como parte de unas serie que arrancamos hoy para adentrarnos en los perfiles* de los candidatos acá reflejamos algunos de los episodios que muestran esta influencia sobre varios de ellos:

“Mijo, trabaje con los pobres y se hará rico”.

En la vida del candidato Rodolfo Hernández, que nació en Piedecuesta, en 1945 –cuando era un pueblo pequeño y lejano que vivía de producir panela y tabaco– gran parte de su crianza corrió a manos de “la abuela Lola”.

La abuela Lola, analfabeta, montó una fábrica de tabaco en Piedecuesta que tenía 80 trabajadores. Como no sabía leer ni escribir, le pedía a su hija, doña Cecilia, la mamá de Rodolfo, que sacara las cuentas de cuántos eran los tabacos que vendían y los que les compraban. Como Rodolfo fue su primer nieto, fue su consentido.

De niño Rodolfo pasaba las vacaciones en su casa en Bucaramanga. Cuando salían a caminar juntos, ella se detenía frente a la iglesia, y con el brazo extendido le señalaba la torre del campanario insistentemente, como mostrándole algo digno de admirar. “¿Por qué no se cae?”, le preguntaba. Él dice que eso lo inquietó tanto con la torre y con todos los edificios de ahí en adelante, que lo impulsó a ser ingeniero civil.

A “la abuela Lola” le heredó los ojos azules y el ser metódico. Pero sobre todo, de ella aprendió el dicho que, según él, lo hizo un constructor exitoso: “mijo, trabaje con los pobres y se hará rico”.

Después de eso, Rodolfo, que era el consentido de su mamá y de su abuela Lola, decidió estudiar ingeniería civil, pero como en Bucaramanga no había esa carrera, se presentó a la Universidad Nacional y pasó raspando.

Cecilia, su mamá, contradiciendo a su esposo –que quería que Rodolfo y sus hermanos se dedicaran a la tierra– embarcó en bus al joven de 20 años, con una maleta de ropa, un colchón y una almohada rumbo a Bogotá para que estudiara.

Desde que estudió, la meta que se trazó Rodolfo fue construir vivienda cómoda y con buen diseño pero barata para venderles a los pobres. Como le enseñó su abuela Lola.

El niño de sus ojos

También en el caso de Sergio Fajardo, el candidato del centro, el rol de su mamá y abuela fueron determinantes en su carácter.

La mamá de Fajardo, Mara Valderrama, era una mujer bella, impulsiva, estricta y religiosa, del Opus Dei, que rezaba dos rosarios al día, y que organizaba su casa y educaba a sus hijos con orden y disciplina.

Tanto para ella como para la abuela materna Lula, una maestra de San Pedro de los Milagros que tuvo una particular ascendencia sobre el ahora candidato, Sergio era el niño de sus ojos. “Era el niño lindo, inteligente y exitoso. Era el ‘masterpiece’ de su familia’”, dijo a La Silla Vacía alguien cercano.

Fajardo heredó de su mamá un cierto estoicismo que siempre impresiona a los que lo rodean, y de la forma como lo quisieron y lo educaron, la seguridad en sí mismo que lo caracteriza.

“¿Yo qué hice en esta vida para que tú te vayas para la política?”

Federico Gutiérrez no sube al escenario hasta que no estrecha la última mano y da el último abrazo de las personas que lo esperan. Luego se para en la tarima con una bandera de Colombia en la mano izquierda y el micrófono en la derecha. Los seguidores aplauden y él comienza a hablar: “Hay pocas cosas en la vida que son buenas en exceso, y una de ellas es la gratitud”, dice.

Es una frase que suele usar. Es la misma con la que cerró su discurso de posesión como alcalde hace seis años. La escuchó por primera vez de su mamá, Amparo Zuluaga, y la usa cada que puede. En este discurso la repite dos veces. Las palabras públicas de Federico Gutiérrez están compuestas por citas dedicadas a sus padres.

El lenguaje con el que nombra el mundo, y con el que aspira a ser seguido, es una herencia que él escogió. Un homenaje al orden y a la familia.

Federico era el hermano del medio entre dos mujeres: Catalina, un año mayor, y Juliana, 6 años menor. Juliana dice que entre los tres él era el único al que su mamá no era capaz de regañar. “Entraba furiosa a decirle algo y salía atacada de la risa. Una vez una vecina le dijo que quería ponerle a su hijo Federico y mi mamá se alarmó. Le dijo que lo pensara bien porque no iba a ser Federico, sino Joderico. La personalidad venía con el nombre”.

Cuando, en 2003, Federico volvió a pensar en la política después de haber trabajado como ingeniero civil en una constructora, le dijo primero a su mamá.

—Mami, es que me voy a lanzar al Concejo —dijo Federico.

—¿Yo qué hice en esta vida para que tú te vayas para la política? —respondió Amparo. Aunque luego del impacto inicial dijo que lo apoyaba. “Eso sí, hazlo bien, con los valores que te enseñamos, Federico”.

“Es un hijo del sacrificio”

Cuando a David Barguil, el candidato del Partido Conservador, le preguntan por quién ha sido la persona más determinante de su vida y la que más admira, siempre dice que es su mamá. Y es que Amina Assís no solamente lo crió, también fue su maestra y todavía hoy es su gerente de campaña en su natal Cereté, el municipio de Córdoba donde vivió toda su niñez y juventud.

En el hogar de Barguil nunca estuvo presente la figura paterna. Su papá, que era de una familia rica de Cereté, conoció a Amina cuando ella era maestra de escuela y se casaron. Pero David no conoció a su padre sino hasta los siete años, pues el hogar estaba fragmentado. Su papá tenía delirios de persecución y consumía regularmente trago y drogas, y por eso ella lo dejó.

Así, a David y a su hermano mayor, Amina los mantenía con un sueldo de maestra. Daba clase en dos colegios de 6 a 6 y hacía al tiempo una especialización en la noche. Los tres dormían en un mismo cuarto de la abuela de David, que los acogió pero pagando un arriendo.

A sus siete años, una prima organizó un encuentro para que David y su hermano se volvieran a ver con su papá, y a raíz de ese encuentro, sus padres volvieron, sobre todo porque a su mamá le interesaba brindarles a sus hijos esa imagen paterna que por mucho tiempo no habían tenido. Pero tampoco ahí funcionó el hogar.

“Mi papá sacó una casa en arriendo y nos mudamos. Yo en ese momento sentí que era el hombre más feliz de la tierra. Yo ahí ya tenía como ocho años. Pero nada, él luego cayó; mi mamá se dio cuenta luego de que ahí no había nada qué hacer”, y su mamá volvió a vivir con ellos en un cuarto hasta que ambos se fueron a estudiar sus pregrados en Bogotá.

Hoy Amina tiene disfonía, no se le oye tan bien lo que habla, y es por la tiza que usó durante los 43 años que fue maestra. Pero todavía frecuenta las tarimas donde David hace campaña, y hasta le mandó una carta a los profesores de su municipio cuando Barguil aspiraba a la Cámara de Representantes para que votaran por él. “Es un hijo del sacrificio y del esfuerzo de la docencia”, decía.

*Estos perfiles hacen parte del libro Los Superpoderosos del 2022, que publicaremos en los próximos meses.  

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