Calamar es un municipio de Guaviare que es conocido como la puerta Norte de la Amazonia colombiana. Cómo toda puerta, está en medio de dos mundos. Entre el Orinoco y la Amazonia, entre los potreros para ganado y los tepuyes de Chiribiquete, entre el desarrollo que trajo el Acuerdo de Paz y el control territorial de las disidencias de las Farc más poderosas del país.
Calamar es el final del camino. Desde la capital del departamento, San José del Guaviare, es un viaje de dos horas y media a bordo de una de las camionetas que salen con pasajeros y mercancía cada hora. Cuesta 20 mil pesos ir en el volco destapado, y cinco mil pesos más en la cabina para el que no quiera sufrir el calor, el sol o el polvo de la vía.
El paisaje que se ve, a medida que el carro entra a la carretera al amanecer, es de grandes pastizales llenos de vacas, cercados por postes y franjas de selva sobre las que va saliendo un sol rojo. Durante 20 minutos, el camino es una vía pavimentada que sube y baja por pequeñas colinas hasta que se convierte en una trocha plana y destapada de color café terracota que atraviesa el municipio de El Retorno hasta llegar a Calamar.
Aunque la trocha existe hace años, la pavimentación de la vía, que promete llegar hasta Calamar, se ha convertido en la obra que las personas del Guaviare referencian como una muestra de la inversión que ha llegado desde el Acuerdo de Paz entre el Gobierno y la antigua guerrilla de las Farc. Es la obra con más plata en ejecución del Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial (Pdet) de la subregión Macarena - Guaviare, que pretende cambiarle la cara a uno de los territorios más afectados por el conflicto armado y ha invertido casi un billón de pesos en esta periferia colombiana.
Calamar también es el principio donde arranca otro camino. Se trata de una trocha que sale del pueblo hacía el suroriente, lo conecta con Miraflores, el municipio más apartado del Guaviare, y es conocida como la vía de la deforestación. No es tan ancha, ni tan plana, y por momentos es difícil de transitar en un vehículo diferente a una moto por los huecos, barriales y caños sin puente que hay. Las camionetas que se aventuran en zona de la disidencia del Frente primero hacia Miraflores cobran 100 mil pesos por cada pasajero. La vía transcurre entre algunos potreros nuevos que aún ostentan los muñones de grandes árboles, grandes zonas de selva amazónica y en algunos sectores, franjas de tierra arrasadas por los incendios y la tala reciente.
También es la muestra de otro efecto que trajo el Acuerdo de Paz en el departamento: la deforestación para ganadería extensiva. Desde 2019 la vía tiene una medida cautelar que cerró y volvió clandestina la carretera, y aunque pueden transitar vehículos ligeros, el Estado no puede invertir, ni se le pueden hacer arreglos. Una medida que poco ha hecho para frenar la deforestación en un territorio controlado actualmente por la disidencia de Gentil Duarte, que tiene en esta zona del país su fortín militar y un dominio absoluto sobre este territorio.
“Todo en la vida tiene el problema de la moneda: la cara y el sello”, dice Jorge Veloza, un campesino de 71 años, que vive hace 41 en Calamar. Es su respuesta a la pregunta sobre qué ha traído la paz al Guaviare.
La cara del desarrollo empieza en San José
Cuando uno llega al aeropuerto de San José del Guaviare, en la zona donde se recibe el equipaje se ven unos afiches grandes con fotos de la Serranía del Chiribiquete, un parque nacional que se ha vuelto famoso como una joya ambiental del país. Las imágenes parecen puestas como una promesa de riqueza amazónica que espera al viajero.
En el lobby del aeropuerto también hay un mapa gigante de Colombia. La mitad de arriba está en blanco, mientras la mitad de abajo es verde y representa todo el bioma amazónico colombiano. Dentro de esa zona verde está la mayoría del territorio de Macarena - Guaviare, una de las 16 regiones creadas para implementar los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (Pdet).