El jefe de cada 'razón', que normalmente está en prisión, coordina varios combos, que a su vez mandan en sus barrios.
Tampoco hay guerras para tomarse el barrio que ya controla otra ‘razón’. Después de que Berna fue extraditado por Uribe, se desató en Medellín una guerra a muerte entre los combos que se alinearon con Sebastián y con Valenciano, un líder criminal famoso, que controlaba unas rutas de narcotráfico en la Costa y tenía mucho dinero. Fue una época muy violenta en Medellín. Los homicidios pasaron de 34 por cada 100 mil habitantes en 2007 a 94 por cada 100 mil en 2009. La tasa de homicidios de hombres entre 15 y 28 años fue mayor a 500 personas por 100 mil, un nivel de violencia mayor al de muchos conflictos civiles.
A la postre, y después de miles de muertos, ganó Sebastián, pero tanto él como Valenciano fueron capturados. En todo caso, su victoria reconfiguró el crimen en Medellín porque después de eso no surgió ningún nuevo gran capo. “Parte de por qué Medellín es tan pacífico ahora es que no hay un gran jefe y esto los ha obligado a tener mecanismos de coordinación”, explica Tobón.
Aunque estos grupos no obedecen una ‘constitución’ como sí lo hacen algunas pandillas de Brasil, por ejemplo, la relación entre las ‘razones’ y entre ellas y los combos está regulada por normas implícitas que todos respetan para proteger su negocio de narcotráfico y mantener a las autoridades lejos del barrio.
Los jefes de las 'razones': los jefes de las ‘razones’ tienen en general más de 40 años, y son líderes criminales veteranos. La mayoría hicieron parte de la desmovilización del Cacique Nutibara y entraron como delegados de Berna. Algunos de esos delegados de Berna ya están muertos pero los jefes de las 'razones' son líderes criminales más veteranos.
La mayoría de los jefes de las 'razones' están en las cárceles, desde donde manejan todo el crimen de Medellín. Hace algunos años, por ejemplo, cuando la violencia en Medellín venía en aumento, un traslado de los jefes en las cárceles —posiblemente como una forma de castigo— terminó en instrucciones en las calles de Medellín para bajar la violencia. Al mes siguiente, Medellín registró el mes con menos homicidios en años.
El Comisionado de Paz ha hablado con estos jefes de ‘razones’ que no solo están presos sino condenados, en su mayoría por concierto para delinquir. De acuerdo con el proyecto de ley de sometimiento, si entran en una negociación saldrían de la cárcel un año después. Ese sería un gran incentivo para negociar. Otra cosa es que una vez afuera renuncien al negocio al lucrativo negocio.
Los miembros de los combos: cada año entran a los combos entre 400 y 500 jóvenes, en su mayoría hombres. No hay reclutamiento forzado. Tampoco una ceremonia de iniciación, como las que hacen en El Salvador para admitir miembros a las pandillas de las Maras.
La mayoría de los pelados se acercan a los combos entre los 13 y 14 años, y su entrada se da de manera más orgánica; comienzan a hacerles un favor a los grupos, esconderles un arma o llevar un recado, y cuando menos piensan ya son miembros importantes del grupo. En promedio, el coordinador de combo tiene entre 25 y 30 años, casi todos con bachillerato y muchos con servicio militar.
En un proyecto relacionado, donde también participa Arantxa Rodríguez-Uribe de la Universidad de Princeton, se encuentran encuestando miles de niños en Medellín y ya han encontrado algunos patrones: los niños que están en más alto riesgo de reclutamiento son aquellos que más subestiman el valor de la educación, los que menor aversión al riesgo tienen, los que más estatus perciben de una vida en el combo, y los que cuentan con menor supervisión de sus familias, entre otros. Aunque el reclutamiento se da en barrios de nivel económico medio y bajo, este no es un fenómeno que se concentre exclusivamente en la población de más bajos ingresos.
Normalmente, los que prestan seguridad andan armados; los que cobran extorsión no. Pero así no las usen, los combos tienen muchas armas guardadas. Es una especie de ejército de reserva.
Aunque el reclutamiento se da en barrios de nivel económico medio y bajo, qué tan pobres son no es un factor determinante.
En principio, los miembros pueden salir del combo tan rápidamente como entraron. La excepción es si están metidos en el corazón del negocio de la venta de drogas u otros negocios sensibles. Ahí sí es más difícil salir. Pero si su labor es solo cobrar extorsiones, por ejemplo, posiblemente basta con pedir permiso al jefe para irse.
Así funciona la organización criminal: toda la organización criminal de Medellín gira alrededor de la venta de droga, que no es la única fuente de ingresos pero sí la principal. Y aunque los jefes de las ‘razones’ pueden participar a nivel personal en el narcotráfico internacional, la mayoría de lo que maneja la ‘razón’ es para el mercado interno. Al fin y al cabo, Medellín es la ciudad con el mayor consumo interno del país.
“El involucramiento de los grupos de Medellín en el narcotráfico internacional es menor hoy a lo que era hace dos décadas. La parte importante de la cadena la han cogido los carteles mexicanos y otros grupos en Colombia”, dice Tobón.
Cada ‘razón’ funciona como una firma independiente de las otras, aunque tienen sofisticados mecanismos de coordinación y de resolución de conflictos entre ellas.
Una ‘razón’ suele tener bajo su control varios barrios continuos donde operan los respectivos combos y con quienes tienen una relación de subordinación en la cadena del suministro de la droga. Los jefes de las ‘razones’ les dan instrucciones a los combos vía whatsapp desde las cárceles, les dan plata y les ponen toda la marihuana y la cocaína que se vende en esa plaza de vicio.
“Nadie puede vender heroína o bazuco”, explica Tobón. “Hay una regulación del mercado de las drogas que está en cabeza de las ‘razones’”.
Los combos solo pueden vender droga de su respectiva ‘razón’, salvo circunstancias excepcionales. Los jefes de las ‘razones’ mandan gente a comprar droga para supervisar que sí tengan las marcas de ellos y sus castigos a los desobedientes son muy violentos.
En un sector de la zona nororiental de Medellín, por ejemplo, hay unas alcantarillas muy grandes que suelen usar como calabozos. Si encuentran a un muchacho de un combo vendiendo ‘de contrabando’ droga de otra ‘razón’ lo meten ahí encadenado dos días.
Los combos tienen que vender al precio establecido por las ‘razones’. Si acaso, tratan de competir con los otros combos bajando la calidad del producto. En una ocasión, en el barrio Antioquia, al lado de la plaza de vicio más grande de la ciudad, a un combo le dio por bajar el precio. Todos los otros combos se quejaron con una de las dos razones que les presta ‘seguridad’ a las familias dueñas de la plaza del vicio y la razón forzó una negociación que condujo a que todos le bajaran el precio.