En Arauca y el Pacífico, dos de las regiones de mayor incidencia de esa guerrilla, el primer paso de la negociación se vivió de maneras muy diferentes.
Las dos caras del cese del ELN
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Ejército de Liberación Nacional, ELN.
Hoy el Gobierno decidió no reanudar las conversaciones en Quito con el ELN por los ataques de esa guerrilla tras el fin del cese bilateral del fuego que venció anoche.
Esa arremetida confirmó los temores en las regiones donde el ELN tiene influencia, luego de un cese tuvo dos caras muy diferentes y que mostró la complejidad de pactar compromisos con un grupo armado que funciona de manera federada y cuyos comandantes en el territorio no responden en la práctica a las directrices de la mesa.
Mientras que en Arauca se respiró tranquilidad por primera vez en 50 años, en el Pacífico hubo violaciones confirmadas. En ambos territorios, el ELN volvió a cometer atentados.
Un soplo de tranquilidad en Arauca
“El cambio fue del cielo a la tierra. Hace más de 50 años que Arauca no pasaba fiestas decembrinas sin el rigor de la confrontación armada”, le dijo a La Silla Martín Sandoval, un político de Arauca que participó en el proceso de paz con las Farc en la región y hoy es candidato a la Cámara por la Unión Patriótica.
Así como él, otros políticos, líderes sociales y defensores de derechos humanos de Arauca, departamento en el que opera el frente Domingo Laín, el más fuerte militarmente de esa guerrilla, se unieron a las voces que en el país pidieron que el cese continuara.
Todos coinciden en que en municipios como Saravena, Fortul y Arauquita, donde opera el Domingo Laín, el compromiso se cumplió con uno de sus principales objetivos: que los civiles no se vieran afectados por la guerra.
Según periodistas locales y defensores de derechos humanos, lo más positivo para los araucanos durante el cese al fuego fue la ausencia de enfrentamientos entre el Frente y la Fuerza Pública, algo muy significativo en la región en donde, según el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos, Cerac, se han registrado más acciones bélicas por parte de esa guerrilla desde 2014.
Eso no solo quitó la zozobra permanente con la que viven los araucanos. También, según un defensor de derechos humanos y un líder político y social del departamento, ayudó a aliviar las tensiones entre la población y la Fuerza Pública.
“Normalmente, pasar por Caño Limón, que es república independiente, así usted vaya en ambulancia lo miran y revisan como quién sabe qué. Ésta vez (durante el cese) en los retenes (del Ejército), al menos se encontraba cierto grado de amabilidad. Se vio menos prevención”, le dijo a La Silla Older Cáceres, de la Alianza por la Paz de Arauca, un movimiento que hace política y trabajo social en el departamento.
Esas fuentes también coincidieron en que el hecho de vivir las fiestas decembrinas sin enfrentamientos armados en la región fue positivo porque le dio cierta credibilidad al proceso de negociación con el ELN, en donde como lo ha contado La Silla, se ha mantenido la sensación de que alias Pablito, quien comandó el Domingo Laín y aún le tira línea a ese frente siendo parte del Coce, no le apuesta del todo a la salida negociada del conflicto.
También porque, aunque no hay cifras que lo comprueben, sí hubo la impresión de que benefició la economía del departamento, en la medida en que no hubo daños a la infraestructura vial ni petrolera (las constantes voladuras al oleoducto) e igualmente, no hubo restricciones durante las fiestas ni bloqueos de vías.
Esto a pesar de que, tal y como lo reportó la Misión de Verificación de la ONU a mediados de diciembre, Arauca fue una de las tres regiones en las que hubo denuncias de violaciones al cese de hostilidades.
Según una fuente de la Defensoría del Pueblo de Arauca que pidió la reserva de su nombre, en el departamento hubo extorsiones, amenazas y algunos casos de reclutamiento de menores.
“Es preocupante pero en comparación con lo que se vive normalmente acá...podría decirse que el cese se cumplió en un 90 por ciento”, dijo esa fuente.
Con ese telón de fondo, esa fuente y otras tres coincidieron en que todo está dado para que con el fin del cese, la guerra vuelva a arreciar en Arauca.
Ayer fue el primer botón de la muestra.
En Arauquita apareció un paquete que inicialmente se pensó que era una bomba pero que, según La W, terminó siendo una caja con arena, con un celular y la frase “ELN, ni rendición, ni entrega”. Y el ataque de esta madrugada demsotró que esa posibilidad es real.
En el Pacífico el tal cese no existió
En el Pacífico, en cambio, los beneficios del cese no se sintieron porque de las 36 violaciones al cese que según el mecanismo de verificación conformado por la ONU, la Iglesia y las partes ocurrieron en los 100 días de tregua al menos tres ocurrieron en esta región y en al menos dos fue por la pelea de los territorios que dejaron las Farc y el dominio de las rutas de narcotráfico.
Así ocurrió en noviembre con la masacre de 13 personas en Magüí Payán en Nariño y la semana pasada en Bolívar, Cauca.
En Nariño, el ELN se enfrentó a la disidencia de las Farc Resistencia Campesina y en un comunicado posterior aceptaron que hubo un cruce de disparos que produjo la muerte de “personas del grupo opositor”, lo cual fue desmentido por la Defensoría del Pueblo, ya que fueron asesinados un hombre de 22 años y una mujer embarazada.
Tras los combates, 138 personas salieron del municipio por miedo a más muertes, según denunció en su momento la ONU.
Como contamos en La Silla Pacífico, la zona de la masacre es un corredor estratégico del narcotráfico, que une al pacífico nariñense con el caucano y es una vía rápida hacia el mar para el transporte de droga, que tanto la disidencia y el ELN se pelean por controlar.
En Bolívar, Cauca, también hay pelea por el control de territorios y rutas del narcotráfico. En dos veredas, Trujillo y Mazamorreros, el ELN se enfrentó al grupo de Jaime Ruìz Navia, alias Bin Laden, un exguerrillero eleno que fue capturado en 2016 y que tenía casa por cárcel (que claramente no cumplía).
En el enfrentamiento, que según indicaron después las Fuerzas Militares era por el control de una zona de cultivos de droga murieron siete personas, entre ellas un campesino llamado Silvio Meneses y Bin Laden.
Además, el fin de semana pasado la guerrilla en el Cauca liberó al arquitecto Hernán Muñoz, quien había sido secuestrado el 22 de diciembre en La Vega, al sur del departamento.
Aunque el cese pactado con el ELN y que rigió hasta el martes en la madrugada no prohibe enfrentamientos entre esa guerrilla y otros grupos armados por el control del narcotráfico, el hecho de que hubiera secuestrado en Cauca y asesinado civiles en Nariño sí representa una violación.
En Chocó, que fue particularmente importante para pactar el cese, luego de que una comisión de la sociedad civil chocoana se reuniera con la mesa de Quito en el marco de un acuerdo que venían buscando hacía casi dos años, el silencio de los fusiles fue intermitente.
El hecho más sonado fue el primero en el que se violó el alto al fuego. Ocurrió el 30 de octubre, a un día de que se cumpliera el primer mes del cese, cuando fue asesinado (en indefensión, según Medicina Legal) el gobernador indígena del Alto Baudó Aulio Isarama.
Aunque en un principio el ELN no aceptó dicha responsabilidad que los mismos indígenas le atribuían, 10 días después sí lo hicieron. La Fiscalía ordenó en diciembre la captura de los dos comandantes de los frentes Cimarrón y el de Guerra Occidental. Captura que no se ha producido.
El Personero del Alto Baudó, Dayron Sánchez, nos dijo que luego de ese asesinato, más de mil personas se desplazaron de la zona por miedo a más muertos. En su mayoría, familias indígenas.
Allá también se han presentado combates por el control del territorio entre el ELN y el Clan del Golfo, como contó la misma guerrilla en Twitter.
Y también en Chocó es donde esa guerrilla más ha mostrado los dientes, a través del Frente de Guerra Occidental que se mueve entre Chocó y el Bajo Cauca Antioqueño.
Seis horas después de terminar la tregua, alias Uriel, comandante de ese frente, dijo en un comunicado que ya estaba listo con sus hombres para “reanudar nuestras actividades y estamos en posición”.
Ese mismo frente publicó el 29 de diciembre en youtube un video que lanza su propia “escuela de suboficiales” (como si fuera el mismo Ejército) para preparar a “nuevos integrantes” porque “la arremetida iba a ser muy dura” según dice una encapuchada en medio de imágenes de entrenamientos de guerrilleros con cintas del ELN.
De todos modos en Chocó no quieren que el cese acabe.
“Cuando hay movimiento de tropas (sean de la guerrilla, las bacrim o de los militares) siempre hay muerto de por medio”, nos dijo una fuente en terreno.
Pero también porque mantener el cese le ayudaría al proceso a recuperar la credibilidad perdida.
“No hay que quedarse en el cese de fusiles solamente, toca avanzar com la implementación de la paz que ya hay con las Farc”, dijo a La Silla Abid Romaña, coordinador del Foro Interétnico Solidaridad Chocó (Fisch), y uno de los comisionados chocoanos que viajó a Quito a hablar con el ELN y el Gobierno.
Ayer alias Pablo Beltrán, el jefe negociador de esa guerrilla en Quito, dijo que esperaba que hubiera “calma” mientras se pactaba una nueva tregua con el Gobierno.
No parece fácil que eso suceda pronto porque tanto el ELN como la delegación del Gobierno se están acusando mutuamente de haber incumplido el cese (la guerrilla dice que el Ejército lo violó con la masacre a los campesinos de Tumaco y acciones del Esmad), y seguramente entrarán a negociar y fijar nuevas reglas.
Por parte del Gobierno, una nueva concesión en época electoral será bien costosa para Santos, más después del ataque en Arauquita y de una bomba en Aguazul (Casanare) contra el oleoducto Caño Limón - Coveñas. Por eso su rápida decisión de pedirle al equipo negociador, que encabeza Gustavo Bell, de volver de Quito a Bogotá en la mañana de hoy miércoles.
En la mitad vuelven a estar los civiles, que temen una escalada de violencia ahora que los frentes de la guerrilla y las tropas del Ejército tienen carta abierta para volver a disparar.
Nota del editor: actualizamos esta historia tras la decisión de Juan Manuel Santos de pedir a su equipo volver a Bogotá por los ataques del ELN en las horas siguientes al fin del cese.