Lecciones para Colombia de la derrota de Boric en Chile

Lecciones para Colombia de la derrota de Boric en Chile
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El presidente de Chile, Gabriel Boric, después del escrutinio del domingo. Foto: Twitter Boric

Con el #HoyRecuperamos, el Partido Republicano de Chile se propuso conquistar el Consejo Constitucional el domingo pasado. Aunque el partido de extrema derecha ni siquiera quería cambiar la Constitución de 1980 –heredada de la dictadura militar de Augusto Pinochet–, este nuevo partido de derecha radical chilena ganó más del 35 por ciento del órgano que redactará, por segunda vez, una versión de una nueva carta magna de Chile.

En total, la votación del domingo le dio a la derecha chilena el control del 60 por ciento del Consejo que redactará una nueva constitución, cuando se suman los escaños que ganó por su lado la derecha más tradicional de la coalición Chile Seguro. Eso representa una derrota enorme para el gobierno de izquierda que encabeza Gabriel Boric. “Las elecciones del domingo son un plebiscito a la administración de Boric”, dice Eugenio Guerrero, analista del tanque de pensamiento de la centroderecha, Fundación para el Progreso.

Una derrota que resuena en Colombia. Boric, al igual que Petro, llegó como un gobierno de izquierda con la fuerza de un estallido social. Pero luego de solo un año de gobierno, los símbolos de su juventud han palidecido ante la falta de resultados concretos en su gestión.

Frente a una serie de elecciones del proceso constituyente, en Chile creció rápidamente una derecha que ha hecho campaña exitosamente a partir de la seguridad y las complejidades económicas que dejó la pandemia. En Colombia, el turno de las elecciones será para Petro en octubre, cuando se escogerán alcaldes y gobernadores, en lo que puede terminar siendo también un plebiscito de la gestión del gobierno, como plantean desde ya opositores como “Fico” Gutiérrez.   

La derecha se quedó con la constituyente en Chile

En un plebiscito de octubre de 2020, el 78 por ciento de los chilenos votaron a favor de cambiar la constitución de 1980, que el país heredó de la dictadura militar de Pinochet. Gabriel Boric llegó al poder en marzo de 2022 apoyado en los movimientos sociales que salieron a las calles a protestar en 2019 e hizo del cambio de constitución una de sus banderas.

Pero en noviembre del año pasado, los chilenos rechazaron la propuesta de constitución que había escrito el Consejo Constitucional apoyado por el gobierno Boric. Compuesto por partidos independientes, activistas de izquierda, 50 por ciento ocupado por mujeres y con escaños reservados para los indígenas, redactaron el texto que fue rechazado.

Las elecciones del domingo definieron el nuevo Consejo, que sesionará desde junio y tendrá que entregar un proyecto de constitución para que los chilenos la acepten –o no– en el plebiscito del 17 de diciembre de este año. El partido Republicano –liderado por José Antonio Kast, que perdió la segunda vuelta contra Boric y ha reivindicado a la dictadura de Pinochet afirmando que "no encerró a opositores"– será la mayoría en este nuevo Consejo porque obtuvo el 35,6 por ciento de la votación. Le siguen Unidad para Chile –la coalición del gobierno– con 28% y Chile Seguro, la coalición de derecha, que se quedó con el 21,6% de la votación.

“El proceso constitucional empezó con un apoyo muy fuerte de la gente”, dice Lucía Dammert, académica de la Universidad de Santiago que fue jefa de asesores de segundo piso de La Moneda,  cargo clave de Palacio en Chile. “Pero después del rechazo de noviembre, termina con una crisis”, agrega. Explica que la derrota de la izquierda en las elecciones del domingo se puede atribuir, en parte, al agotamiento de los chilenos con un debate que es ajeno a sus preocupaciones diarias. Entre las que incluye las dificultades económicas como la alta inflación y desempleo; el aumento de la inseguridad; la criminalización de la migración y la militarización del sur de Chile por enfrentamientos con los indígenas mapuches.

“El problema es que la gestión política del gobierno de Boric ha aumentado la sensación de incertidumbre en el país”, dice Marcelo Mella, de la Universidad de Santiago. Para Mella, la votación del domingo también hace parte de un proceso de “vaciamiento de la votación de la izquierda y la centroizquierda tradicional”. Explica que estos sectores han ido perdiendo electorado desde antes del gobierno de Boric, que si bien es de izquierda, llegó al poder apoyado por una izquierda más activista que salió a las calles en 2019.

La derecha chilena leyó las falencias de Boric

“Hay una diferencia clave entre el proceso constitucional en Chile y el gobierno Petro en Colombia”, asegura Angélica Rodríguez, investigadora del departamento de relaciones internacionales de la Universidad del Norte, “y es que en Chile está en juego algo que la sociedad en general coincide en que hay que cambiar: la Constitución de Pinochet”.

A pesar de las diferencias entre el proceso constituyente en Chile y el gobierno de Gustavo Petro en Colombia, hay elementos similares en la estrategia que usó la derecha chilena para obtener el resultado del domingo y la de la derecha colombiana.

“La derecha supo comprender el desanclaje de la izquierda con lo que los chilenos están pidiendo”, comenta Guerrero, de Fundación para el Progreso. Dice que el gobierno de la izquierda “se encerró en una burbuja de propuesta constitucional maximalista que llenó de incertidumbre al chileno promedio”.

“En vez de centrarse en la constitución, la derecha se concentró en la seguridad, la criminalización de la migración y en la economía”, dice Dammert de la Universidad de Santiago, “esos elementos son su caballito de batalla”.

Para el periodista y editor de Tercera Dosis, Juan Andrés Guzmán, la izquierda estaba ofreciéndole a los chilenos una solución estructural a los problemas que enfrentan todos los días, “pero la población no mira la política como una explicación estructural de la realidad, sino que buscan soluciones cotidianas”, dice.

Otro elemento similar es el apoyo de la movilización social que eligió al gobierno de Boric en Chile y al de Gustavo Petro en Colombia. El estallido social chileno está compuesto por mayorías cambiantes y no todas están involucradas en la política. Por ejemplo, sobre la obligatoriedad del voto para que más personas participen en política, se construyó una “fantasía en la izquierda de que esa población que no votaba era mayoritariamente de centroizquierda y que hacerlos votar era una oportunidad para esos sectores”, dice el periodista Guzmán. Eso se vio en las urnas. Los votos nulos y blancos superaron el 20 por ciento del escrutinio.

Pero el resultado del domingo demuestra que para esas mayorías que están entrando a participar “el clivaje entre izquierda y derecha no sirve”, dice Guzmán, “ellos tienen una visión mucho más aterrizada a las soluciones, ligada a su cotidianidad”, concluye.

Para el caso colombiano, según explica Yann Basset, profesor de ciencia política del Rosario, “la idea de cambio político que se dio por un estallido social fuerte todavía es un referente en el discurso de Petro, que planteó su plan de gobierno como una respuesta a la movilización, pero el estallido fue un contexto particular y los contextos cambian”. “Por eso no se puede asumir que se cuenta con su apoyo siempre”, agrega.

Lecciones para Colombia

Los símbolos, por sí solos, no son suficientes

“Los gobiernos necesitan tener resultados además de tener símbolos”, dice Dammert de la Universidad de Santiago. “Las conversaciones sobre derechos humanos, un nuevo modelo de desarrollo, la reforma a la policía son bienvenidas, pero cuando se está en el ejercicio del poder la ciudadanía necesita resultados”, concluye.

En Chile, la derecha pudo abanderarse de la falta de resultados cotidianos del gobierno Boric y obtuvo una importantísima votación. Con una izquierda enfrascada en argumentos estructurales, la derecha puede adoptar “discursos simplones” con efectividad, como describe el periodista Guzmán a los que describen situaciones del día a día de los ciudadanos.

La promesa de cambio puede llevar a la desconexión

Para Rodríguez, de la UniNorte, la derrota de la izquierda en Chile invita a Colombia a hacer una reflexión sobre la importancia de la moderación. “Cuando hay procesos de cambios profundos, la escucha de las voces que no nos gustan es difícil y muchas veces hablamos los mismos con las mismas”, dice.

Al gobierno de Boric, la dificultad para formar puentes entre voces disidentes le ha costado. “Siempre ha tenido una coalición minoritaria”, explica Mella de la Universidad de Santiago, “en la medida que se mueve más hacia el centro, pierde respaldo legislativo dentro de su propia coalición, por eso tiene pendientes reformas como la tributaria, la de salud y la pensional”.

A Petro, según Rodríguez de la UniNorte, “el último cambio de gabinete le puede pasar factura, porque venía con una coalición amplia que le daba margen de acción para las elecciones regionales de octubre”, dice la académica, “incluso dentro del Congreso, como rompió la bancada se enfrenta a unas votaciones más fragmentadas, que pueden empeorar en elecciones”, concluye.

“La constituyente dominada por la izquierda en Chile fracasó porque no supo tender puentes”, dice Basset del Rosario, “no le podemos exigir a Petro que encuentre reglas del juego para todo el mundo, es normal que quiera aplicar su programa, pero corre el riesgo de encerrarse en un diálogo con un solo sector y aislarse en su proceso. Si eso pasa, la izquierda perderá las próximas elecciones”, concluye. 

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