Ayer a la medianoche se cumplió el ultimátum de los indígenas Nasa en el Cauca para que la guerrilla y el Ejército salgan de su territorio y los indígenas procedieron a sacar a los militares de la zona. Esta situación deja al Gobierno una vez más frente a uno de los conflictos más duros de resolver dentro del conflicto: la relación entre los indígenas, la Fuerza Pública y la guerrilla. 

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La comunidad indígena Nasa en Toribio, Cauca, está cansada de estar en medio del enfrentamiento entre las Farc y la Fuerza Pública y le pidió a ambos grupos que desalojaran su territorio. El día de hoy, alrededor de 1.000 indígenas están reunidos en el Cerro Berlin presionando al Ejército para que se vaya. Quieren que en su territorios los proteja la guardia indígena y nadie más.

Foto: Federico Ríos

Ayer a la medianoche se cumplió el ultimátum de los indígenas Nasa en el Cauca para que la guerrilla y el Ejército salgan de su territorio y los indígenas procedieron a sacar a los militares de la zona. Esta situación deja al Gobierno una vez más frente a uno de los conflictos más duros de resolver dentro del conflicto: la relación entre los indígenas, la Fuerza Pública y la guerrilla. 

Como amenazaron con expulsarlos si no se iban y el Ejército decidió quedarse, hoy los indígenas de Toribío pusieron en marcha su plan. Desde esta mañana más de mil indígenas se desplazaron a la base militar del Cerro el Berlín en Toribio.

La Fuerza Pública dice que la ofensiva no es pacífica, tal como se anunció que iba a ser, y que los están atacando con garrotes, machetes y caucheras para que se vayan del lugar. “Mis soldados no sólo están resistiendo los maltratos de los indígenas que hoy entraron y nos quemaron los víveres, sino también soportan los hostigamientos de los guerrilleros que atacan desde la parte alta”, le dijo el general Jerez, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Apolo, a Caracol Radio.

Marco Yule, el gobernador del cabildo indígena del resguardo Toribío, negó que hubiera ese tipo de acciones en el territorio. “Simplemente le estamos diciendo a la Fuerza Pública que haga un desalojo de la base militar que se hizo en Toribío en las torres de Comcel y Movistar, que son territorios indígenas y se hizo sin consulta previa,” dijo.  

“Tanto en el Cerro Berlín como en zonas rurales está la guardia indígena pidiéndole al Ejército que se retire, que desaloje” dijo a la W el secretario de Gobierno de Toribio, José Miller Correa. 

En las fotos que tomó El País de Cali se ve a los indígenas alzando a los soldados y desplazándolos de lugar. Y en un video que está circulando se ve el altercado entre los indígenas y los soldados. Pero La Silla no pudo comprobar si en efecto le están pegando a los soldados, aunque evidentemente la superioridad numérica de los indígenas es intimidante y ver a los soldados llorando es demoledor.

En todo caso, el Ejército no piensa salir de la zona. “Pedimos el apoyo directo del Gobierno, el Ejército ha sido sobrepasado por estas personas. Hay más de 1.000 indígenas y unos 200 soldados, que además no tienen recursos porque les cortaron las fuentes de agua,” dijo el general Jerez. Y agregó además que la Fuerza Pública no se va porque la orden del Gobierno es que no den ni un paso atrás.

El dilema

El Gobierno insiste en quedarse en la zona y su argumento es sencillo: su obligación constitucional es proteger a los ciudadanos de todo el país. El problema es que en el Cauca este deber no solo no lo han podido cumplir a cabalidad, pues los ataques de las Farc a los pueblos no ha cesado en la última década, sino que los enfrentamientos con la guerrilla los ha puesto en una situación de mayor vulnerabilidad. Los mismos indígenas, que viven allí, le han explicado al Estado en todos los tonos que lo que más los protegería es que se fueran y que su guardia indígena se responsabilice de la protección de la comunidad.

Lo que sucede es que así el Ejército no pueda proteger a los indígenas siente que no puede irse porque es en el Cauca a donde las Farc han movido el epicentro de su fuerza. Han enviado allí a guerrilleros del Putumayo, de Nariño y del Caquetá, y se calcula que el Sexto Frente de las Farc tiene allí a 600 guerrilleros.

Como lo contó el analista del conflicto Rodrigo Rojas en un artículo de Razón Pública, las Farc han cambiado su operación en tres sentidos: han movido su eje de crecimiento y expansión de la Cordillera Oriental  a la Central; han movido la retaguardia estratégica de la frontera con Venezuela hacia el Pacífico; y han pasado de combatir en zonas selváticas a regiones de alta montaña, donde contrarrestan el poderío de la aviación que le da una ventaja estratégica grande a los militares.

Como la Fuerza Pública sabe esto, desde hace más de cinco años el Ejército ha tratado de copar ese territorio. Tiene un total apróximado, según cifras de la Corporación Arcoiris, de 11.400 efectivos en el norte del Cauca y 18.000 en todo el departamento. Creó un Batallón de Alta Montaña para cortar el corredor que cruza desde la Cordillera Oriental hasta la Central, y tiene allí ubicada a la Brigada XVIII del Ejército y a la Fuerza de Tarea Conjunta Apolo.

Esta presencia ha contenido el avance de la guerrilla sobre Cali y otras ciudades, pero no ha logrado sacar a las Farc del Cauca, como lo demostraron los retenes guerrilleros a pocos kilómetros de donde estaba el presidente Santos la semana pasada.

En el medio

Los indígenas Nasa de Toribio están en el medio de estas dos lógicas. Como en la cultura Nasa su defensa de la autonomía del territorio es sagrada, los indígenas no se van a inclinar ni por el Ejército ni por las Farc.

Desde Bogotá es fácil suponer que lo lógico es que se fueran del lado del Estado. Pero desde allá eso no parece tan evidente. Además del abandono de varias décadas, durante el Gobierno de Uribe, los indígenas fueron duramente castigados.

No solo se emprendió una campaña consistente en el hostigamiento, estigmatización y capturas de sus líderes acusándolos de pertenecer a las Farc sino que, como lo contó La Silla Vacía en su momento, se intentó dividir el movimiento indígena creando una organización paralela al CRIC llamada la Opic.

A esto se une que los mandos del Ejército no han podido controlar del todo que algunos soldados se metan con las mujeres indígenas y las dejen embarazadas, lo cual es considerado una afrenta por parte de las comunidades. Y casos como el de la muerte del líder Edwin Legarda, en 2008, por el que su viuda Aída Quilcué culpa al Ejército, complican aún más el panorama.

Todo esto, lo único que ha hecho es acrecentar una desconfianza milenaria frente al Gobierno.

Las Farc, por su lado, fuera de que han matado varios líderes indígenas, reclutado sus jóvenes y asediado sus pueblos varias veces durante varios años, también han tratado de dividir a los indígenas. Están detrás de grupos pequeños como los “Nietos del Quintín Lame”, conformado por jóvenes indígenas radicales que consideran que los ‘viejos’ indígenas han sido demasiado funcionales al Gobierno y que promueven irse con la guerrilla. Pero estos grupos han sido duramente castigados por las autoridades indígenas, que quieren mantener su independencia.

Sin desenlace

Personas que conocen bien la dinámica en el Cauca dijeron a La Silla que la situación seguramente empeorará antes de que mejore. Creen que los indígenas son conscientes de que difícilmente podrán sacar de su territorio a los militares y a las Farc, pero que por lo menos intentarán alejar a ambos de los territorios más poblados.

El mayor logro que podrían tener en el corto plazo es lograr un acuerdo humanitario tanto con las Farc como con el Ejército para definir unos límites a la presencia de ambos, impedir el reclutamiento de menores o la siembra de minas antipersonales, por ejemplo.

El Plan Cauca podría ayudar. Pero un primer problema es que seguramente el Presidente Santos no sabía que precisamente así se llamó el Plan diseñado por el exgobernador Chaux, acusado de vínculos con los paramilitares, y que consistió en entregarle tierras a los campesinos en zonas indígenas y a los indígenas en zonas campesinas.

A  la postre esta estrategia –intencionalmente o no- terminó enfrentando a estos dos grupos y produciendo tragedias como la más reciente en Cajibío. Cuando los indígenas oyeron como gran propuesta del Presidente un plan que tenía el mismo nombre, de inmediato les entró en reversa. Pero posiblemente este tipo de inversión sí puede comenzar a construir algo de confianza, si arroja buenos resultados.

Los indígenas sienten que llevan 500 años luchando contra sus opresores y nada los va a hacer doblegarse. Por eso, valdría la pena que el Gobierno los escuchara de verdad.

Y es que cualquiera que sea la estrategia militar, la zona del Cauca será una de las más difíciles para el Gobierno en su lucha contra las Farc. La Fuerza Pública tendrá que resolver el dilema que representa la decisión de los indígenas que los están forzando a abandonar el territorio sin usar para ello la fuerza, pero al mismo tiempo asegurar el control de un territorio que se disputa con las Farc.

La pregunta es si a pesar del abandono del Estado a esa región durante tantos años, el Ejército podrá convencer con su argumento de que la Constitución lo obliga a proteger la población en todo el territorio colombiano. Y más allá de eso, si con este enfrentamiento en el que ahora hay tres bandos, es posible que alguno termine ganando. 

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...