Hoy, un día después del paro nacional agrario, La Silla continúa armando su rompecabezas del poder en Colombia y el turno es para los súper poderosos de la movilización social. Y en particular, para quienes tienen el poder de sacar a la gente a la calle.

Hoy, un día después del paro nacional agrario, La Silla continúa armando su rompecabezas del poder en Colombia y el turno es para los súper poderosos de la movilización social.

Para escoger a quienes tienen el poder de sacar a la gente a la calle conversamos con dos congresistas, cuatro líderes sindicales, dos políticos del Polo, dos líderes de Marcha Patriótica, un académico de izquierda y una persona que conoce bien los movimientos campesinos.

Casi todos coinciden en que detrás del poder de movilizar a la gente hay un esfuerzo necesariamente colectivo, más que de personas individuales. “No hay un Supermán de las movilizaciones”, como nos dijo un político de izquierda. En muchos casos sus voceros o sus figuras más visibles juegan un papel decisivo, pero nos enfocamos en quiénes toman las decisiones colectivas que permiten movilizar a la gente. Y lo hicimos sin pensar específicamente en esta temporada de paros, sino de manera más amplia en la protesta social.

Entre el tintero se quedaron muchos liderazgos fuertes pero restringidos a regiones específicas, como el del senador polista Alexander López entre los corteros de caña del Valle o el representante Wilson Arias entre los estudiantes del Sena. Lo mismo con algunos líderes de gremios específicos, como el chocoano Ariel Quinto de los pequeños mineros, el huilense Orlando Beltrán entre los caficultores o el líder campesino Teófilo Acuña del sur de Bolívar.

Luis Alejandro Pedraza con la CUT y Julio Roberto Gómez con la CGT

Las dos grandes centrales sindicales del país siguen siendo capaces, pese a una caída en sus números de afiliados, de llenar cualquier plaza: la Central Unitaria de Trabajadores que dirige Luis Alejandro Pedraza tiene 500 mil afiliados de 700 sindicatos, mientras que la Confederación General del Trabajo dirigida por Julio Roberto Gómez reúne a otros 700 mil afiliados. Solo la CUT sumó 250 mil votos en sus elecciones este año, o casi la mitad del umbral necesario para tener bancada en el Congreso el próximo año.

“Se ha disminuido un poco su capacidad de convocatoria, sobre todo con la salida de sectores que aportaban muchos trabajadores, como la Caja Agraria o Telecom. Pero su poder de movilización sigue siendo evidente en la plaza pública”, dice un reconocido líder sindical.

Esa capacidad ha sido algo mermada por las peleas al interior de la CUT en los tiempos de Tarsicio Mora y la ausencia de liderazgos tan mediáticos como el de Lucho Garzón o tan consensuados como el de Carlos Rodríguez Díaz, pero sobre todo porque hace rato las tres grandes centrales -sumando a la más pequeña Confederación de Trabajadores Colombianos (CTC)- no se coordinan en el Comando Nacional Unitario. Pero se han visto revitalizadas por la disputa que hay hoy al interior de los sindicatos entre los tres principales sectores de la izquierda: Polo, Progresistas y Marcha.

Al interior de ambas centrales, hay varios sindicatos con capacidad de mostrar su músculo, aunque usualmente en coyunturas muy específicas: los trabajadores de la salud de Sindess y Anthoc, los educadores antioqueños de Adida, los bananeros de Sintrainagro, los trabajadores agrarios de Fensuagro y los carboneros de Sintramienergética.

 

Andrés Gil y Marcha Patriótica

Marcha Patriótica se ha consolidado por su capacidad de aglutinar no sólo a muchas figuras de la izquierda, sino por haberse forjado una fuerte base social que le da gran incidencia en muchos sindicatos como Fensuagro y la Uso, en movimientos campesinos, indígenas y estudiantiles. Y que le salen a la calle, como lo mostró la marcha del 9 de abril pasado.

Al interior de Marcha hay muchas figuras que juegan un papel clave. Quienes vienen del Partido Comunista, como Carlos Lozano, tienen relaciones de vieja data con muchos sectores sociales. Piedad Córdoba todavía tiene, como dice un académico de izquierda, “el ascendiente que le dan 40 años en la política y aunque ha perdido fuelle, su capacidad de ser oída sigue intacta”.

Pero es el movimiento campesino el que más poder de convocatoria le está dando a Marcha, como lo han demostrado el reciente paro en el Catatumbo, su cercanía con el movimiento de zonas de reserva campesinas y su fortaleza en regiones agrarias como el Magdalena medio.

El más visible en los últimos meses ha sido César Jerez, el líder campesino de la reserva del Valle del Río Cimitarra que ganó el Premio Nacional de Paz en 2011 y que se convirtió en vocero -y rostro- de los campesinos del Catatumbo (pese a no vivir allí). Pero quien juega un papel aún más decisivo es Andrés Gil, otro líder histórico del Río Cimitarra que es el enlace entre Marcha y los grupos campesinos.

 

Luis Grubert y Fecode

El gremio de maestros sigue siendo uno de los que mayor poder de convocatoria tiene, en gran parte porque tiene 270 mil afiliados. Es decir, la mitad del total de los miembros de la CUT en todo el país.

Su nuevo presidente Luis Grubert, elegido hace dos meses, fue quien lideró la gran marcha de los maestros en septiembre del año pasado. Además, su presidente saliente Senén Niño acaba de llegar al comité ejecutivo de la CUT con la mayor votación y se perfila como uno de los líderes sindicales con mayor proyección.

Y tendrán una oportunidad de mostrar de nuevo su músculo ahora que se negocia un Estatuto Único Docente que lleva seis años atascado y que tendrán que decidir, si la reunión esta semana con la Ministra Campo no da buenos resultados, si convocan un paro nacional.

 

Jorge Robledo

El senador del Polo puede ser la figura más visible de la oposición actualmente, pero su capacidad de movilizar a la gente tiene más que ver con su conocimiento de los problemas del agro y, sobre todo, con el hecho de que en el campo conocen bien el trabajo político que hizo allí.

“La gente como Robledo que ha trabajado desde las bases y conoce a fondo los problemas en el terreno es la que luego tiene ascendiente y credibilidad”, dice un académico de izquierda que lo conoce bien. Y efectivamente Robledo goza de gran credibilidad en gremios como el cafetero, el arrocero o el de pequeños mineros, que tienen una presencia muy importante en Tolima y el Eje Cafetero, los dos lugares donde él se forjó políticamente.

Además, el Moir -el ala del Polo que él lidera- se ha convertido en uno de los actores fundamentales en el llamado sector clasista del sindicalismo, que ahora tiene la presidencia en la CUT.

 

La Mane

La Mesa Amplia Nacional de Estudiantes es un movimiento social con un historial muy corto, pero que desde su irrupción en escena hace dos años se ha hecho un nicho en la ‘agenda’ de movilización durante este Gobierno. El éxito de su capacidad de convocatoria tiene varias explicaciones -el estado crítico de la universidad pública, el rebote contra la reforma de la Ministra María Fernanda Campo, la histórica ausencia de un movimiento estudiantil nacional, el poder de las redes sociales- pero una definitiva es que llenaron un hueco histórico en un momento clave.

“Surgieron con mucho furor, a partir de un trabajo de base muy juicioso y de una organización sólida. Mi única preocupación es que se les puede diluir o desvertebrar, sobre todo en época de elecciones”, dijo un profesor que ha seguido de cerca su trabajo. Es decir, que no pueda dar el paso de ser un movimiento coyuntural y consolidarse como uno permanente.

Muchos de sus voceros han venido consolidando su liderazgo dentro de la Mane e incluso han ganado espacio político, como Sergio Fernández y Jairo Rivera, pero su fuerza radica sobre todo en que son un movimiento muy horizontal y que ha conectado muy bien con un sector de la sociedad urbano y educado cuyas preocupaciones no habían sido representadas hasta ahora.

 

Las Farc

En las últimas semanas muchas de las protestas sociales que han aparecido han sido recibidas con fuertes críticas, por sus presuntos vínculos o puntos de contacto con las Farc.

Y aunque en algunos casos las estigmatizaciones han sido infundadas, es un hecho que esta guerrilla está -al tiempo que negocia en La Habana- explorando escenarios de incidencia, viendo qué eco tienen sus ideas, cuánta gente logran movilizar y midiendo su capacidad política. O, como dice un ex alto funcionario, “están viendo si la piscina tiene suficiente agua para nadar”.

Con un gran pero: “tienen la desventaja de que cualquier convocatoria pública prende las alarmas y se cae”, según una figura de la izquierda.

 

Pedro Aguilar y los camioneros

Los camioneros no se movilizan con frecuencia, pero cuando lo hacen tienen la capacidad de paralizar las carreteras del país. “Ellos, a diferencia de los taxistas en Bogotá, nunca han abusado de ese poder: cuando lo hacen es porque sienten que no les queda otra opción, como ahora con el precio del combustible y el estado lamentable de las carreteras”, dice un líder sindical.

Sus ejes más fuertes están en Boyacá y Valle, que vienen siendo su fortín tradicional y su nueva base fuerte. Las dos figuras más oídas dentro del gremio vienen de la Asociación Colombiana de Camioneros (ACC): su secretario y vocero Ricardo Virviescas y sobre todo su presidente Pedro Aguilar, quien ha venido organizando mucho el gremio en su natal Valle.

 

Feliciano Valencia y los indígenas

Al igual que los camioneros, los indígenas no marchan con mucha frecuencia. Pero cuando lo hacen, ya sea en sus regiones de influencia como el Cauca o cada vez que lo hacen en Bogotá, consiguen el efecto deseado. “Son muy disciplinados y cuando deciden hacer una marcha, la sacan adelante. Siempre planifican y nunca improvisan, a diferencia de lo que a veces sucede en otros sectores”, dice un reconocido líder sindical nacional.

Su liderazgo es, como en el caso de los estudiantes, muy horizontal y las decisiones suelen ser colectivas. Entre quienes tienen una voz fuerte están la Minga indígena, cercana al Congreso de los Pueblos, y el líder nasa -y ahora precandidato presidencial- Feliciano Valencia, que tuvo un papel protagónico en las marchas del Cauca hace un año.

 

Carmen Palencia y las víctimas

Aunque las víctimas figuran de manera visible desde hace relativamente poco tiempo, han ganado muchísima capacidad de organización desde que se comenzó a gestar la Ley de Víctimas hace tres años. Y entre ellas, una de las voces más escuchadas es la de Carmen Palencia, la líder de reclamantes despojados del Urabá que ahora lidera “Tierra y Vida”, que con 9 mil afiliados se ha convertido en la coalición más grande de víctimas en todo el país.

Palencia sola no tiene la capacidad de sacar gente a la calle, pero las víctimas han demostrado que cuando necesitan poner su voz sobre la mesa son capaces de organizarse. La mayor prueba fue la marcha de Necoclí, que reunió a 25 mil víctimas en el Urabá en febrero del año pasado para darle un espaldarazo a la Ley de Víctimas del presidente Santos.

 

Iván Cepeda

No tiene el mismo poder de convocatoria que un Robledo, pero la credibilidad de Cepeda está en que -al igual que el senador del Moir- se hizo políticamente entre el movimiento que hoy le presta oído: el de las víctimas. Y en particular a través del Movimiento de Víctimas de Crímenes del Estado (Movice).

“Se ha labrado una enorme credibilidad entre las víctimas y se hizo políticamente al lado de ellas. El hecho de que él mismo sea una víctima refuerza su legitimidad”, dice un copartidario suyo. Muchas veces sus posiciones chocan dentro del Polo Democrático, que lo siente como una rueda suelta que actúa más por iniciativa propia que como un miembro de partido, pero todos le reconocen que su trabajo de base entre las víctimas nace de un preocupación genuina.

 

Fui periodista de La Silla Vacía especializado en temas ligados al Acuerdo de paz (desarrollo rural, política de drogas, justicia transicional y cómo las víctimas reconstruyen sus vidas) y al ambiente. Soy pata de perro y tengo más puestos que una buseta: soy editor del Centro Latinoamericano de...