“Poisson, poisson”, gritan los pescadores después de sacar la pesca de cada mañana. Ingresan del mar a la playa, y toman la calle principal para vender su pescado en la plaza de mercado. En el camino que recorren saben que su francés colombianizado les trae clientes entre alguna de las familias haitianas que viven en las playas y los albergues del municipio. Decenas de ellas esperan cupos en la lancha que los lleve al otro lado del golfo de Urabá para continuar su migración hacia Estados Unidos.
Necoclí, el municipio de casas de colores pastel y árboles de bugambilias, ahora está adornado con pancartas de medio metro cuadrado que llevan estampada la cara verde de Benjamin Franklin en el billete de 100 dólares estadounidenses y una inscripción en la que se lee “cambio de dólar”. Y es que buena parte de la clientela de pescadores, comerciantes y operadores de turismo va de paso por este pueblo de 72 mil habitantes.
Más de 200 mil migrantes cruzan anualmente por el municipio para luego llegar a uno de los cruces más peligrosos con destino al norte del continente: el Tapón del Darién. Solo entre enero y febrero de 2023 pasaron 49 mil personas, según las cifras de Migración Panamá. “En la medida que se masifica la migración, esta se vuelve una opción de negocio”, dice Carlos Rojas, un empresario turístico.
Antes de los peligros del camino por la selva, en Necoclí hay una oferta relativamente bien ordenada bajo el manto omnipresente pero silencioso del Clan del Golfo, y en un espacio gris entre el comercio y el tráfico de personas.
* Por María José Restrepo y Ana Paola Martínez.
Arena y botas pantaneras en la playa
Hace 10 años la mayoría de migrantes salía desde Turbo. “Hasta que montaron el muelle y empezaron a transportar por Necoclí”, cuenta Rojas el empresario. “Entonces se convirtió en una ruta más apetecida por las condiciones ambientales y porque el tiempo hasta Acandí o Capurganá se acorta una hora”, concluye.
Para monseñor Hugo Torres, quien ha sido la cabeza de la Diócesis de Apartadó desde 2014, los migrantes empezaron a salir de Necoclí porque la empresa Caribe S.A.S comenzó a mover a turistas y migrantes del lado antioqueño al lado chocoano del golfo de Urabá. Rojas explica que las embarcaciones eran grandes y “con un confort superior a las de Turbo”.
Monseñor Torres cuenta que “era una sola empresa y un montón de gente queriendo cruzar. Por pura capacidad de adaptación del pueblo, comenzó la población migrante a quedarse en casas, en la playa, a pagar hoteles porque seguían demorados por el transporte”.
El represamiento fue especialmente grande durante la pandemia. “Llegamos a tener más de 21 mil migrantes aquí en el pueblo, que tenían que quedarse casi un mes esperando para comprar el tiquete para continuar. Y mientras tanto, gastaban en dólares”, cuenta Torres.
“Nunca pensamos ser receptores de migrantes porque no estamos en la frontera” dice César Zúñiga, director de la Unidad de Gestión de Riesgo de Desastres del municipio, “por eso no podemos destinar ningún recurso de nuestro presupuesto anual para atención a la población migrante. Como eso no está en el desglosado, sería desvío de recursos”, cuenta.
El comercio alrededor de los muelles empezó a florecer. “Aquí consigues todo lo que necesitas para el viaje”, dice Yomaira, quien desde hace cinco años tiene un carrito que mueve a lo largo del malecón. Vende desde forros impermeables para el celular hasta salidas de baño para la playa.
“Yo veo que los chinos vienen con las maletas gigantes, pero no es necesario, si supieran que aquí se consiguen las botas, el mosquitero, la estufa si se quiere”, dice. Yomaira describe a Necoclí como un municipio de playa que quiere vender bloqueador y gafas de sol a los turistas, pero también las botas de caucho para que los migrantes crucen el Darién.
Para seleccionar los productos de primera necesidad de un migrante, los vendedores han tenido que aprender a detectar cómo se mueve la migración a su alrededor. Sus ojos están puestos en quienes pasan, en el equipaje que llevan y en con quién viajan. De eso depende qué y cómo vender.