Anoche el presidente Gustavo Petro invitó por primera vez a los directores de los principales medios del país a una reunión, incluyendo a La Silla Vacía. La cita a las 8 de la noche era atípica, fuera de horarios de trabajo, pero eso no fue obstáculo para que hubiera casa llena en el primer encuentro de esta presidencia con la prensa.
Petro y la prensa bogotana
La relación de Petro con la gran prensa es paradójica: por un lado, este Gobierno es mucho más abierto que sus predecesores a la prensa; sus ministros, tras años de trabajo en la oposición, en el exilio o en la sombra, están ávidos de “ambientar” sus ideas. Ellos y el presidente conceden entrevistas, responden preguntas, sin los filtros de estrategas de comunicaciones interesados en asegurar su “spin”.
Para los periodistas, y directores de la mayoría de estos medios, también es liberador que no haya una correa de transmisión directa entre la Casa de Nariño y los dueños de la prensa. Ninguno se encuentra con el presidente los fines de semana ni comparten el mismo círculo social de la mayoría de los ministros.
Por otro lado, Petro parte del supuesto de que los medios son portavoces de los intereses del status quo que busca cambiar. No hay ninguna expectativa de contar con su colaboración o complicidad, como sí lo tenía Juan Manuel Santos o incluso Iván Duque en sus primeros meses.
Con este contexto, los directores empezaron a llegar sobre la hora, a las ocho de la noche, asumiendo que el presidente llegaría tarde. La pregunta en los corrillos era qué tan tarde, y cuántas horas podrían dormir los que trabajan en radio desde la madrugada.
El equipo de Petro era consciente de que el incumplimiento crónico del mandatario tendría un costo mediático. “Ustedes son los únicos que han logrado que el presidente llegue a tiempo”, dijo en chiste uno de sus funcionarios.
En efecto, a las 8:15 nos pidieron sentarnos a la mesa, los edecanes recogieron los celulares de todos, y el presidente Petro entró al salón Bolívar de Casa de Nariño a las 8.30. Saludó, uno a uno, a los 30 invitados, un gesto quizás usual en muchos mandatarios pero no necesariamente en el actual, que en más de una reunión de gremio entra por atrás directamente al podio en el que va a hablar.
El Consejero para las Comunicaciones, Germán Gómez, que en su vida pasada cubría al Gobierno en El Espectador, inauguró la reunión, ahora del otro lado.
El objetivo de la reunión, dijo, era contestar las preguntas de los directores ahora que se acerca el primer balance del Gobierno de los 100 días. Le preguntó al Presidente si quería decir algunas palabras. La reunión, quedó claro, no tenía un guión predeterminado. No pidió que fuera off the record.
El presidente Petro tenía la tos crónica que lo ha acompañado desde la campaña y la voz carrasposa. También se le veía cansado. Recién había aterrizado de su viaje a Venezuela donde se reunió durante varias horas con Nicolás Maduro, otro hito en la reanudación de relaciones con el vecino país.
El presidente lo contesta todo
Pero ahí estaba, dispuesto a contestar preguntas. Sería más parecido a una rueda de prensa que a una reunión fríamente calculada para dejarle un mensaje a los periodistas en una coyuntura crucial, que es lo que solían ser estas reuniones con los anteriores presidentes.
Los meseros sirvieron la comida: carne sudada, papa, ensalada y arroz. Y gaseosas, bebidas azucaradas, para todos.
Dos temas atravesaron las preguntas: la Paz Total y la economía, pero sobre todo, la economía que es el nuevo frente de batalla política. Las preocupaciones de los periodistas giraron alrededor de la estabilidad macroeconómica (dólar, industria extractiva, riesgo país). Las preocupaciones eran más parecidas a las que podrían haber surgido en un foro empresarial que las que probablemente discuten los colombianos en su mesa a la hora de cenar.
Petro contestó todas las preguntas. No evadió ninguna y sobre ninguna tenía una respuesta previamente preparada por sus asesores.
Pregunta una directora: ¿Va a firmar nuevos contratos de exploración petrolera o dejará marchitar la industria? Responde el presidente: está estudiando los 117 contratos de exploración que existen para decidir el camino. No lo dijo, pero es claro que una cosa es lo que le dice el corazón (dejarla morir) y otra Hacienda.
Siguiente pregunta: ¿Le preocupa el alza del dólar? Sí, pero tiene todo que ver con el alza de la tasa de interés de Estados Unidos.
Unos directores le insisten, casi con angustia, qué tan lejos está dispuesto a ir con promesas que sean castigadas por el mercado. Otra le pide que reconozca que las declaraciones de sus ministras también tienen la culpa. No lo hace. Sí dice que la respuesta del Gobierno es “aumentar la capacidad de pago de la deuda”.
Le preguntan, entonces, si sacará plata de la tributaria para pagar deuda. No lo hará. Pero como de ahí saldrá la inversión social, el presupuesto ya aprobado tendría margen suficiente para pagar los créditos.
El dólar se disparó cuando reversó la designación de Carlos Alberto Cano como presidente de la junta de Ecopetrol, le recuerda otro periodista. No fue su decisión, explica Petro. Lo hace con la condescendencia de un profesor que reconoce las limitaciones de comprensión de sus alumnos. Lo que lo disparó fue la carta de Cano. “Los socios minoritarios privados no pueden buscar controlar una empresa cuya propiedad mayoritaria es pública”, dice, revelando una visión particular sobre el poder que tiene (¿o que tendrá?) el presidente de una empresa comercial e industrial del Estado.
¿En qué se gastará la plata de la tributaria? Es un tema sobre el que el ministro de Hacienda no se ha querido referir y que no menciona el proyecto de la tributaria para evitar tener que pasar por las comisiones cuartas. Petro no tuvo problema en contestar.
Se irá a inversión social. Específicamente, dijo, se irá en infraestructura educativa y de acueductos; en aumentar el Ingreso Solidario de 160 mil a un subsidio de 500 mil pesos para madres cabeza de familia con hijos menores de 18 años; en mejorar vivienda, sobre todo rural; y en una capitalización del banco Agrario para que pueda invertir en la “economía popular” y en la compra de las primeras tierras que acordó con Fedegán. Dijo que haría una “alianza público-popular” con juntas de acción comunal.
Según explicó, su idea es contratar a las juntas para que hagan ollas comunitarias en los barrios comprando la comida directamente a los productores. Es un programa que manejará la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, una entidad que él mismo ha denunciado que ha estado plagada de corrupción.
Durante las más de dos horas que duró la comida, y en las que el presidente solo se tomó una sopa, el mensaje fue que gran parte del cambio lo concretará este Gobierno vía subsidios directos a las poblaciones más pobres y sus emprendimientos.
El resto de la reunión giró sobre la Paz Total. El presidente explicó que la Paz Total comienza por cumplir el Acuerdo de Paz firmado en la Habana y en reconstruir la institucionalidad que, en sus palabras, “el Gobierno anterior destruyó para destruir el Acuerdo de Paz”.
Más parco en los logros que su Comisionado de Paz, Petro dijo que por ahora hay cartas de varios grupos diciendo que están dispuestos a acogerse a la política y que la discusión ahora es sobre con cuáles habría una negociación política propiamente dicha y con cuales una negociación judicial.
Como era de esperarse, la discusión rápidamente aterrizó en Iván Márquez, ex comandante de las Farc que incumplió el Acuerdo rearmándose después de la captura de Jesús Santrich. ¿En cuál de las dos autopistas iría la conversación con Márquez?, preguntó uno. Fue el único momento en el que el equipo del Presidente se vio visiblemente incómodo con una pregunta. Darle una segunda oportunidad es polémico porque sería incumplir el Acuerdo para favorecer a las disidencias que son responsables de la mayoría de muertes de los firmantes de la Habana.
Petro, sin embargo, parece no albergar dudas al respecto. Dijo que el debate que él había hecho como senador cuando la captura de Santrich “demostró que fue un entrampamiento”. Su explicación es que Santrich, el guerrillero ciego, era “un señor que hace libros de poesía” y en la llamada que le hacen unos supuestos mexicanos pero que tras escuchar la grabación era obvio que eran bogotanos, le dicen que van a editar el libro de poesía. Y que ya sin Santrich, es que tienen una conversación sobre drogas.
Algunos directores que cubrieron el episodio, murmullan sobre la conversación de los televisores (que en su momento se creía que reemplazaba la palabra coca), pero Petro los ignora. Dice que “hay un peso político del Estado que buscó acabar el Acuerdo de paz. El debate que hice en su momento demuestra que el video fue editado”. Y ya no queda dudas en el auditorio, el Presidente no considera que Márquez haya incumplido el acuerdo. “En mi opinión, se levantaron de la mesa”.
En todo caso, dice que el criterio para incluir a los grupos en un carril u otro será su “origen” político o narcotraficante y que un comité integrado por el MinDefensa, el jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia y el Comisionado de Paz harán la “caracterización de los grupos”.
En el momento en el que Petro reveló mayor emoción fue cuando habló de los “dueños del capital narcotraficante”. Dijo que lo que más le interesaba, era perseguirlos con “inteligencia financiera”. Y es que precisamente son en los cargos que tienen acceso a información de inteligencia del Estado (DNI, Uiaf, Unidad de Protección) en donde él ha puesto sus alfiles más cercanos. “Queremos fortalecerla para que de resultados. Es una lucha contra la corrupción”.
Ya para terminar, contestó una pregunta sobre la coalición política. Dijo que la coalición “tenía sus tensiones” pero que funcionaba bajo la idea de buscar los cambios. Y le cedió la palabra a Alfonso Prada, su ministro de Gobierno, quien explicó que antes del fin de año quedarían tramitadas las reformas de la Paz Total, el proyecto bianual de regalías, la reforma política, la jurisdicción agraria y la de protección especial del campesino. Y que a partir del próximo año, vendrían la reforma a la salud, la pensional y la laboral.
Lo que dio pie a la pregunta sobre el salario mínimo. Los periodistas seguían a la caza de un titular para la mañana. Petro no dio ninguna cifra, sería el producto de una concertación, dijo. Lo que sí anticipó es que no sería solo un proceso para definir el salario sino también una reforma laboral que busque la “estabilidad del trabajo asalariado”.
Ya rozando las 10.30 de la noche, algunos directores comenzaron a ponerse sus chaquetas. Laura Sarabia, la jefe de gabinete, le recordó sutilmente a Petro el tema eje de los 100 días.
El presidente, entonces, comenzó a enumerar sus principales logros. No era un paquete que tuvieran preparado, sino que Petro los iba enumerando para que Sarabia tomara nota: listó su programa de salud preventiva que inaugurará el jueves, la ampliación del PAE que cubrirá el 100 por ciento de los colegios, el tratado de Escazú, el acuerdo para recuperar el Hospital San Juan de Dios, el programa de bienestar de la Fuerza Pública, la rebaja de las tarifas de energía, el programa de chaquetas blancas de gestores de paz y el de protección de la Amazonía con vigencias futuras para revitalizar la selva. Ah, y una incautación grande de coca en altamar, recordó en el último momento.
Ya para cerrar, reconoció que el Gobierno había tenido unos “problemas de comunicación” y que para corregirlos nombraría a un “vocero”. ¿Quién?, preguntaron varios al unísono. Prada, contestó el presidente, sorprendiendo a su ministro del Interior. La chiva había sido para él.