Petro juega a la agitación popular antes del trámite de sus reformas

Petro juega a la agitación popular antes del trámite de sus reformas
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El presidente Petro durante un evento de juntas de acción comunal en Duitama, Boyacá.

La promesa implícita es que va a bajar las tarifas de luz. Por eso los líderes comuneros de Boyacá, ante quienes el presidente Gustavo Petro hizo el anuncio de la intervención del mercado de servicios públicos, aplaudieron con entusiasmo. Fue solo una de varias movidas con las que Petro busca agitar el apoyo de su base popular. Lo hace justo antes de entrar en difíciles negociaciones con su propio gabinete y con el Congreso por las reformas de su legado social: la de salud, la pensional y la laboral.

Esta semana el presidente mostró que tiene una capacidad amplia para manejar la agenda política del país, después de un par de semanas ausente en viajes internacionales. Mostró también pocas inclinaciones por negociar los cambios profundos que quiere llevar al Congreso y donde enfrenta resistencia en temas hondos de algunos ministros liberales y de la cabeza de su coalición, Roy Barreras.

El riesgo más inmediato con esta apuesta está dentro de su propio gobierno y su coalición legislativa, formada por un frente amplio de izquierda, liberales, políticos de centro y partidos tradicionales. Al intervenir en varios frentes, Petro asumió personalmente expectativas de que va a dar resultados rápidos, algo en lo que ha tenido problemas en el pasado. Y si la calle no responde, o lo hace de manera violenta y la opinión se asusta, podría quedar debilitado en un momento clave para su proyecto reformista.

“Así un presidente recupera su energía”

Con ese mensaje Petro publicó una foto de una niña abrazándolo, justamente en el evento en Boyacá con los líderes de juntas de acción comunal. “La política del amor”, añadió.

El ímpetu de anuncios no paró en los servicios públicos. “Apostó todo, se fue ‘all in’, como dicen en póker”, afirma Luis Guillermo Vélez, quien fue secretario general de Santos y es columnista de La Silla.

También invitó a las marchas del 14 de febrero para apoyar “las reformas del cambio”, intervino en el proyecto del metro de Bogotá y abrió un frente de disputa profundo con Claudia López y Jorge Enrique Robledo, dos figuras del centro. Luego presionó de nuevo la excarcelación de miembros de la primera línea. También, peleó con medios de comunicación, incluyendo La Silla Vacía. Defendió la salida de Felipe Bayón de Ecopetrol ante “Fico”. Y apoyó a "Lalis", la influencer petrista que ahora es contratista del gobierno.

Los guiños a su base de izquierda más leal y radical incluyeron varios mensajes de respaldo a sus dos ministras más polémicas, la de Salud y la de Minas, integrantes del ala más izquierdista de su gabinete y protagonistas de disputas internas. Un apoyo justo antes de encontrarse hoy con su gabinete completo en Villa de Leyva (Boyacá) para la discusión de la reforma más divisiva, la de salud.

Para completar, Petro soltó un comentario al aire sobre cómo su proyecto debía continuar después de 2026. "Esto va para cuatro años y ojalá para ocho", afirmó en Boyacá, y aclaró que sería sin él. “Se trata de que pasemos de una fase a otra fase de la historia de Colombia, eso es un cambio", agregó.

“Yo veo un gobierno en campaña con un presidente que es un jefe de debate. Como Uribe. Cambiaron los consejos comunitarios por las reuniones de barriada y el twitterazo, pero es la misma lógica”, dice Gonzalo Araújo, cofundador de Orza, una firma de asuntos públicos. Solo el viernes fueron 35 mensajes de twitter y 26 retrinos, en los que habló de detalles del trazado subterráneo y los estudios del metro de Bogotá y hasta del precio del kilovatio hora en las tarifas de energía.

“Petro está pensando que tiene que hacer todo ya: sacar a la gente a la calle, pasar el nuevo modelo de seguridad social, gastarse la plata de la tributaria y llegar fortalecido a las elecciones regionales de octubre”, dice Vélez.

Además del ritmo frenético del presidente, la dirección de los anuncios lo vuelve a ubicar en el carril izquierdo de la agenda del Pacto Histórico, justo cuando enfrenta un semestre apretado de reformas y elecciones regionales en octubre.

Y eso tiene contenta a la gente que lo apoyó. “El presidente está actuando en la línea de lo que propuso en el debate electoral. Se votó por reformas sustanciales en varios frentes y eso genera obvias tensiones en quienes ven afectados sus intereses por esos cambios”, dice María Mercedes Maldonado, exsecretaria de Planeación de Petro en la Alcaldía de Bogotá, y, hasta hace unos años, asesora programática de la Colombia Humana.

Pero esta semana Petro mostró que no esperará a las reformas. Su intervención del mercado de servicios públicos, especialmente del sector de energía eléctrica, es una apuesta sin precedentes del uso de los poderes presidenciales. Aún sin detalles de qué hará, y de los riesgos de esa incertidumbre en un sector estratégico, Petro da un golpe político en varios frentes.

Por un lado, gana en la opinión popular donde está la expectativa cercana de que el presidente meterá la mano en las facturas a millones de colombianos, y de paso, incrementa su poder frente a los congresistas. También aviva el debate ideológico sobre la privatización de los servicios públicos y la eficiencia del manual de la Ocde de reguladores independientes. Sobre todo en la Creg, donde Iván Duque había dejado a fichas cercanas y poco técnicas, golpeando esas pretensiones de independencia y experticia colegiada.

Es una carta poderosa para pedir que la gente salga a la calle en dos semanas. Será justo cuando el Congreso esté de regreso de su receso y empiece el trámite de las reformas.

Los riesgos son hacia adentro

En la arena del debate público Petro tiene pocos contrapesos y es capaz de mantener la iniciativa con sus anuncios y su cuenta de Twitter. Algunos han cuestionado un talante populista, que amenaza la democracia. Citar a una marcha el mismo día que estaba programada una de la oposición evoca una táctica del chavismo. Él contraargumenta que todas sus acciones han sido apegadas a su mandato y a la ley, que, dice, “debe usarse sin temor”.

Es un poder que en la oposición y el sector privado no tiene un contrapeso fuerte. “El establecimiento está muerto del susto”, dice Araújo, de Orza. “Al que dice algo lo callan, como le pasó a Bruce Mac Master. Y los líderes con más peso están guardados, los cacaos no opinan, Santos no dice nada, Uribe está callado con su proceso a cuestas, a 'Fico' nadie le para bolas, y Vargas Lleras tampoco dice mucho por fuera de su columna”, agrega el consultor, que tiene contacto permanente con el sector privado.

Por el lado de los entes de control tampoco hay demasiado contrapeso. El nuevo contralor, Carlos Rodríguez, le ha hecho ya dos guiños a Petro de que tiene el camino libre, con el metro de Bogotá y la intervención en los servicios públicos. Y el fiscal y la procuradora “han sido tan sumamente indelicados con el uso del poder que solo generan rechazo y carecen de base social”, concluye Araújo.

Aún así, el gobierno Petro no ha podido aprovechar un camino despejado. Las sesiones extraordinarias del Congreso empiezan el 7 de febrero y aún no tiene listo el articulado de ninguna de las tres grandes reformas de seguridad social. Es una señal de que la fricción está por dentro del gabinete. Y ahí la agitación popular de Petro tiene menos poder. Sobre todo frente a ministros como José Antonio Ocampo, Alejandro Gaviria y Cecilia López, que más allá del puesto, se están jugando con Petro su reputación política y académica.

Además, el presidente se está llenando de responsabilidades y generando expectativas que recaen directamente sobre él. Al tomar el control del mercado eléctrico dijo que lo hacía “personalmente”. Con el metro, Petro funge como experto en contratos, diseños y trazados, y lanza contrapropuestas de diseños al consorcio chino. En ambos temas, altamente técnicos y complejos, hay múltiples riesgos de fracasar.

Incluso quienes ven con buenos ojos su papel en ese tema en Bogotá, tienen reparos sobre el nivel al que se está involucrando. Según Maldonado, “si el gobierno nacional está financiando el 70 por ciento es legítimo que le haga seguimiento a esa inversión tan importante, como lo han hecho todos los gobiernos. Como lo hizo Santos con Petro. Pero el presidente no debería llegar a los detalles de alternativas de extensión o de trazado”, afirma.

Finalmente, está el reto de jugársela por la movilización popular. Desde el mismo Pacto, el presidente del Senado, Roy Barreras, lanzó una voz de disenso por citar una marcha de apoyo a las reformas en la misma fecha que la marcha de la oposición: “no puede convertirse en escenario de confrontación en la calle entre ‘amigos y enemigos’ del gobierno”, advirtió. Esa inquietud se multiplica entre quienes son críticos de Petro y debilita sus credenciales de demócrata apegado a la ley. Y si hay desmanes, terminará respondiendo por el comportamiento de la primera línea.

Por otro lado, está el riesgo mismo de depender del ánimo impredecible de la calle. Siendo presidente Petro, el gobierno ha tenido varios fracasos para movilizar gente, como en algunos de sus diálogos vinculantes. “Es una movida muy prematura. Petro aún no tiene la base de apoyo consolidada”, opina Vélez. En efecto, aunque tiene un presupuesto billonario para gastar y ha lanzado varias promesas de subsidios, aún no ha empezado a girar. Una marcha lánguida enviaría una señal de debilidad política, justo cuando entra con su paquete de reformas al Congreso.

Como sea, esta semana Petro lazó sus cartas sobre la mesa en más de 100 trinos. 

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