Aunque el atentado que sufrió ayer el periodista de Semana Ricardo Calderón ha sido relacionado con los artículos que publicó sobre los privilegios de presos militares condenados por falsos positivos en la cárcel militar de Tolemaida, Calderón no estaba trabajando sólo en esa nota. Estaba investigando un posible escándalo, también de militares, pero mucho más grave y de más alto nivel.

Aunque el atentado que sufrió ayer el periodista de Semana Ricardo Calderón ha sido relacionado con los artículos que publicó sobre los privilegios de presos militares condenados por falsos positivos en la cárcel militar de Tolemaida, Calderón no estaba trabajando sólo en esa nota. Estaba investigando un posible escándalo, también de militares, pero mucho más grave y de más alto nivel.

Según supo La Silla, Calderón sí se fue a Girardot a hacer reportería, a reunirse con una fuente del Ejército. Pero estaba trabajando en una historia que no tenía que ver con Tolemaida. Su investigación, que aún está en proceso y cuyos detalles no se pueden contar aún, podría destapar un escándalo de grandes dimensiones entre altos mandos del Ejército. 

Aunque la investigación judicial respecto a los móviles del atentado hasta ahora arranca, el que estuviera trabajando en ese tema, además de que el atentado ocurrió en las inmediaciones de Tolemaida, la base militar más grande del país hacen pensar que el atentado está relacionado con sus investigaciones sobre los organismos de seguridad.

De hecho, la sofisticación del atentado muestra que no se trata de algunos militares de rango medio desesperados sino de una operación de mayor envergadura. En la revista tienen elementos que indican que llevan varias semanas siendo objeto de espionajes y seguimientos, y que incluso tendrían hackeados sus computadores. Por ejemplo, ha ocurrido que pocas horas después de hablar con una fuente sobre temas del Ejército, esa fuente es abordada por militares para callarla.

Según dijo Vicky Dávila,  el día del atentado le habrían puesto una cita a Calderón que no la cumplieron, que es un tradicional señuelo. Además, la decisión de ir a encontrarse con la fuente la tomaron Calderón y el director de Semana, Alejandro Santos, el martes por la noche. No le dijeron a nadie y Calderón usó el carro de su esposa y no el suyo. Esas precauciones fueron insuficientes, por lo que probablemente estaba chuzado y lo siguieron desde Bogotá.
 

La dificultad de investigar a los militares

Ricardo Calderón es uno de los mejores y más importantes periodistas investigativos del país, pero siempre ha mantenido un perfil muy bajo. Como escribió Daniel Coronell en una columna de agosto del año pasado  lleva casi 20 años en Semana destapando todo tipo de escándalos.

Calderón había recibido amenazas en el pasado, pero este es el primer atentado en su contra, precisamente cuando acaba de destapar un escándalo sobre corrupción de militares y cuando está investigando otra historia sobre ellos. Aunque antes, Calderón había sido clave en las revelaciones que hizo Semana sobre las ‘chuzadas’ del DAS y la entrada de alias Job a la Casa de Nariño.

Dado que todo señala a que su atentado vino del sector castrense, su caso ratificaría que investigar la corrupción en las Fuerzas Militares o la Policía, especialmente si es en niveles más altos, es posiblemente el espacio más delicado para un periodista. Aunque en las regiones las bacrim, los paramilitares y la guerrilla son fuente permanente de amenazas y de asesinatos, en Bogotá se puede escribir más libremente sobre ellos. El miedo es más fuerte al escarbar en la Fuerza Pública.

Por lo menos en La Silla Vacía eso es así. Nos sentimos en libertad de cubrir otros aspectos del poder, pero la corrupción de alto nivel entre militares y policías nos da miedo.

De forma parecida siente el editor de investigaciones de El Espectador, Norbey Quevedo, quien dice que “es mucho más complicado investigar a agentes del Estado que denunciar narcos, guerrilleros o delincuencia común”.

Un editor judicial consultado concluyó: “Uno puede denunciar a muchos actores, pero cuando se mete con la Fuerza Pública siempre es un lío porque, entre otras cosas, se supone que es ella la encargada de brindarnos seguridad”.

Y en sentido parecido se pronunciaron varios periodistas investigativos: investigar al Ejército desde Bogotá es intimidante y peligroso.

Esta es la percepción compartida por varios periodistas de los principales medios de Bogotá, aunque según el informe anual de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), en 2013 no se ha presentado ninguna agresión por parte de militares y policías contra periodistas. En 2012 se registraron 10 agresiones.

Y desde 1977, cuando se comienzan a rastrear los 140 asesinatos cometidos contra periodistas en razón de su oficio, en el el ranking de presuntos responsables elaborado por la FLIP la Fuerza Pública ocupa el cuarto lugar, por encima de las Farc, con 18 casos que podrían serles atribuidos. Los primeros en la lista serían autores desconocidos (47 casos), los segundos los paramilitares y las bacrim (27 casos) y terceros los narcos (26 casos).

“Dicen que en Colombia estamos bien en materia de libertad de expresión. Lo dicen las cifras oficiales y estudios internacionales. Pero el caso de Ricardo y el hecho de que 45 periodistas estemos vinculados a la Unidad de Protección, mientras que otros 90 están pidiendo medidas de protección, lo que demuestra es que eso no es tan cierto”, dice el periodista investigativo Norbey Quevedo.

El clima caliente

El atentado contra Calderón -si como todo apunta fue cometido por militares- no sólo mostraría que todavía es peligroso investigar a la Fuerza Pública, sino que dejaría ver la molestia que hay en algunos sectores de las Fuerzas Armadas.

Como explica Adam Isacson en un artículo, el proceso de La Habana cambió las relaciones entre el gobierno civil y la cúpula militar.

Durante los gobiernos de Álvaro Uribe, había una gran alineación de los militarescon las decisiones del Gobierno, y esa convergencia facilitó las relaciones entre los dos. Ahora, aunque Santos ha tendido puentes hacia los militares al incluir al general Jorge Enrique Mora en el equipo negociador de La Habana y permitiendo que el Ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, presentara sin consultar con nadie mas una ley estatutaria de fuero militar a la medida de los miedos castrenses, al interior del Ejército hay sectores muy inconformes con el Gobierno y con el proceso de paz.

Esa distancia se manifestó en el episodio de la divulgación que hizo el expresidente Uribe de las coordenadas de la operación militar en el Cauca para permitir la salida de seis guerrilleros a Cuba. Según ha dicho el Comandante del Ejército, esas coordenadas sólo las conocían un puñado de altos oficiales, y sin embargo, terminaron en manos de Uribe

El mismo atentado fortalece esa tensión. Incluso los peores casos de acoso por las ‘chuzadas del DAS’, como el que sufrió la periodista Claudia Julieta Duque, se trataban de intimidación psicológica y no de atentados contra la vida de los periodistas. Por eso el ataque contra la vida de Calderón, si en efecto provino del Ejército, podría ser un síntoma preocupante que va más allá de una grave violación a la libertad de prensa.

Nota del Editor: originalmente la nota afirmaba que los disparos se hicieron con armas de largo alcance. Aunque no hay aún un informe de balística, los casquillos que se encontratron son de un arma corta. Con esa nueva información actualizamos la nota el viernes a las 12 del día.

Fui usuario y luego periodista de La Silla Vacía. Tras más de una década haciendo de todo en esta escuela de periodismo, de la que fui director editorial, me fui a ser lector y SuperAmigo. Ahora me desempeño como redactor jefe de El País América Colombia.