D.P. Su candidatura parte de un diagnóstico del país.
A.G. El primero es lo que llamo la devastación social. Después de la pandemia hay una superposición de nuevas y viejas desigualdades. A lo largo de la última década escribí muchos ensayos que combatían la “fracasomanía”, que mostraban que este siglo no había sido malo para nuestro país, que la clase media se había duplicado. Pero eso se ha perdido. Resalto los problemas del mercado laboral y la crisis educativa, sobre la que como sociedad tenemos cierta pasividad.
El segundo es la posibilidad de un nuevo pico de violencia en nuestro país. La pérdida de la seguridad territorial ha sido evidente. Es la promesa incumplida de que los Acuerdos de Paz nos iban a traer una mayor seguridad territorial.
El tercer elemento es sobre las dificultades de la economía, que son muchas, pero quisiera mencionar dos. La necesidad de una transformación productiva profunda y rápida, porque si las cosas siguen como van, Colombia podría tener en tres o cuatro años una crisis de balanza de pagos y grandes dificultades fiscales, que van a ser enormes para quien quiera gobernar a Colombia en el próximo período. A eso le tenemos que sumar todo el tema de la crisis climática.
El cuarto punto es la crisis de confianza, en donde los colombianos somos los más pesimistas del mundo. Eso hace que cualquier líder político tenga que reconstruir la confianza en nuestras instituciones, y sobre todo, en nuestro futuro.
D.P. Sobre ese diagnóstico, cuál es la tarea actual, cuando aún no se han decantado las candidaturas presidenciales.
A.G. Yo creo que es el tema de generar confianza, e ir construyendo una visión de futuro compartida. Pero no todos lo estamos haciendo porque la mecánica electoral de eso que llamamos “centro” comienza a copar todos los espacios.
D.P. ¿Y cuál es su visión de lo que debe ser ese centro?
A.G. Un centro liberal, progresista y pragmático. El liberalismo entendido como progresista, esto es que tenga una agenda concreta para la generación de oportunidades. Al mismo tiempo, que sea pragmático, que no le de miedo los compromisos. Que entienda que refugiarse en la pureza moral no es posible, pero que renunciar a cualquier compromiso o a cualquier principio tampoco.
D.P. ¿Cómo debería ser ese pragmatismo?
A.G. Yo creo que debería ser esa tensión entre una ética de los fines últimos que dice, "yo simplemente me adhiero a estos principios", y una ética de la responsabilidad, que nos lleva a asumir la responsabilidad de hacer estas transformaciones. Esa tensión debería resolverse por lo segundo: por participar en la política, teniendo en cuenta que hay que hacer compromisos. Lo cual es difícil a veces en este nuevo puritanismo, que parece dominar la conversación en el mundo, pero ahí estamos.
D.P. ¿Cómo aterriza esto en la discusión de una unión con la Coalición de la Esperanza que lidera Sergio Fajardo?
A.G. Después de la conversación fallida con la Coalición de la Esperanza la semana pasada, se abrió un debate sobre la política tradicional. Sobre el clientelismo y la corrupción y el papel que juegan los partidos políticos.
Sergio Fajardo habla de anti clientelismo, yo siempre tengo dudas sobre de qué está hablando en realidad. Y puede estar hablando de dos cosas.
Primero, un rechazo a un partido político en general: los senadores, los representantes, etc. Decir que hay que rechazar a todo el mundo que participa aquí sería una locura, porque en todos los partidos políticos hay gente buena y hay gente que tiene que hacer parte de esa transformación de Colombia que vaya a construir ese centro liberal, progresista y pragmático.
La segunda, es que rechacen a los líderes políticos. Que se haga una lista, entonces empieza César Gaviria, Germán Vargas y otros, y rechacemos a todos. Si ese es el rechazo, es un poco frívolo. Porque uno hace esa lista, los rechaza y estos líderes políticos de pronto se retiran y los podemos cambiar por otros al otro día. Entonces eso tampoco tendría mucho sentido.
Es decir, en el fondo lo que queremos combatir es el clientelismo. Eso se basa en entender las relaciones de las políticas y tener, con el ejemplo, una posición fuerte. Esas relaciones tienen que ser transparentes y no pueden ser extorsivas, pero implica entender que hacen parte de la política.
Cuando viene un representante a la Cámara y habla con un ministro y le dice "el hospital de mi pueblo necesita una nueva sala de urgencias”, si eso se hace de manera transparente, entonces eso no es clientelismo. Es el tipo de relaciones lo que define el clientelismo y la corrupción. No puede ser el rechazo a todos los políticos, ni hacer listas negras y simplemente cambiarlos.
Uno no debe prescindir de manera absoluta de todos los que han hecho política en este país para transformar Colombia. Eso hay que hacerlo con mucha de la gente que hoy participa en la política. Hacerlo sin ellos sería no solamente equivocado, sino una receta para el fracaso y terminaría negando la posibilidad del reformismo democrático.
D.P. ¿Pero entonces en qué queda la conversación con la Coalición de la Esperanza?
A.G. No queremos cerrar ninguna puerta. Ese es el tono.
D.P. Pero los riesgos de asociarse a un partido tradicional como el Liberal tiene que ver con la crisis de confianza que usted mismo identifica. ¿Cuáles serían las condiciones bajo las cuales traería al Partido Liberal?
A.G. Lo primero es que en el fondo, el que va a gobernar no es Cesar Gaviria, voy a ser yo. Y lo voy a hacer con las ideas, un programa, unos principios y una forma de entender este momento y de hacer unas reformas.
Creo que muchos de los miembros del Partido Liberal, no solamente los congresistas, sino en general, estarían dispuestos a estar detrás de esa agenda, llevarla a cabo en la práctica y defenderla de verdad. No hay concesiones programáticas.
Lo segundo, los temas de relacionamiento y la forma como los partidos políticos se relacionan con el Estado, que tiene que ser transparente. Pero no son con los señalamientos éticos o los cuestionamientos personales, que son antipáticos también.
En ese centro pragmático que yo describo también hay un espacio para la confianza, para que la gente sea mejor, y para que los políticos tengan una visión de futuro compartida y articulada de lo que ellos quieran trabajar, no para expulsarlos. Con una visión compartida, con esta idea que le he visto a Ingrid Betancourt y también de Carlos Amaya, del partido Verde, de trabajar todos juntos en esta visión distinta. En el fondo lo que estoy diciendo también es que en lugar de inventarnos nuevos partidos de afán, breguemos por transformar los partidos que existen y eso también es posible, no vamos a renunciar a ello.
Super
Amigos Una presidencia pragmática reformista, requiere del Congreso, ¿tendrá listas propias? ¿A usted le interesa ser determinador de lo que pase dentro del Partido Liberal?
A.G. Me interesa por dos razones, primero, porque uno quisiera tener gente que sea socio en la construcción de este reformismo democrático. Y me interesa también porque la participación en la elección de personas con grandes cuestionamientos éticos sería perjudicial. No me he metido ahí, pero sí debe haber un trabajo sobre las listas, no solamente del Partido Liberal, yo creo que puede haber de otros partidos también, como el Verde, entre otros, que también han hecho parte de esta campaña.
D.P. Pero el presidente del Partido Liberal, César Gaviria dijo que usted era el candidato de ese partido. Y si el Partido Liberal quiere estar con Alejandro Gaviria, quizás usted quiera volverse el líder de ese partido, y no César Gaviria.
A.G. Vamos a ver qué pasa.
D.P.En esa unión usted ha dicho que no caben otras figuras, como Juan Carlos Echeverry y Federico Gutiérrez.
A.G. Una consulta de centro es una primaria donde debe haber cierta coherencia ideológica. Yo dije en una entrevista respetuosamente con Juan Carlos, al que aprecio y respeto, que no me veo ahí. Porque tiene que haber en estas primeras instancias de consulta algo que nos una ideológica y programáticamente. Y con él, por ejemplo, tenemos visiones muy distintas en el tema de la política de drogas.
Con Federico Gutiérrez es un debate de una naturaleza diferente. Yo creo que él va a ser el candidato del Gobierno Duque, del Centro Democrático, y yo no quiero que ese centro se convierta simplemente en un trampolín para la continuidad.
Super
Amigos Cuando dice que su campaña será fundamentada en ideales liberales, ¿se debe entender cómo la doctrina liberal económica y social, se debe entender como una aproximación al partido Liberal, como neoliberal, de lo que lo ha acusado Petro?
A.G. Lo aterrizo con temas concretos: derechos sexuales y reproductivos, apoyo a la la muerte digna, en lo que yo participé como ministro de Salud, en una aproximación distinta al tema que ha marcado la historia de mi generación y de Colombia en los últimos 40 años, que es el problema mundial de las drogas.
También tengo una aproximación liberal con respecto al Estado y su participación en la economía. Yo creo en el papel del sector privado, no solamente porque genera empleo, sino porque muchas de las capacidades de la sociedad están instaladas ahí y le generan a mucha gente una identidad, un sentido de propósito.
Pero la acusación de neoliberal, entendida como una reducción del Estado no tiene que ver con lo que yo he dicho y hecho como funcionario. Quizás la intervención a un mercado más grande que se ha hecho en Colombia en los últimos 10 años, la hice yo, como ministro de Salud, con la declaración de interés público de los medicamentos.
D.P. ¿Y qué lo separa de Petro?
A.G. Lo que más me preocupa es la inacción, es esa incapacidad de idear planes generales, porque él también puede decir que es un académico, y llevarlos a la práctica. De traducir esas sobre simplificaciones del mundo, esos diagnósticos, en reformas eficaces.
Super
Amigos ¿Por qué respaldar a Alberto Carrasquilla, que fue la peor acción posible para salir a dar la cara por su campaña, cuando es un funcionario público con tantos cuestionamientos?
A.G. Yo aclaré en su momento que era un nombramiento que no escuchó a mucha gente. Que se hizo de espalda a los colombianos. Pero voy a hablar completamente de manera personal aquí. Yo llevaba dos días de campaña. Y había conocido a Alberto Carrasquilla por 25 años y en mi cabeza rondaba una frase que oí en medio de una conversación política: "lanzarse a la política, no significa que uno se convierta en un hijueputa”. Y consideré en mi mente que sería oportunista desconocer a una persona por un interés político en ese momento.
Super
Amigos Pregunto como reportero del periódico estudiantil UniAndino. Antes de lanzarse, cuando era rector, ¿Por qué cerraba la puerta a una candidatura presidencial ante las directivas y los profesores de los Andes, mientras no se cerraba esa misma posibilidad en los medios de comunicación? ¿Eso no fue una forma de utilizar la rectoría como plataforma política?
A.G. Yo nunca cerré la puerta y yo creo que usted le puede preguntar a profesores al Comité Directivo. Fui bastante cándido con lo que estaba pasando con las conversaciones que tenían. Muchas personas ven mi lanzamiento como una gran campaña de expectativa, que yo venía planeando desde hace mucho tiempo y que fui construyendo día tras día. Voy a apelar a lo siguiente. Pero hasta la última semana antes de lanzarme yo tuve una conversación con mi esposa Carolina, donde nosotros todavía teníamos dudas. Entiendo la crítica, es válida. Y había esa posibilidad que fuera interpretada. Pero no fue así. Sé que algunos confiarán y otros no, pero lo respondo con plena sinceridad.
Super
Amigos ¿Qué planes tiene en cuanto a las políticas de la población migrante refugiada de Venezuela en Colombia? ¿Estaría dispuesto a suscribir un compromiso para evitar la utilización de política de tema migratorio durante la campaña electoral?
A.G. Sí estaría dispuesto a asumir ese compromiso. Mi visión de la migración venezolana es que va a ser muy buena para Colombia en 10, 15 años, pero implica unas tensiones iniciales de integración, sobre todo en lo que tiene que ver con la seguridad social. Mi política sería la integración plena de los ciudadanos, que implica, por ejemplo, su cobertura plena de salud, que me parece un tema fundamental. Creo que cuesta 350 mil millones 500 mil millones de pesos al año. Más allá de las promesas tenemos una responsabilidad como candidatos presidenciales a no caer en la xenofobia y en la estigmatización en este debate.