Este accidente, para mí, revela varias realidades que no son del todo malas si las sabemos aprovechar.
Pone de manifiesto la necesidad de instituciones serias, sólidas y respaldadas por la humildad en campo. Me refiero a que el que juega con candela se quema, y debe quemarse para aprender a jugar, pero cuando esa candela afecta de manera importante un territorio, es necesario que el quehacer riesgoso venga acompañado de una política muy fuerte de prevención, previsión, mitigación de daños, localización, estudios..... y el sin fin de medidas que aun tomando todas en cuenta jamás garantiza que un accidente no ocurra.
Estamos acostumbrados a ir corriendo las líneas de previsión y a asumir riesgos cruzando los dedos. No sé cómo se hace eso en Ecopetrol, ni cómo las autoridades que lo controlan co-asumen el riesgo. Lo cierto es que he tenido que presenciar estos escenarios que estamos viviendo, en países como Estados Unidos que se precia de tener unos check- balances mucho más afinados que el nuestro, e instituciones más sólidas, tecnologías a la mano y dinero a disposición, y de repente, todo un río, de arriba a abajo, resulta contaminado por el oficio extractivo del petróleo sin que puedan reaccionar con la acertividad que se requiere. Luego, NO puede pretenderse el total control sobre procesos complejos y aceptar eso, abre un panorama diferente para la política extractiva del petróleo en el país.
El daño de la Lizama también pone de presente que nuestro territorio es único y vastamente incomprendido. Es bueno formar a nuestra gente para que aprenda directo de su territorio y sus complejidades, porque nadie más lo va a hacer por nosotros y repetir modelos que surgen de otros territorios solo puede seguir alejándonos del conocimiento del propio. Mapear, por ejemplo, los lugares en los que "podemos" hacer el ejercicio extractivo en tanto dejamos de utilizar el petróleo como fuente principal de energía, y circunscribirnos a ellos (a los lugares que nos provean del crudo, con riesgos bajos y con controles y tecnologías serias) mientras damos vuelta y nos organizamos en torno a otras energías y sobretodo a otras formas de entender el desarrollo humano, puede ser un objetivo a mediano plazo para nuestra política petrolera.
Creo que estos episodios nos dan el piso para exigir, como ciudadanía, que esa transición se haga poniendo en orden la casa y entendiendo cómo es que vamos a hacer de aquí en adelante, entendiéndonos como una nación que protege sus territorios y ciudadanos por igual, y que sabe que se le está exigiendo llegar a cambios drásticos en un relativo corto tiempo.
Polarizarnos en estos temas, como en algún otro, diría yo, no nos ha servido de nada. Con la llamada a cuentas de Ecopetrol, en el mejor de los casos, sabremos por qué y quienes no hicieron lo que debieron hacer en su momento, por qué y quienes no estuvieron a la altura para mitigar el daño causado. Importante por supuesto que este escenario se de con toda la contundencia que es necesaria, pero esto no remedia el daño al territorio.Romper, fraccionar, defender posiciones, nos vuelve autistas y empeora las posibilidades de marchar unidos hacia un frente común, un objetivo de nación.
Y finalmente, me extendí cantidades, perdón, la Lizama nos habla de una población cada vez más sensible a estos temas de protección de los territorios y sus habitantes. Buen momento para cosechar los ánimos y permitir que decanten en la responsabilidad sentida y casi que individual de un comportamiento más comprometido, de la vigilancia ciudadana y activa de cada uno de los habitantes sobre la "cosa pública" para exigir a los gobernantes y a las empresas, de un entendimiento y compenetración con el territorio, y de la creatividad que aflora de esos procesos para encarar unidos nuestro próximo destino. Cajamarca puede verse como un pequeño lucerito poniendo luz en un camino difícil y duro de transitar, que no ofrece otra alternativa que cruzarlo. Nos queda por elegir cómo queremos transitarlo.