La Silla Vacía tituló “Detalles de etiqueta protagonizan la visita de estado de Petro en España”. Y es verdad, poco supimos de lo que se firmó, acordó y se hizo en la visita. Mejor hablar de que “el presidente se rehusó a utilizar un frac”, que “la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, se presentó con tenis en el Palacio Real”, que “la primera dama, Verónica Alcócer, rompió el protocolo bailando mapalé en la entrada de la sede de la embajada de Colombia”, que “el desplante de la bancada del partido nacionalista de extrema derecha VOX”. Y eso que no fue Francia Márquez para más habladurías.
Ante esto Petro feliz como una perdiz porque hace show para sus bases con eso de que “ese frac es símbolo de las élites” y él es del pueblo, que Vox se vaya es una medalla democrática, que Verónica baile demuestra la alegría propia del pueblo y sus gentes, que Irene ande en tenis es la tendencia mas cool de las presentadoras de televisión y nos acerca el poder a los coolture.
Lo más significativo de este asunto está en que ahí sí ha habido un cambio de país. Y no solo ahora, siempre el poder es esa metáfora del estado de la nación.
En Uribe times lo que importaba era esa Colombia rural donde no se toma wiski, se monta a caballo, se madruga a trabajar y se viste sin reparar en formas tales. Uribe fue a España nos hizo quedar como un zapato ya que malvistió un frac grande y esperpéntico. Pero no estaba mal, ese ere el país que gobernaba y construía esa Colombia de trabajar, trabajar, trabajar y “le doy en la cara marica”. Y de verdad, ese país es muy real y sigue existiendo. La Colombia rural premoderna de dios, familia, patria y tradición; esa de broken inglish y pa´ qué cultura si importa es tener billete y tierras.
Con Santos gobernó la clase bien, esa que se viste de protocolo, esa que se sabe mejor en un club que en un pueblito colombiano, esa que habla perfect english, esa que visita a la reina Isabel II del Reino Unido y se ve muy bien, sonríe perfecto, se siente satisfecha. Y esa Colombia, también existe y es real, es la de nuestra elite que aprecia la cultura, esa que venía dominando todo el siglo XX y se reúne en el siglo XXI en los Hay Festival y en los festivales de las artes. Esa que enorgullece a los cultos y medios pero que la gente de a pie siente lejana y desconectada de sus necesidades.
Duque y su visiting Colombia con power point como ideología y pinta north face para lucir informal pero elegante w´n es esa neutralidad de la nada. Se vestía para parecer extranjero, tecnológico y naranja. Un país que hace billete sin conocer a sus gentes ni hacer parte de ellas. Le encanta ir a Madrid para llevar saludes del “presidente” Uribe al rey, ir al Bernabéu a ponerse la camiseta del Real, besar las manos de Florentino y andar de joda por la Gran Vía. Y ese es el país de las nuevas elites, esa de pa´ qué Cultura, Artes, Saberes ancestrales, si todo es billete papá y eso se muestra consumiendo carros, joyas, relojes, mujeres, ropas, viajes. Ese es la Colombia de la nueva élite: ya no somos rurales, no somos cultos, somos el billete y lo que consumimos.
Petro pone en escena a la Colombia que faltaba, esa popular, grasa, guabalosa, escandalosa, briyosa, alegre, descomplicada. Esa que no había llegado al poder. Y eso molesta a los nuevos ricos (futbolistas, reguetoneros, influencers, emprendedores, corruptos, narcos, farándulos…) porque ellos odian ese gusto de donde vienen; incomoda a las elites rurales porque les parece que los peones se están tomando el poder y cuestionando al mayordomo; huele feo a los culturosos que habitan el buen gusto que solo pertenece a ellos y el protocolo de comer con tres tenedores y mucha sofisticación. Y ofende a políticos, periodistas, analistas wanabe que se “creen” ya en el club de la clase alta por el billete, pero no por los saberes.
Volviendo a nuestro Petro, Verónica, Irene en España 2023. Petro en campaña dijo que iba a hacer el cambio. Y en las cosas del gobernar no lo ha sido: nombra amigos a diestra y siniestra, se llena de políticos sin ideología premiados con puestos, no acepta a los que saben, sino que se llena de fans inexpertos… y así.
Pero si ha sido exitoso en sacarnos a relucir nuestro clasismo, racismo y machismo, ese de nosotros los analistas y la gente de bien que con tonito despectivo decimos “no soportarnos” a Petro, Verónica, Irene, Francia y este gobierno.
Nos ha mostrado que nuestra colombianidad está llena de un machismo espectacular que nos lleva a cascarle con todo a Verónica, Francia e Irene porque son bonitas, o porque hablan duro, o porque se atreven a pensar con cabeza propia, o porque una es negra, otra corroncha y otra fashionista. Y así mismo demostramos un clasismo radical ya que en la mayoría de comentarios y análisis contra Petro lo que brilla es el clasismo y arrogancia de elite de los que se creen dueños del poder y la opinión.
El cambio real de este gobierno ha sido, entonces, de clase, estética y gusto al nombrar embajador negro en Estados Unidos e indígenas en la OEA y la ONU y en cómo el presidente y su gente está “provocando” y “sacándole la piedra” a la modorra analista bienpensante y mediática.
La realidad está en que el gobierno Petro representa otra clase social (no pertenecen al club), otro color de piel (más bien oscurita), otra actitud pública (se gobierna peliando más que tirándosela de buena onda). Y por eso hemos llegado a este estado de crispación emocional-política nacional.
Por eso es que los asuntos de estética y protocolo de la visita a España no es banal, es la visibilidad de lo que realmente está sucediendo en este país donde si no lo tuitea Petro no existe (un dejá vu a Uribe times).