OPINIÓN

La familia como karma

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En Política para Amador Fernando Savater dice que hay organizaciones en las que decidimos participar libremente, y otras a las que pertenecemos porque nos fueron dadas por naturaleza. Elegimos un partido político o un equipo de fútbol, pero no la patria o la familia. Lo que sí elegimos, aunque sea doloroso y nos cueste lágrimas, es la manera de relacionarnos con ellas. Esta semana el presidente Gustavo Petro le pidió a la Fiscalía que investigue las actuaciones de su hijo mayor y de su hermano. Dos casos que solo tienen en común el daño que le hacen al gobierno.   

 

Su hijo Nicolás Petro, diputado del Atlántico, está de nuevo en medio de un huracán de denuncias y sospechas. Su exesposa Day Vásquez narró en la revista Semana primero, y a la Fiscalía después, como éste habría recaudado más de mil millones de pesos para la campaña a la presidencia de su padre, a sus espaldas, y para su propio pecunio. Según Vásquez, el primogénito de Petro timó a dos controvertidos millonarios de la región Caribe, uno de ellos exnarcotraficante, y el otro amo y señor de la contratación pública en Bolívar y sus alrededores. 

El otro caso igual de grave, pero del que apenas se conocen fragmentos, es el de Juan Fernando Petro, hermano del presidente. Se sabe que ha recorrido las cárceles bajo el supuesto de estar ayudando a la paz total; pero hay quienes le acusan de ofrecer prebendas a narcotraficantes a cambio de dinero. Desde enero de este año la Fiscalía lo investiga. Ello motivó que el comisionado de paz Danilo Rueda leyera hace algunas semanas un comunicado deslindándose de estas actuaciones. El mensaje resultó incomprensible para la mayoría de los colombianos que no supimos la historia completa. 

Nadie niega que las familias presidenciales ayudan a cargar el peso de la tarea de gobernar, pero también es frecuente que se aprovechen de ello con mayor o menor aquiescencia de los propios jefes de Estado. Es la herencia maldita de las monarquías y de los sistemas tribales, organizaciones donde la consanguinidad es fuente de privilegios y tierra fértil para los oportunistas.  No es la primera vez que un presidente se ve salpicado por las ambiciones de su parentela. Pasa en dictaduras y democracias, a líderes venerables y a tiranos. Desde Nelson Mandela, cuya vejez se vio empañada por las disputas de su esposa e hijas; hasta Ortega y su escandaloso nepotismo en Nicaragua, cuyo rumbo sigue impune. 

En Colombia ya se hizo normal que ante la catástrofe de los partidos se hayan instaurado los clanes. Aunque en las regiones se han documentado muchos casos como una evidencia de la corrupción local, en la esfera nacional el karma de la familia también ha sido una constante.  Posiblemente la parentela presidencial más controvertida es la de Álvaro Uribe. Como presidente, y como ex, Uribe no ha tenido pudor para defender, con métodos muy cuestionados, a su hermano Santiago, acusado de conformar grupos paramilitares; y a su primo Mario, cuando la justicia lo condenó por parapolítica. Uribe se ha rasgado las vestiduras cuando sus hijos Tomás y Jerónimo han sido relacionados con negocios no tan claros como DMG o las zonas francas, o incluso cuando la DIAN osó, durante el gobierno de Santos, inspeccionar sus oficinas. 

Ahora es Gustavo Petro quien enfrenta este karma de la familia. Contrario a una defensa airosa, optó por solicitar una investigación pronta y profunda. Se le abona la entereza, aunque su pronunciamiento llega un poco tarde, cuando parte del daño ya está hecho. Su campaña empieza a ser escrutada desde todos los flancos, y a la ya de por sí difícil discusión de la paz total se le tiende un manto de duda innecesario. 

Como dijo Savater, no elegimos a nuestras familias. Menos aún elegimos la del presidente. Pero es obligación de quien gobierna mantener a raya las ambiciones de poder y dinero de quienes le rodean. 

Posdata: La institución de la primera dama es anacrónica y no encaja en una democracia moderna que aboga por la igualdad de género. Pero desafortunadamente existe. El presidente Petro debe definir el rol que cumple su esposa Verónica Alcocer en el gobierno, ya que suscita tantas suspicacias. El país necesita claridad sobre su injerencia en asuntos que son propias de los ministros y ministras. 

 

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