No recuerdo ya hace cuantos años que vienen prometiéndonos van a consentir al río Bogotá. Y otros tantos que nos lo creemos. Lo cierto es que se avecina una nueva temporada de lluvias en el país, 30% más intensa que lo normal -vaticina el Instituto de Meteorología-, sin que aún se hubieran tan siquiera propuesto medidas preventivas para evitar las inundaciones que se acercan, mientras aún no desparecen las de la anterior temporada. Todo estaba anunciado, así que ya no nos vuelven a engañar.
Un río que recibe 350 toneladas diarias de basura, ante la mirada desinteresada de una CAR y de un gobierno de la urna de cristal que prometió intervenirla de manera radical. Y se anunciaron castigos y medidas drásticas y correctivas por el desastre invernal de hace unos meses. Y nada. Oiremos de nuevo y en un par de semanas al señor Presidente anunciando nuevos castigos e investigaciones y prometiendo auxilios y lamentando desastres, convocando a la solidaridad del país. E insistiendo que no hay nada que hacer, que se trata de asuntos de la naturaleza y un nuevo llamado a la ya agotada paciencia nuestra.
Y si el río Bogotá, que abastece el 30% del agua que consumimos los bogotanos no merece tan siquiera una mención de los candidatos a la alcaldía de la capital del país o a la gobernación del departamento de Cundinamarca, es porque estos señores no tienen de verdad nada importante que ofrecer, más que la continuidad de lo que nos tiene hasta los mangos.
Es hora pues de llamar a cuentas al director de la CAR y a la Ministra de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial para que respondan por lo que han debido de hacer. Por lo que no les ha dado la gana de asumir.
Adenda. Si el río Bogotá, revestido de la importancia que todos le asignan se encuentra en el estado que todos conocemos, ¿qué podremos esperar de todos los demás ríos y quebradas, de todas las cuencas del país que producen el agua para consumo de todos los colombianos? ¿Qué nos espera con el advenimiento de la gran minería que todo lo arrasa?