Ilustración: Los Naked

A un sector de la sociedad le causó enorme preocupación el anuncio de que el informe de la Comisión de la Verdad será usado como material de trabajo en los colegios. Es entendible, son episodios, aún no cerrados que nos deben llenar de vergüenza como sociedad, solo que el esfuerzo por taparlos es inútil. Los hijos ya lo saben.

Como dijo el padre De Roux en la presentación del Informe, el cuestionamiento es para toda la sociedad. En esa situación de horror a todos nos cabe un poco de responsabilidad: por indiferencia, por cobardía, por complacencia, por complicidad, por coparticipación o por participación directa y por tanto es entendible que algunos no quieran que sus hijos les pregunten: ¿por qué no hiciste? O ¿por qué lo hiciste?

No se trata de que ahora todos somos delincuentes, ni de que todos tenemos el mismo grado de responsabilidad, ni de que por esa vía exoneramos a los verdaderos responsables, es que es inocultable que la sociedad en su conjunto lo permitió.

Quienes dicen que no quieren que el Informe sea trabajado en los colegios desconocen varias cosas, la primera y más importante que uno de cada cuatro estudiantes son víctimas directas. No están esperando que les cuenten que a su abuelo lo mataron, que a sus padres les toco salir corriendo con ellos antes de que llegaran a quemarles la casa, que a sus hermanos los hicieron pasar por guerrilleros y los mataron, que a sus hermanas las reclutaron y abusaron de ellas, que sus primos están en el exilio. Esas son las historias que están en el detallado y juicioso trabajo de la Comisión.

Los jóvenes de 15 años vieron en la televisión, oyeron en la radio, les tocó correr sin entender, no pudieron ir a clases durante meses y ahora hay algunos que dicen que es mejor que no se enteren.

En muchas zonas del país el 90% de los alumnos sentados en un aula vivieron directamente la violencia inenarrable del conflicto y seguramente entienden que a algunos sectores les avergüence lo que pasó.

El Informe de la Comisión no es un artículo de opinión con cuya argumentación uno está o no de acuerdo, es una recopilación de hechos que moldearon la dolora historia contemporánea de Colombia, muchos de los cuales están relatados en decenas de otros documentos e incluso en centenares de decisiones judiciales.

Claro que debe producir vergüenza que un grupo de personas hayan resuelto usar la violencia para reivindicar reclamos políticos y hayan degradado su actuación hasta asumir conductas cuya crueldad son difíciles de maginar siquiera.

Claro que debe producir vergüenza que amplios sectores sociales hayan creído que la manera de enfrentar la crueldad era con conductas aún más crueles.

Claro que avergüenza que funcionarios públicos o miembros de la fuerza pública hayan decidido que debían aliarse con esos grupos armados para facilitarles cometer crímenes o para usarlos para cometerlo. Claro que avergüenza saber que miles de jóvenes que no participaban de la crueldad hubiesen sido asesinados por agentes del estado a los que la sociedad les entregó armas para protegerlos.

Claro que avergüenza que muchos se aprovecharon del dantesco escenario para enriquecerse, para hacerse a tierras ajenas, para hacerse elegir a cargos públicos. Claro que avergüenza que muchos hubieran participado de los negocios a ciencia y paciencia y que miles hayan ido a depositar su voto para perfeccionar el raponazo.

Claro que avergüenza que millones hubieran sido al menos indiferentes.

La ventaja del Informe es que ordena la información de semejante situación. Es cierto que no logra hacerla comprensible porque un capítulo de esa dimensión siempre será incomprensible, pero ayuda a procesarla y por tanto lo obvio es que sea usado como un recurso pedagógico para enseñar la historia contemporánea de Colombia y claro que hubiéramos preferido que no tocara enseñarla pero para ello tendría que no haber pasado, pero pasó porque hicimos o dejamos de hacer lo que tocada cuando tocaba.

Una particularidad del conflicto colombiano es que la mayoría de los hechos ocurrieron a la luz pública, muchos se investigaron periodísticamente, se discutieron políticamente, se investigaron judicialmente y por tanto resulta vano cualquier esfuerzo de ocultamiento. El esfuerzo tiene que hacerse en su comprensión y sobre todo en conseguir en que los más directamente involucrados acepten que ninguno de esos hechos tenía justificación para que nadie siga creyendo que en situaciones similares eso es lo que habría que hacer.

No habrá que decirles a los docentes cómo hay que usar el Informe, eso es lo que ellos y ellas saben hacer. Hay centenares de organizaciones que han desarrollado técnicas para trasladar información a los estudiantes. A los docentes tampoco hay que contarles lo que paso, ellos lo saben y cualquier esfuerzo por escondérselo también a ellos resultará banal.

Que unos sectores políticos que tomaron decisiones para hacer más cruel lo que ya parecía no tener como empeorar quieran ocultárselo a las próximas generaciones es entendible. Hay muchas razones para estar avergonzados.

Héctor Riveros Serrato es un abogado bogotano, experto en temas de derecho constitucional, egresado de la Universidad Externado de Colombia, donde ha sido profesor por varios años en diversos temas de derecho público. Es analista político, consultor en áreas de gobernabilidad y gestión pública...