Por: Casa de las Estrategias

¿POR QUÉ TAN VIOLENTO?

Nos dieron una clase, una clase inusual, una clase de narcotráfico aplicado. Como la mayoría de los profesores, nuestro profesor estaba retirado.

El negocio se trata de vender un kilo cocaína en Colombia a 12 millones de pesos, en Centroamérica en 11 mil dólares, en EE.UU en 22 mil dólares y en Europa en 33 mil euros. En Colombia se cultiva la coca con campesinos que casi no ganan más que por cultivar cualquier otra cosa, pueblerinos arman la pasta básica y a las afueras de las ciudades están “las cocinas” o laboratorios donde se pisa y se pisa la pasta básica, como si fueran uvas en un viñedo y de ahí se pasa a un proceso químico al que se le llama quemar.

“Antes el perico era muy bueno y muy sabroso porque estaba quemado con acetona. Cuando las autoridades restringieron la acetona y lo empezaron a quemar con otros productos como gasolina, el perico empezó a perder calidad.”

Para el mercado de Colombia se diluye o corta el producto en tres grados de pureza: el menor o de combate para la plaza, perico 1A como se llama una mezcla de pureza intermedia y perico Puré que es el de exportación, que vale en Colombia 12 mil pesos colombianos y en las calles de Nueva York 60 dólares, lo que lo hace en ese país un consumo de ejecutivos y empresarios. 

Para evaluar la calidad se usa una técnica que le dicen en Colombia “patrasiar” y  que consiste en quemarlo sobre una cuchara: si se vuelve todo aceite es pura, lo que se quema es el corte, con lo que está combinado, si no da aceite es que es cocaína muy diluida o quedó mal “cocinada”. El profesor explica que él cortaba con lactosa que era bueno para el organismo a la vez que daba volumen al producto. Se necesita entonces a alguien con conocimientos de química, que no tiene que ser profesional, un contacto rural que tenga acceso a los cultivos y para distribuir en la ciudad un respaldo, cada vez más disperso, menos hegemónico.

Cuando este profesor nos dice que lo que lo puede frenar para ingresar al negocio es la moral o el miedo, se nos viene a la cabeza la palabra escrúpulos y recordamos una historia: hace mucho tiempo cuando se estaba (re)inventando el crimen se reunieron representantes de varios países, el italiano ofrecía unas redes de contratación pública, el chino un gran número de efectivos, un europeo del este la resistencia y un estadounidense la tecnología. Cuando llegó el turno del colombiano, este ofrecía su falta de escrúpulos.

El que comienza no tiene mucho que perder y anda sin posibilidades de retorno. Lo que nos explica este catedrático es que se empieza al lado de alguien o llevado por alguien. Alguien inicia, se trata de unidades cerradas. Aquí empieza la primera lección: la amistad es más fuerte que la subordinación salarial. El profesor es enfático en decir que hay algo que en Medellín se llama “combo” que es pura amistad y se distancia de los narcos que tienen que pagar por su seguridad, en un combo no se paga, se reparte.

Aquí volvemos a algo muy antiguo donde encontramos los hombres de confianza del jefe o “el viejo” (como se le llama en este ambiente) casados con las hermanas de este. Relaciones entre sus hijos y una atmosfera llena de emotividad y fraternidad hiper-masculina. Hasta aquí no está nada lejos de la mafia siciliana y se encuentran rasgos en el hito de Pablo Escobar. Sin embargo, estamos ante una transición, unos cambios que a simple vista puede ser una involución, pero en realidad son una complejización de toda la dinámica.

Se trata de estructuras menos paternalistas y más fraternales, de una democratización y de un proceso de liderazgo más gradual y más desde abajo. Después de una apología de la amistad, aquí la lección es no poner a nadie de afuera a mandar y el diagnóstico es que los pelados de Medellín ya aprendieron a hacer buena parte del negocio solos y que perdieron el miedo, “aprendieron a estar solos” y ya no se dejan imponer las condiciones.

Pero la pregunta que viene de unos alumnos desorientados es: ¿mandar qué? La respuesta, en medio de la decepción del profesor, es mandar un barrio, apoderarse de un territorio y ordenar, controlar. Y es que en el narcotráfico colombiano hay palabra, a veces, pero siempre hay bala, mucha bala. Para el narcotraficante colombiano el recurso de la muerte está a la mano, no está vedado y muchas veces es anterior a la negociación.

¿Por qué?

“Si usted consigue mucha plata, necesita gente, si tiene mucha gente necesita más droga y si tiene la droga, necesita el poder y para tener el poder necesita la violencia.” (Profe) Y luego una serie de tips de Maquiavelo con esteroides al servicio de un narco:

  • La diplomacia es aplomo y es ser drástico y cruel con serenidad
  • Hay que saber esperar y no precipitarse, para luego ser quirúrgico y, en especial, no perder tiempo discutiendo
  • Las alianzas son transitorias, las treguas las imponen las circunstancias, pero los enemigos son para toda la vida.
  • No trabaje con mejicanos.
  • Si yo tengo que apoderarme de un territorio hay que apoderarse duro.
  • En la ciudad también use fusil para ahuyentar a la Policía y evitar su acción oportuna.
  • Mantenerse es protegerse de la envidia y es evitar que el otro se expanda. No hay que ser grande, si no ser el más grande, si se permite que el otro crezca en algún momento uno le va a estorbar.

(Profe).

Hay que lograr la pericia para emitir un mensaje audible sólo a los que me interesa y hacerse a un nombre que no alcance a llamar la atención de las autoridades y de la opinión pública, pero sí de los miembros que componen las redes ilegales. “Primero el terror y luego la socialización. No me pueden poner a prueba porque yo no diálogo, espero pero no doy segundas oportunidades, a los que me incomodan los dejo resbalar antes que advertirlos y en los territorios vecinos espero que cojan su territorio para coordinarlos también”.