En alguno de sus libros, Kapu?ci?ski relata las dificultadas que debía superar un reportero en el extranjero para enviar sus notas. No había fax, ni e-mail y el correo era demasiado lento para ser útil. Esto sin contar que estuvo preso y, como los periodistas de Territorio Comanche, esquivó balas, esquirlas y policías corruptos. Los corresponsales de guerra deben ser así: machos llenos de barro y cicatrices que escriben desde hoteles de mala muerte mientras comen enlatados sin usar cubiertos.
En alguno de sus libros, Kapu?ci?ski relata las dificultadas que debía superar un reportero en el extranjero para enviar sus notas. No había fax, ni e-mail y el correo era demasiado lento para ser útil. Esto sin contar que estuvo preso y, como los periodistas de Territorio Comanche, esquivó balas, esquirlas y policías corruptos. Los corresponsales de guerra deben ser así: machos llenos de barro y cicatrices que escriben desde hoteles de mala muerte mientras comen enlatados sin usar cubiertos.
Anastasia Moloney es colaboradora frecuente del Financial Times de Londres y ha escrito varias piezas sobre el conflicto colombiano en medios anglosajones. Hasta donde he sabido, no tiene cicatrices ni ha esquivado balas en el frente de batalla.
Descubrí a Anastasia por casualidad mientras leía la página del Center for New American Security. Busqué en google, encontré su e-mail y le escribí: ¿Cómo llegaste a Colombia? ¿Cómo fue visitar La Macarena en el Meta? ¿Cómo pasaste de profesora escolar a corresponsal del FT? ¿Has cubierto noticias desde el frente de batalla?
Me respondió en media hora contándome que todo había sido un asunto de suerte y persistencia. Estaba cansada de dictar clases en Londres y quería un cambio de vida. Aplicó a una oferta laboral y terminó en Bogotá como profesora de colegio. La oferta habría podido decir: Brasil, Vietnam o lo que fuera, le daba igual, lo que quería era salir de Londres.
Bogotá le encantó, pero al rato se aburrió de dictar clases y empezó a buscar nuevas opciones. No tenía titulo en periodismo y nunca había sido buena para escribir. Aun así, se puso en la tarea de conseguir trabajos como escritora freelance. Llamó y le escribió a todos los editores que se encontró ofreciéndoles sus servicios desde Colombia. La lección, según entendí, es que para conseguir estos trabajos pesa más la persistencia que la experiencia o el talento para la escritura. De hecho, Anastasia me comentó que la calidad de un texto solo pesaba alrededor de un tercio en la decisión de ser publicado.
Con sus contactos establecidos, empezó a escribir sobre paramilitares, guerrilleros, coca y todo lo que un lector inglés quiere saber sobre Colombia (que no es mucho más que eso). El reporteo para la mayoría de estas historias lo hizo gracias a la colaboración de sus contactos gubernamentales. El asunto funciona así: las oficinas de prensa gubernamentales organizan “tours de propaganda” para los periodistas extranjeros. Los llevan en aviones de la fuerza área con refrigerio, dan una vuelta por la zona donde se quieren presentar los logros gubernamentales, hablan con los funcionarios responsables y les dan un tiempo libre para que visiten el pueblo y hablen con la gente. Anastasia aprovecha estas oportunidades para recolectar información con la población local y escribir sus artículos. Ella nunca ha estado en medio de un combate o en el frente de batalla. “No vale la pena y menos si se tiene un hijo”.
Uno de estos tours la llevó a la Macarena y terminó sirviendo de base para el artículo (The FARC’s Last Stand) sobre el que la entrevistaron en el Center for American Security y donde la descubrí por casualidad.