Cuando hacia los años setenta el grupo Grancolombiano, el del Águila, de propiedad del banquero Jaime Michelsen quiso quedarse con todo el país, como todo banquero que se respete, encontró serios tropiezos en su ya avanzado intento. 

De un lado, las denuncias de los autopréstamos que lideró el diario El Espectador, y que a la postre le significaron el corte de la pauta del Grupo Grancolombiano, cosa que puso en una muy difícil situación financiera al para entonces independiente diario (imagínense el poder de Michelsen!!) Después vendría la bomba de Pablo Escobar por las muy valientes denuncias de su director Cano, y el diario se  hipotecó para siempre al grupo Santo Domingo.

De otro, y en su afán de extender sus dominios por toda la geografía nacional, El Águila  sumó sus intentos a los de Santo Domingo y  Ardila  Lülle, y quiso hacerse a las más importantes empresas antioqueñas. Y los paisas, mejor, el Sindicato Antioqueño, logró interponerse a los deseos de Michelsen. De esta manera Antioquia daba una lección al país sobre las buenas formas de hacer las cosas. Hasta hoy.

Porque cuando la Superintendencia de Industria y Comercio, con su formulación de pliego de cargos nos informa que cinco empresas se reunieron, seguramente para acordar y elevar los precios del cemento en el país, y se lo repartieron para no pisarse las mangueras, una de ellas es Argos, de propiedad del entonces Sindicato Antioqueño, pasándose por la nariz legislación y mercado, el respeto por los paisas ha quedado seriamente afectado.

Aunque realmente ese no es un problema paisa. Es solo el de los empresarios paisas. Mejor aún, de los grandes empresarios. De los grandes empresarios colombianos: paisas, bogotanos, vallunos…que a la menor oportunidad se quedan con todo. Sabrá uno lo que realmente está pasando con los  bancos y sus tasas de interés, construcción y concesión de carreteras y los peajes, la construcción de vivienda de interés social, los fondos de pensiones, la libertad de prensa, los precios de los productos agrícolas, con el agua potable, la gasolina…

En ultimas, tampoco es un problema de los empresarios. Ni del mercado. Acá ni siquiera existe mercado. Ni competencia. Acá lo que tenemos es una serie de monopolios y oligopolios, cuyos pocos dueños dominan todo y hacen lo que quieren y como quieren. Y para ellos se legisla y de ellos la justicia. Y para ellos la tierra y los baldíos.  O si no, ¿qué pasa en el Vichada?