Las últimas elecciones para alcalde las ha definido la votación contra algo o alguien. En el 2003, los bogotanos votaron mayoritariamente en contra de lo que percibían como una desmedida inversión en cemento, infraestructura que, supuestamente, no privilegiaba lo social. Recordemos que la idea de que había una ciudad pobre que aguantaba hambre, mientras la plata se iba en obras, fue sagazmente difundida y ganó el pulso en la opinión. En las elecciones del 2008 los bogotanos votaron mayoritariamente en contra de transmilenio y a favor de la ilusión del metro. Claro, fueron muchos otros los ingredientes que propiciaron la segunda victoria del Polo, el mal recuerdo de los bolardos, el miedo a que, supuestamente, se acabarían los comedores comunitarios, se privatizaría la educación pública y otro sinnúmero de hábiles rumores. En otras elecciones, como las de 1994 y 1997, los bogotanos habían votado contra la clase política en la primera y contra una demagogia hirsuta en la segunda.
Como estan las cosas, en la campaña para alcalde del 2011 los bogotanos votarán contra el Polo. Los políticos serios y decentes de ese partido, pagarán los platos rotos por sus colegas ineptos y corruptos. ¿Repetirá entonces la campaña a la alcaldía el guión de las presidenciales? Un movimiento con arraigo en las clases medias ondea la bandera contra la corrupción. Los jóvenes, los opinadores y los titulares de las empresas de comunicación se unen todos para recuperar la ciudad. El candidato del partido mayoritario, en este caso la U, se ve a gatas para explicar que su bancada en el concejo comió y calló ante la corrupción y el mal manejo de la ciudad, pues era parte de la coalición de gobierno en el concejo, junto al Polo. ¿De quién creen ustedes que será la victoria?
En la vida todo fluye y es difícil trazar, a más de un año de las elecciones, la ruta exacta de lo que acontecerá. Lo que si nos dice el pasado es que los hechos políticos se construyen. La campaña en la que el hambre le ganó al cemento, fue una combinación de intuición, rumores estratégicamente diseminados, recursos y alianzas políticas. La campaña en la que el metro le ganó a transmilenio fue resultado de que son más los usuarios insatisfechos que quienes disfrutan el sistema en las hora pico. Y esos pasajeros insatisfechos son millones y propagan su disgusto por toda la ciudad. También jugó su papel la utilización de poderosas redes sociales para difundir rumores en contra del adversario: los propietarios y trabajadores del transporte público, los sindicatos de maestros y cientos de miles de personas de los colegios públicos, las redes de beneficiarios de los comedores y de los subsidios públicos. Y ojo, en ninguna de esas dos campañas del Polo trabajó JJ Rendón.
Así las cosas, los bogotanos no votan simplemente en contra. Algunas fuerzas les ayudan a orientar sus odios en contra de alguien. Y al lado de las emociones, también ayudan los recursos, las redes sociales, las alianzas políticas. Y por supuesto, como lo advirtió Norman Mailer cuando le apostó a Kennedy en contra de Nixon, también importa cual candidato se ve más agradable, bacán y menos papá regañón en los debates por tv y en las portadas de revistas. Pero como dijo Churchill, en la historia solo hay una certeza: el hombre nunca aprende.