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No hay duda de que Gustavo Petro ha sido un congresista brillante; su participación como candidato a la Presidencia de la Republica en los pasados comicios merece ese mismo calificativo. No me arredra su condición de antiguo guerrillero porque creo que ha jugado limpio bajo las reglas de la democracia. Y ahora que se apronta a gobernar, es apenas natural que lo haga con los criterios estatistas que son comunes en ciertos sectores de la izquierda.
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No hay duda de que Gustavo Petro ha sido un congresista brillante; su participación como candidato a la Presidencia de la Republica en los pasados comicios merece ese mismo calificativo. No me arredra su condición de antiguo guerrillero porque creo que ha jugado limpio bajo las reglas de la democracia. Y ahora que se apronta a gobernar, es apenas natural que lo haga con los criterios estatistas que son comunes en ciertos sectores de la izquierda.
Por esa razón no vote por él; y porque me preocupaba su nula experiencia administrativa, grave falencia en una ciudad cuyo problema mayor consiste en lo mal gerenciada que ha estado en los últimos años, en parte por impericia y falta de coraje de los gobernantes, pero, también, por el grave déficit institucional que padece, cuestión que, dicho al margen, no fue debatida en el proceso electoral.
En su Plan de Gobierno el nuevo alcalde capitalino propuso la configuración de un conglomerado empresarial del que harían parte la empresas de energía, telecomunicaciones y acueducto. Al respecto hay que anotar que no se puede concretar esa iniciativa y que, si se pudiera, constituiría grave error.
No se puede porque si bien las dos primeras son sociedades por acciones, el Acueducto es una empresa estatal no societaria, lo cual impide que haga parte de un acuerdo de fusión. Aquellas sí podrían ser fusionadas para que una absorbiera a la otra, o para constituir una nueva, pero serían necesario obtener el respaldo de las mayorías previstas en los estatutos, respetar los acuerdos que se firmaron con los accionistas minoritarios y las reglas propias del mercado público de valores
Si se resolvieren estos escollos, lo que no vaticino factible, para ejecutar un hipotético acuerdo de fusión sería indispensable cuantificar el patrimonio de cada una de estas empresas. Al realizarlo se haría evidente lo que los alcaldes actual y futuro insisten en ignorar: que la ETB padece un agudo proceso de pérdida valor.
¿Por qué razones? Para poder competir en el negocio de telecomunicaciones con las grandes firmas extranjeras presentes en el país, requeriría una participación de mercado mucho mayor, y recursos de capital elevados que no están a su alcance, a menos que el Distrito, su accionista mayoritario, quisiera destinar buena parte de su capacidad de inversión, no a la educación, el saneamiento ambiental, la rehabilitación de zonas deprimidas, la vivienda social y la infraestructura, que son necesidades apremiantes, sino a la provisión de servicios de telecomunicaciones, negocio poco rentable que atiende bien el sector privado.
Me anticipo a una eventual replica. El nuevo gobierno querría tener libertad plena a fin de utilizar las empresas de energía y telecomunicaciones para el desarrollo de una política de subsidios en beneficio de los usuarios de bajos recursos. En pos de tan loable objetivo necesita fusionar las empresas y tener su control absoluto; los accionistas privados, que, como es evidente, demandan los mayores dividendos posibles, son un estorbo.
No es así, sin embargo. La ley 142 de 1994 impide ese tipo de conductas, que son contrarias a la racionalidad empresarial, justamente para hacer factible la competencia en la provisión de los servicios públicos entre entidades estatales, mixtas y privadas, tal como con tanto éxito ha sucedido desde su expedición.
Por lo tanto, si el Alcalde quiere beneficiar ciertos contingentes de usuarios, objetivo que aplaudo, tendrá que hacerlo con cargo al presupuesto de la ciudad. La fusión de las empresas no quita ni pone para el cumplimiento de este anhelo.
¿No será, entonces, que la fusión se precisa para mejorar la calidad de las administraciones? Tampoco. La EEB ha tenido un excelente desempeño a lo largo de los años. La ETB no, pero no por mala calidad de la gestión en época reciente, sino a los problemas que ya anoté de baja participación de mercado e insuficiencia de capital.
Así las cosas, no encuentro ningún motivo plausible distinto a este para la propuesta de fusión: hacer invisible, como consecuencia de la eliminación de los estados financieros autónomos de la ETB -que quedarían diluidos en los del nuevo ente- la paulatina erosión del patrimonio de la ciudad que está allí invertido. De lo contrario se haría evidente que hay que capitalizar o vender, nada de lo cual han querido los mandatarios provenientes del Polo o afines.
A partir del primero de enero, la responsabilidad por este fiasco recae, en su totalidad, sobre nuestro nuevo Alcalde. Como es hombre recto y talentoso, mi apuesta es que corregirá el rumbo en bien de la ciudad, así se molesten sus amigos sindicalistas.
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El autor de esta columna se decreta vacaciones a partir de hoy. Gracias a quienes hayan podido encontrar estas columnas de algún interés.