La bendición del Procurador al referendo estuvo precedida de un largo sermón. Y de una larga espera. Los periodistas fuimos citados a la rueda de prensa el martes pasado a las tres de la tarde, en la sala principal de la Procuraduría. Allá llegamos todos. Las cámaras se instalaron atrás, las grabadoras digitales se pegaron con cinta a los parlantes y los fotógrafos ensayaron los flashes. Alejandro Ordóñez llegó casi una hora y media después.
Antes de su entrada triunfal, todos esperaron. Los periodistas saben esperar, como los guardias de seguridad o los enfermeros de turno a medianoche. Hablan entre ellos, se saludan y cruzan algún chiste de rigor – tal vez el mismo de siempre –. O simplemente merodean y bostezan y miran el celular.
Y digo que ellos saben esperar porque yo apenas me acostumbro. Es difícil saber qué hacer con ese tiempo libre. No puede embarcarse uno en nada que lo distraiga, porque pasa la noticia de largo sin verla. En este caso, la ansiedad tampoco me dejaba concentrar. A mí lado, un periodista leía una novela de Agatha Christie y un fotógrafo le hablaba a otro fotógrafo de lo mal que le caía el periodista con el que trabaja. Su vecino lo oía como si los odiara a los dos.
Quienes más sufren en medio de la multitud son, sobre todo, los periodistas que transmiten en vivo y los camarógrafos y fotógrafos. Ahí mandan los grandes. Los medios de comunicación grandes y los de tamaño grande, casi siempre hombres, que se abren un espacio privilegiado de francotiradores.
Adelante pusieron el atril de la Procuraduría, acordonaron la zona y mandaron la avanzada de seguridad del Procurador (su avanzada dentro de su edificio). Pasaron los escoltas, los policías y los asesores. También pasó uno con pinta de detective que resultó s periodista de la Policía. Mucha parafernalia, pensé.
Al final salió Alejandro Ordóñez, que debe medir al menos 1,80, y empezó a hablar. O a predicar, con el Cristo al fondo y la bandera de Colombia. Dejó lo importante para el final, quizá para que la sala no quedara desocupada mientras hablaba o para evitar un caos entre los periodistas en cuanto se supiera su decisión. Gesticuló y habló y citó sentencias honorables y dijo que sí, que en efecto, que debía declararse exequible la ley del referendo.
Se supo la noticia, la noticia que era nueva pero predecible. Noticia al fin y al cabo. Cuando Ordóñez terminó le hicieron preguntas. Yo también le hice una que no respondió. O que respondió a medias, saltando de una tema a otro, citando artículos de la Constitución. Su libreto era ese y estaba listo y de ahí no se iba a salir. Así son las ruedas de prensa.
Carlos Cortés Castillo
