En frente de nuestra oficina, el Acueducto de Bogotá lleva más de un año abriendo y cerrando un hueco. Rompe la calle, perfora un agujero gigantesco, y tres días después lo cierra. Al mes, nuevamente el taladro y se repite la operación. En la Silla nos burlamos del tesoro esquivo que tiene que andar escondido allí para tanto esfuerzo repetido y perdido.
A veces a mí me parece que ese hueco que se tapa para en unos meses volverlo a romper es una metáfora de este país. Llega una Fiscal, asume unos casos, los pone a andar y una decisión la tumba. Y ahora vendrá la destrucción: se impugnarán los procesos, algunos se caerán, la Fiscalía queda en interinidad, y vuelva a comenzar. Y como ese hay mil casos, todos los días.
Por eso la campaña de donaciones fue tan emocionante. Porque construir un proyecto como La Silla ha sido un esfuerzo diario, que ha contado con la colaboración de decenas de personas que han puesto su talento y su afecto para que funcione y para que desafíe todos los pronósticos pesimistas (y a veces realistas) sobre la falta de un modelo de negocios para los nuevos medios. Ahora, los más de 300 súper amigos, nos han hecho sentir que este proyecto tiene aún más aliados que estuvieron dispuestos a sacrificar un poco para construir algo común.
Una vez alguien me dijo que en Colombia la gente solo tiene suficiente poder para vetar cosas, rara vez para hacer algo. Esta campaña es una prueba, pequeña y fragil si se quiere, pero concreta de que a veces la gente también tiene poder para crear.
Gracias a todos los que nos apoyaron. Esperamos no defraudarlos.
*N.D. La Silla vacía presentará este miércoles 7 de marzo el balance completo de lo ocurrido con la campaña, así como el uso a que destinaremos de las donaciones recibidas de manos de nuestros usuarios.