Cuando creamos La Silla Vacía concebimos este proyecto no solo como un nuevo medio de comunicación que aspira a contar las movidas del poder sino también como un laboratorio para experimentar con las nuevas fronteras del periodismo digital: desde nuevas narrativas hasta formas novedosas de comunicarse con la audiencia. Uno de los experimentos que siempre quise intentar fue el de un modelo de sostenibilidad económica basado en los aportes de los usuarios.
La primera vez que doné a Wikipedia, la enciclopedia más completa del mundo, mantenida en gran parte también por las personas que la usamos, me sentí orgullosa de vivir en el siglo XXI. Y pensé que esa sería la salida para los nuevos medios de comunicación.
La Silla Vacía hasta el momento se ha sostenido con pauta de las universidades (las centrales de medios prefieren pautar en los medios grandes que les pagan una mayor comisión); con talleres y conferencias sobre periodismo digital y sobre internet; con consultorías a empresas de sectores que no cubrimos sobre cómo usar la tecnología para generar relaciones más estrechas con sus comunidades; y con grants de fundaciones como el Open Society, la Ford, la NED y Ashoka.
Este último rubro constituye el 50 por ciento de nuestros ingresos y es lo que nos ha permitido trabajar con tranquilidad. El problema es que estas subvenciones suelen durar máximo cuatro años y por eso en La Silla –que ya llevamos tres– sentimos que tenemos que explorar nuevas formas de financiación este año.
Mi idea original era que si la Silla despegaba y se volvía un proyecto valioso socialmente pudieramos después de un rato vender acciones de La Silla y permitir que los usuarios fueran dueños de una parte importante de este medio. Sin embargo, el año pasado, cuando averiguamos con abogados y un banquero de inversión cómo hacer factible esta idea nos topamos con mil obstáculos. Implicaba hacer una emisión de acciones y hacerlo era tan caro que costaba más que lo que pudieramos recoger con la venta de los títulos. Por eso optamos por ensayar las donaciones.
Aunque es una idea que tengo desde hace más de dos años, nos demoramos en implementarla porque teníamos varios temores: que la gente sintiera que la Silla estaba al borde de la bancarrota, lo cual no es cierto; que hiciéramos sentir a los usuarios tan culpables de no donar como uno se siente cuando le piden plata en la calle; que los que donaran sintieran que ahora podían exigir un tipo de cubrimiento u otro. Y por último, que tras invertir unos recursos en montar la plataforma de donaciones, nadie aportara, y saliéramos perdiendo.
Después de muchas discusiones decidimos lanzar la campaña por lo mismo que hemos ensayado muchas otras cosas: para aprender. Para eso es un laboratorio. Como diría Francisco Maturana, incluso cuando uno fracasa gana, si es capaz de sacar algunas lecciones. Le pedimos a Juan Camilo Cárdenas, de Blogoeconomía y experto en experimentos sociales, que nos ayudara a evaluar la experiencia para mejorarla en el futuro y también para que sirviera de estudio de caso para las decenas de medios como La Silla que están surgiendo en América Latina y que nos están mirando como un posible camino para el periodismo de calidad.
La campaña arrancó el 9 de febrero. Y varios de los dilemas que discutimos al diseñarla han sido planteados por los usuarios.
El primero es la desconfianza con las transacciones electrónicas. Varios de los que nos han aportado han preferido ir a un banco y mandarnos el recibo de la donación. Cuando nos llegó una consignación por 20 mil pesos de un usuario en Lejanías, Meta, casi lloramos de la emoción. Que alguien se tome el trabajo de hacer cola en el banco, consignar y luego enviar por fax el recibo es la mayor compensación que el equipo de la Silla puede tener por su trabajo. Realmente, nos hizo muy felices.
Otro dilema que ha surgido es si a través del sellito de las donaciones estamos creando usuarios ‘de primera’ y usuarios de ‘segunda’. Eso lo planteó inicialmente en un consejo de redacción Camila Osorio y luego de discutirlo concluimos que sí queríamos reconocer con algo simbólico a los que nos ayudaran y permitir que los que querían permanecer anónimos –que han sido varios– lo pudieran hacer.
Algo en el mismo sentido preguntó Don Nadie, a raíz de la campaña que nuestro bloguero Mauricio Rubio comenzó por su cuenta a los pocos días para cuestionar a los foristas por no “compartir los costos de algo que consumimos”.
Aunque respetamos la posición de Mauricio, no estamos de acuerdo con su enfoque. Por un lado, no hay nada más aburrido a que alguien lo haga sentir a uno culpable. Sobre todo porque desde un principio nos pareció que lo increíble es que alguien aportara a la Silla, no lo obvio.
Y por otro lado, porque nosotros vemos a La Silla como una comunidad de gente interesada en los temas del país más que como un ‘servicio’. Y en esa medida, creemos que hay muchas formas distintas de colaborar con el proyecto. Hacer comentarios inteligentes y constructivos es una de ellas y no quisiéramos que los que prefieran por una razón u otra no donar se sientan intimidados para debatir. Ni mucho menos, como dijo Demacles326, que se sientan tratados de ‘gorrón, de pedigüeño, casi de pegado por no donar”.
Pero más allá de los dilemas, están los resultados, que hasta ahora nos han parecido alucinantes. Han donado más de 150 personas, con aportes entre 20 mil y 500 mil pesos. Los primeros en hacerlo fueron mis mejores amigos, cómplices en cualquier cosa que yo haga; luego lo hicieron usuarios y foristas recurrentes de la página a quien de tanto leer ya sentímos súper cercanos, aunque no los conozcamos; los blogueros han puesto su granito de arena fuera de todo el aporte que significa que escriban juiciosos cada semana (los de Blogoeconomía discutieron si por el hecho de donar alguien se preguntaría si solo les dan blogs a los que aportan (la respuesta es no)); también lo han hecho una cantidad de personas que son usuarios de la Silla hace mucho o poco tiempo, pero porque nunca han comentado solo supimos de su existencia por su contribución.
Que tantas personas nos hayan aportado hasta el momento nos ha llenado de orgullo y nos ha comprometido aún más. Entonces, ya vendrá al final de la campaña, el 3 de marzo, la evaluación final de lo que aprendimos y la noticia sobre el monto que recaudamos. Por ahora, gracias a todos los que le han aportado a la independencia de la Silla. Esperamos no defraudarlos.