El presidente Gustavo Petro acusó el golpe. Después de casi un año de mantener un pulso con el establecimiento parece haber llegado a la conclusión de que no es capaz de vencerlo. Ha hablado de un acuerdo nacional pero no ha hecho nada para concretarlo, ahora decidió tratar de avanzar y ha convocado a quienes él cree que son los dueños del país y de la opinión: el expresidente Álvaro Uribe y “los cacaos”, Ardila, Santodomingo, Sarmiento y Gilinsky.

En el mejor de los casos las reuniones serán cordiales y quizás hasta se logre hacer alguna declaración conjunta que no podrá pasar de algunas frases de buenas intenciones sobre el presente y el futuro del país, lo cual no será suficiente para salir de la situación de bloqueo en la que se encuentra su agenda política.

Petro cree sinceramente que el “fuera Petro” que se oyó en el estadio de Barranquilla hace unos días fue un acto organizado por el uribismo, dirá “la derecha”, y que quizás si consigue disminuir la tensión con el expresidente, ya no habrá mandaderos que expresen su opinión sobre la gestión de su gobierno. El mismo error de Duque que está convencido que “la izquierda” orquestó el estallido social, cree, de verdad, que la gente estaba contenta con su gobierno y que Petro, con la ayuda de Maduro, compró algunas decenas de miles para salir a manifestarse. Es grave que los gobernantes se desconecten tanto de la realidad.

Petro cree sinceramente que Colombia es una especie de finca que la manejan cuatro señores y que quienes nos expresamos en los medios somos mandaderos de esos “patrones” y que por tanto un arreglo con los dueños convierte las críticas en apoyos. Además del desconocimiento de cómo funciona, de milagro, el país, es al menos un irrespeto con quienes participamos en el debate público a través de los medios de comunicación.

Petro cree que una orden de “los cacaos” consigue las mayorías en el Congreso de un día para otro y que un par de amenazas veladas los ablanda y que los voceros gremiales al día siguiente apoyarán sus propuestas.

Tiene de malo que el Presidente desconozca tanto la dinámica del poder y tiene de bueno que sepa que algo tiene que hacer para que su mandato no resulte una frustración incluso para sus seguidores, como con algo de desesperación lo expresó hace pocos días la vicepresidenta Francia Márquez.

Al inicio de su gobierno, el propio Presidente le decía con claridad a los miembros de la bancada del Pacto Histórico: “no tenemos mayorías”, era obvio que la verificación de esa realidad debía conducir a hacer concesiones en las reformas que se propusiera. Un poco después era evidente que no era posible modificar radicalmente el actual sistema de salud y eliminar las actuales EPS, así como que no es posible hacer aprobar la reforma al sistema pensional obligando a que los salarios por debajo de tres mínimos coticen en un sistema público, tiene que bajar el umbral.

Esa lectura inicial la cambió y creyó que era posible construir esas mayorías con dádivas a algunos congresistas. Error. El debate que ha planteado el gobierno, que es de profundo calado ideológico no se resuelve con algunos favores, ni desconociendo a los jefes de los partidos, como ahora lo hace con los voceros gremiales.

Efectivamente es urgente salir del bloqueo y alguien, quizás no el propio gobierno, debe promover un acuerdo.  La situación de parálisis solo le sirve a los políticos, a los unos para ufanarse de un aparente triunfo y a los otros para victimizarse, por eso es, a mi juicio, el momento de que personas u organizaciones, pero no las mismas de siempre, porque generan las tensiones, los resquemores y las desconfianzas que nos tienen donde nos tienen, intenten algún ejercicio de acercamiento de las posturas, por fuera de los micrófonos, sin puesta en escena como la que habrá el miércoles en la Casa de Nariño  de la que no saldrá nada o muy poco.

Si algo mostró el resultado del pasado 29 de Octubre es que no hay líderes políticos con capacidad real de incidencia en la opinión y los electores. Literalmente nadie ganó, por supuesto menos los que dicen que ganaron que en realidad no ganaron nada. Es cierto que hay un mensaje claro de que la mayoría de los colombianos prefiere opciones de centro que marcadamente de izquierda o de derecha, pero también que eso no es, al menos por ahora, algo que uno pueda llamar un sector político o que alguien lo represente.

En lo que estamos, es en un proceso de renovación política, casi natural. Deberán surgir actores nuevos, seguramente algunos que hayan sido de reparto y les haya llegado la hora de ser protagonistas. Es en este momento, en el que la sociedad comienza a hacer el casting de quienes merezcan el voto en el 26, cuando tienen que aparecer, juntarse, poner en blanco y negro un posible acuerdo, promoverlo y concretarlo.

Los y las que lo intenten y lo logren serán los escogidos. Los que están haciendo el papel de malos y bravucones enfrentando al gobierno y aprendiendo adjetivos para descalificar a Petro no serán los escogidos si es que, en cambio, surge alguien o un grupo que con moderación proponga un camino, no de regreso sino de avance.

Si Petro y los sectores políticos que han asumido la representación del establecimiento no se suben al bus del acuerdo que les proponga un grupo heterogéneo y representativo, lo único que lograrán es aplazar el proceso y esos nuevos liderazgos tendrán la plataforma política que probablemente la mayoría de los electores esté buscando.

Hay una oportunidad, Petro parece dispuesto a buscar un acuerdo. Equivocó los interlocutores, ojalá surjan los actores y actrices que hagan lo suyo.

Héctor Riveros Serrato es un abogado bogotano, experto en temas de derecho constitucional, egresado de la Universidad Externado de Colombia, donde ha sido profesor por varios años en diversos temas de derecho público. Es analista político, consultor en áreas de gobernabilidad y gestión pública...