Ahora que de nuevo suenan, trémulos, los ruidos de paz, vale la pena señalar que todos los que dicen “paz” no están hablando de lo mismo. La palabra, que a todos gusta, ha tenido en este país distintos significados según las posiciones políticas.

Para la izquierda, por ejemplo, hasta para las guerrillas, la paz es la redistribución de la riqueza. O por lo menos, una distribución más equitativa, porque, consideran, si persiste la diferencia radical en recursos y oportunidades, permanecen “las causas objetivas de la violencia.”

Para los liberales por convicción en cambio la paz vendría de la mano de la legitimidad de las instituciones, y esta a su vez del respeto por los procedimientos democráticos, y por los derechos humanos. Para los liberales más de izquierda, estos derechos incluyen los sociales como salud, educación, trabajo y vivienda; para los más de derecha, basta con que se protejan las libertades básicas.

¿Y los conservadores? Los de vieja data piensan que la paz es que se garantice el orden, se cumplan las leyes y el respeto (no la legimidad) de las instituciones. Ahí supongo caen los uribistas. Y los otros, los más social-conservadores, han tenido una relación distinta con la paz, viéndola en el silencio de los fusiles como fin y medio, sin otros matices. La paz “en sí misma,” como la ausencia de guerra.

Y todos, desde todos los rincones, han hablado de paz, y siguen frotando con avidez la palabra día de por medio…Pero con esas diferencias sólo parece haber una negociación posible: la negociación inevitable que se da entre vencedores y vencidos.