Me llama un periodista al que le han dado mi nombre como feminista. Que para una nota, que yo que opino del día de la mujer. Quiero contestarle, con esa buena voluntad que por lo general inspiran los periodistas, que parecen tan desamparados de la verdad que uno quisiera poder darles algo, así sea un mendrugo de verdad para sus días. Pero termino diciendo que, a pesar mío, no tengo nada que ofrecerle. No sé qué decir en realidad sobre el día de la mujer…
Hoy varios alumnos me felicitan “en mi día.” No deja de sorprenderme. ¿Qué lo hace mío? Este año, afortunadamente, nadie me ha dado una rosa enfundada en un cartucho plástico, aunque al ver las caras esperanzadas de sus vendedoras lo siento por ellas. Quién sabe qué represente unas cuantas rosas más; a lo mejor es el porte de la pieza, o de los pañales, que venden menudeados en las tiendas. Una vendedora alecciona a los estudiantes que pasan a mi lado: “¡Vamos muchachos! ¿Ya compraron la rosa del día de la mujer?” Yo paso en silencio. Como al periodista, no tengo nada que ofrecerles a estas mujeres tan lejanas de mi vida, pero quisiera tenerlo.
Pan y rosas pedían las obreras en cuyo honor hoy se nombró el día. Pan por no decir plata, que da lo mismo, pedían un mejor salario de miseria. Y rosas, rosas como símbolo de la buena vida, del tiempo de ocio, del buen trato y por supuesto del no mal-trato cotidiano. Aún hoy es el lema del feminismo socialista en todo el mundo. Aquí al parecer le sacamos el cuerpo al pan, y nos quedamos con las tristes rosas vendidas por las mismas mujeres en las esquinas, para poder comprarse el pan nuestro de cada noche. Paradojas del mercado libre.
Paradojas también de las políticas públicas, que piensan más en el problema de las rosas que el del pan. Es decir, piensan más (aunque en general muy poco) en cómo castigar la violencia contra las mujeres, que en cómo asegurarles un ingreso base decente y el control de los recursos cotidianos. Quisiera decir que a mayor recursos y mayor control de los mismos (más pan) que tengan las mujeres, más independencia y por lo tanto menor violencia (más rosas.) Pero la relación no es del todo clara: todo parece indicar que las mujeres que trabajan sufren de más violencia doméstica. Pero, sin importar el estrato, a mayor educación de la mujer, menor violencia doméstica… Tener vivienda propia protege contra la violencia; posiblemente aún más si el título está a nombre de ella. Y en Brasil parte del éxito del programa sobre el que se modeló Familias en Acción radica en que la plata la recibe la mujer; en general los estudios muestran que las mujeres pobres administran mejor los recursos, y en mayor beneficio de toda la familia que los hijos… Datos que dejan muchas preguntas sobre la relación entre el pan y las rosas.
Pero son preguntas sin respuesta que, por lo general, poco interesan a estudiantes y profesores que pasan sin mirar a las vendedoras de rosas cuya desesperación es más intensa cuando avanza el día y los baldes siguen llenos… “Compre, compre aquí la rosa del día de la mujer” gritan más fuerte…