No deja de sorprenderme las pasiones que generan las normas cuando tantas personas están de acuerdo en que poco se aplican. Ahí va cursando en el Congreso en medio de ilusiones y crujir de dientes el “marco legal para la paz,” una nueva reforma a la Constitución que espera aligerarle la carga jurídica al gobierno que quiera negociar la paz. Con redacción difícil lo que parece decir es que el Presidente, el que sea, puede ofrecer a los grupos armados algún tipo de indulto a cambio de su entrega. Tanta ilusión (o sonrisas) genera el artículo entre los santistas que no sobra repetir las lecciones del último proceso de paz exitoso que tuvimos, el que giró en torno a la Constitución del 91.
Primero, que el establecimiento mismo tiene fracturas internas enormes en torno a la posibilidad de paz, y no sólo por que afecte sus intereses económicos. Son fracturas ideológicas profundas y apasionadas de las cuales el tembloroso pulso de Uribe trinando es apenas un botón de muestra. Frente a esto, el espejismo de la Constituyente fue en su momento la idea sin enemigos, que permitió acuerdo superficiales pero también ciertos entre facciones enemigas. ¿Tiene Santos el carisma para lograr esto?
Segundo, que una paz exitosa con la guerrilla tiene que incluir alguna forma de que sus líderes salgan con dignidad del proceso. La derrota militar es importante, pero no suficiente para gente que, supongo, no le tiene casi miedo a la muerte. La Constituyente les ofreció a algunos un puesto con voz sin voto, y al M-19 tuvo antes de ella la posibilidad, y facilidades, para hacer política. ¿Qué puede ofrecer este gobierno?
Tercero, que la paz pasa por algún tipo de negociación con los narcotraficantes como actor armado en las regiones. Es otro grupo de gente a los que hay que ofrecerles algo pues ya le apostaron todo a morir jóvenes, pero ricos. Los Estados Unidos han sido maestros en el esquema de negociación penal, donde funciona bien la promesa de menos cárcel a cambio de entrega de socios y rutas. Pero tienen un garrote grande y una zanahoria jugosa. En la Constituyente se les ofreció la no-extradición, y eso bajó significativamente su violencia. ¿Qué puede ofrecerles hoy este o cualquier gobierno?
Si el gobierno está contento con la posibilidad de encajar un indulto en las rigideces de la justicia transicional debe ser porque algo sabe. Y no cuenta. Será interesante esperar a ver entonces cómo piensa conciliar con las diferencias en el establecimiento, ofrecer algo interesante a los jefes guerrilleros, y negociar la paz en las regiones, donde el gobierno nacional es un actor poderoso, pero sólo uno de varios.