Desde la catastrófica intervención de pasado domingo poselectoral los verdes no han podido levantar cabeza. Hasta cierto punto lo entiendo, lo peor que puede pasar en política es caer en la trampa de las expectativas y los verdes cayeron con cojón, como dice una amiga mía samaria.

Desde la catastrófica intervención de pasado domingo poselectoral los verdes no han podido levantar cabeza. Hasta cierto punto lo entiendo, lo peor que puede pasar en política es caer en la trampa de las expectativas y los verdes cayeron con cojón, como dice una amiga mía samaria.

Que no se nos olvide que era el mismo Mockus el que hace un mes hablaba de ganar en primera vuelta y que le solicitaba a su equipo que se fuera preparando para el gobierno. Ahora los columnistas amigos, que son la mayoría, intentan salvar la Patria diciendo que frescos, que perder es ganar un poco, porque antes no existían y ahora tienen el 21% de los votos. Valiente consuelo.

Como si fuera poco, sin embargo, las cosas esta semana han empeorado sustancialmente. Increíblemente, la anunciada reingeniería de la campaña consistió, no en rectificar, sino en ratificar el rumbo equivocado. Mejor dicho, el Titanic navegando a todo vapor hacía el iceberg y el capitán ordenando más carbón.

No solamente se negaron a realizar acuerdos partidistas sino que insisten que en cortejar el voto abstencionista haciendo unos delirantes cálculos electorales que espero sinceramente que no se los crean, porque si se los creen estamos frente a un episodio de demencia colectiva muy preocupante.

Colombia es un país de alta abstención electoral, usualmente cercana al 50%, y así es, lo cual no quiere decir que por esta razón se deslegitime de forma alguna el proceso; como tampoco se deslegitima en dos democracias ejemplares, la de Estados Unidos y la de Francia, donde la abstención es casi igual que la colombiana. Por lo tanto pretender que en quince días los abstencionistas van a tener a una milagrosa revelación ciudadana que los hará arrepentirse de sus pecados para salir a votar masivamente por los verdes resulta una fantasía disneylandesca.

De otro lado, el tema de las alianzas tampoco salió bien. Los parlamentarios liberales y conservadores acompañaron a Pardo y a Noemí hasta la tumba pero no se enterraron con ellos, ni más faltaba. Para los que no lo saben, el instinto de supervivencia de los congresistas colombianos es el más desarrollado de las todas especies del planeta. Por eso a las cuatro y un minuto del domingo (sino desde antes) ya estaban haciendo cola en la campaña santista.

Quedaba el Polo y Vargas Lleras. Mockus se embolató en disquisiciones filosóficas sobre la conveniencia de recoger los pedazos del Polo y en vez de fijar él, como candidato victorioso, los términos de una alianza posible se esperó a que se los fijara el Polo, que había resultado cuarto en la contienda.

Esto resultó ser un cáliz envenenado, porque el pliego de condiciones redactado maliciosamente por mamertos del calibre de Iván Cepeda era claramente inaceptable. Además todo el episodio resaltó la creciente anarquía reinante en las toldas verdes, donde Enrique Peñalosa salió pública y unilateralmente, con toda la razón, a vetar la alianza casi al mismo tiempo en el cual Mockus iniciaba conversaciones con Petro.

La posible alianza con Vargas Lleras está por verse, pero apuesto diez a uno que no va para ningún lado. Dos personalidades más disímiles que la de Germán y la de Mockus no existen.

Se quedaron entonces los verdes con la “alianza ciudadana” que mucho me temo por ellos, no será nada diferente a los tres gatos que con girasol y lápiz en la mano coreaban cánticos el domingo pasado. Parece que la muenda de la primera vuelta se va a quedar chiquita el próximo 20 de junio.