El presidente electo Santos ha anunciado el primer reversazo oficial de una de las políticas consentidas del presidente Uribe: la fusión de los ministerios. Ayer, desde algún lugar del mundo, Santos pidió facultades al Congreso para crear los ministerios de Interior, Justicia, Salud, Trabajo, Medio Ambiente, Vivienda y un nuevo por ahora misterioso ministerio de Ciudades y Desarrollo Territorial.

El presidente electo Santos ha anunciado el primer reversazo oficial de una de las políticas consentidas del presidente Uribe: la fusión de los ministerios. Ayer, desde algún lugar del mundo, Santos pidió facultades al Congreso para crear los ministerios de Interior, Justicia, Salud, Trabajo, Medio Ambiente, Vivienda y un nuevo por ahora misterioso ministerio de Ciudades y Desarrollo Territorial.

Cuando los actuales mamarrachos fueron creados hace ocho años se nos explicó que esto se debía al talante austero de la nueva administración, que buscaba ahorrar hasta el último centavo de los contribuyentes poniendo en dieta forzada a la obesa burocracia del gobierno nacional.

Con ese mismo argumento se procedió a cerrar 14 embajadas y 10 consulados; cinco en Europa, cinco en el Caribe, dos en Oceanía y una en Asía, convirtiéndonos así en uno de los países latinoamericanos con menor número de misiones diplomáticas, muy lejos de Brasil, México, Argentina y Venezuela, superando por poco al Ecuador.

En el fondo estoy convencido que el tema fiscal era solo una excusa. El ahorro de estos recortes es comparativamente insignificante y bueno, a juzgar por el déficit fiscal vigente, estos últimos ocho años no han sido precisamente de apretarse el cinturón.

Me da la impresión que, de ser por Uribe, hubiera fusionado todos los ministerios en uno solo, el ministerio general de la Presidencia, designando asistentes administrativos para que se ocuparan de las funciones de cada una de las carteras y los hubiera mandado a despachar en cubículos de dos por dos en el sótano del Palacio de Nariño. En cuanto a las embajadas de haber podido las hubiera cerrado todas y hubiera nombrado a vendedores itinerantes para que maletiaran bocadillos y achiras como hacían antes los vendedores de telas de Coltejer en los pueblos de Antioquia.

Ya más en serio, resulta tremendamente bienvenida la decisión del presidente electo de desarmar los mamarrachos y volver a la normalidad. Las consecuencias para el país de las fusiones ministeriales fueron nefastas. Si uno se pone a ver los grandes fracasos de política pública en el gobierno Uribe se deben precisamente a estas, tal vez con la excepción de Transporte que fracasó solito.

Basta preguntarse sí, de haberse mantenido los ministerios correspondientes,  ¿sé hubiera erosionado la interlocución con el movimiento sindical, hubiese colapsado el sistema de salud, hubiera existido el choque de trenes con las Cortes y se hubiera por lo menos empezado a cubrir el déficit de vivienda popular?

Historia contrafactual, sin duda, pero igual un ejercicio para hacer, porque hay que aprender de los errores.

En cuanto a las embajadas y consulados soy de la teoría que, por motivos estratégicos, se deben tener representaciones diplomáticas con embajador residente en todos los países de América y el Caribe y en los veintisiete países de la Unión Europea, por lo menos, y si el objetivo es acceder a APEC se requieren un mayor cubrimiento diplomático de la región. Obviamente ocupadas por diplomáticos experimentados y no por ex reinas de belleza, contribuyentes a la campaña o por el sobrino bobo de algún parlamentario.

En fin, otro signo más de un gobierno que empieza con pie derecho.