A Clarena Acosta la fusilo su ex marido en la noche de Año Nuevo, dos días después Olga Lucía Galindo fue convertida en una antorcha humana por su novio 33 años mayor que ella y a los siguientes quince días la fiscalía llamó a juicio al Coronel Joaquín Aldana por descuartizar a su esposa, Erika Gutiérrez.
A Clarena Acosta la fusilo su ex marido en la noche de Año Nuevo, dos días después Olga Lucía Galindo fue convertida en una antorcha humana por su novio 33 años mayor que ella y a los siguientes quince días la fiscalía llamó a juicio al Coronel Joaquín Aldana por descuartizar a su esposa, Erika Gutiérrez.
Todo esto antecedido por la contratación y posterior ejecución, en el más clásico estilo mafioso, del homicidio de su esposa Alejandra Diaz por parte del cabildante de Bogotá, Vladimir Melo, quien fue descrito el día de su posesión por el periódico “Valores Cristianos” como una baluarte de la fe.
No voy a entrar en el pantanoso debate sobre las causas de lo que parece ser una epidemia de abuso intrafamiliar porque creo que hay un tema más urgente: todos estos personajes podrían quedar libres en muy poco tiempo.
Ya casi ocurre con el señor Viñas, el asesino de Clarena, quien fue liberado por un fiscal argumentando que no había flagrancia y que el sujeto sufría de celotipia. ¿Celotipia?, por favor…ahora que nos cuenten una de vaqueros. No obstante el escándalo de Barranquilla ayer la prensa informó que el pastor Melo podría salir por vencimiento de términos y quién sabe qué pasará con el pirómano y con el aserrador.
De seguir así matar a la esposa en Colombia será un inconveniente levemente mayor a una infracción de tránsito.
Cuando estudié derecho mi profesor de criminología, por ejemplo, regurgitaba el credo marxista afirmando que las penas debían ser bajas por que el crimen no era responsabilidad de las personas sino del sistema capitalista. En serio.
Por esa misma época, otro profesor de los Andes, Jaime Giraldo Angel publico un estudio sobre la justicia donde recomendaba bajar los montos de la penas porque la mayoría de delitos no pasaban de la etapa de instrucción. Otra imbecilidad que hacía carrera era que no importaba el monto de la pena porque esta no era motivo de disuasión y además no recuerdo cuantas veces escuche en la facultad a profesores afirmar que las penas de prisión debían ser cortas para lograr la resocialización de los reos.
Pura ficción. Las cárceles no se inventaron para resocializar sino para castigar, la bestia que incendio a su novia no lo hizo por culpa del capitalismo y el señor Viñas debe pudrirse en la cárcel para que aprenda a manejar su celotipia.
Por eso es urgente reversar el Código Penal de Gómez Méndez, que es un monumento a todas estas teorías absurdas. ¿Si no como se explican que solo en Colombia sea posible que el peor asesino serial de la humanidad, Luis Garavito, quien confesó la violación y asesinato de 130 niños, tenga un pie en la calle?